sábado, 29 de diciembre de 2012

Las tinieblas del corazón


El lugar es la espesa negrura de la selva, donde en muchos puntos no llegan los rayos del sol. Es el continente africano, cuna de la humanidad desde los orígenes de la especie hasta el impulso al capitalismo por medio del trafico de esclavos. La situación es la que sigue.

En la espesa negrura de la selva, Bertrand está sentado frente a una maquina de escribir. Un ventilador de mesa apenas hace correr una corriente de aire a través de su movimiento en zig zag. Bertrand piensa que si no fuera por el ruido desproporcionado del aparato no notaría la existencia de un ventilador que apenas mueve el aire. Fuera de la cabaña, la noche cae sobre el Niger y la  luna baña las aguas marrones y los altos pastos y juncos que crecen en la ribera. Diciembre daba paso lentamente a un nuevo año, se palpaba en el pegajoso aire ecuatorial que el porvenir venia cargado de incertidumbre, de duda. Para aquellos que eran positivos, era el presagio que trae todo lo nuevo por ser nuevo; para Bertrand, era la continuidad de todo lo malo. Y la certeza definitiva de que nada bueno sucede en el mundo de los hombres.

Bertrand mecanografía en una vieja Olivetti hecha en 1914 en algún pueblo italiano. El ruido del poderoso teclear interfiere con los miles de grillos y ranas que viven en su mundo fuera de la cabaña. Bertrand sigue mecanografiando, empleando toda su concentración en ese acto. Son las dos de la madrugada pero el calor no cede, es por eso que las ventanas están abiertas y la luna azul da un tono mortecino a todo el ambiente donde Bertrand mecanografía concentrado. Los mosquitos danzan dando vueltas en el aire, como bombarderos en busca de un objetivo, como hojas arrastradas por el sinsentido del viento.

El teniente Beluga, entra a la habitación avisando que no había ninguna novedad en los puestos de vigilancia. Esto descontenta algo a Bertrand. Que hagan el cambio de turno, grita en tono neutro Bertrand. Beluga da media vuelta haciendo el saludo militar, girando sobre sus talones de bota militar, dice algo en un francés tan cerrado (y tan militar) que es imposible entender que fue dicho para Bertrand. (Dijo malheureux). Sin hacer caso al inentendible comentario del teniente Beluga, Bertrand continuó escribiendo. Por fuera de la choza el único ruido audible del interior era el golpeteo susurrante de la Olivetti.

Bertrand no era francés, ni militar. Había nacido en Bruselas y por designio familiar finalizó los estudios e ingresó como administrativo al mundo colonial que el imperio belga habría de perder con el paso de los años. Fue designado como agregado contable en Liberia, país del que tuvo que ir auxiliado por el ejercito francés durante el periodo de revueltas que atravesó ese país. En su periplo a través de la frontera fue contratado por los franceses y le fue dado un puesto secundario en un destacamento en el nuevo Estado de Alto Volta, anexado como parte de los territorios de Francia. Al cabo de dos años, por decisión del gobierno central que tenia por objetivo la progresiva desmilitarización del país, los destacamentos en todo Alto Volta pasaron a control de civiles. Esta es la genealogía del desprecio que el teniente Beluga y todos los militares sentían por Bertrand.

Mientras en diciembre de 1959 Francia iba perdiendo sus colonias, al igual que muchos países que habían mantenido posesiones en el continente, Bertrand seguía escribiendo. La luz de la lampara dejaba ver parte del amarillento papel, donde podía leerse:


Hay veces, momentos en el día que tengo la necesidad de leerte. Quizás todo se desprende de la necesidad de abrazarte y de besarte que no pude satisfacer nunca; que no podré nunca ya.
Últimamente me resisto a ir al encuentro de tus letras. Pienso llevar esa necesidad a la distancia, la misma, que existe entre tus labios y los míos.

A la derecha de la vieja Olivetti había un libro de tapa dura y la foto de una joven pelirroja. El libro, ese libro, era el objeto mas valioso que Bertrand tenía. En el destacamento todos se preguntaban qué podía hacer que nunca se separara de el, que lo llevara siempre consigo. Bertrand sabía que ese libro era la materialización de un sentimiento, del amor de su vida.

Mientras Bertrand mecanografiaba pensaba en C, la bella autora de ese libro de poesías y maravillas que tenia a la derecha de la vieja Olivetti.


Son muchas, ya demasiadas, las veces que puse a prueba mis sentimientos. Demasiadas como para que pueda hacerlas a un lado, ignorarlas. Mi vida siempre fue una continuación de actos míos en solitario esperándote. Con este ciclo que se termina, con esta noche, cambia una era. El verano trae consigo el presagio de la disolución de este país. No se que ocurrirá. También trae la disolución de mi persona. Tampoco se que ocurrirá. Me iré, eso es lo único que puedo asegurarte. Tus letras, que guardo conmigo desde que me regalaste tu libro, esperan el goce eterno de unos segundos que se hagan infinitos. Pero son eso, letras. Ellas pueden esperar; yo no. Tampoco la Historia, que como la corriente del Niger que escucho, tiene un solo sentido. Y nos separa.

La vieja Olivetti, hecha en 1914, en Italia, hace una pausa. Bertrand se corre las transpiración de la frente con el antebrazo. Endereza su postura y sigue escribiendo. Afuera las nubes empiezan a cubrir el cielo, la luna desaparece por intermitencias. El verano trae la temporada de lluvias; ahora las nubes cargadas reclaman el reinado de los cielos.

Espero que algún día pienses en mi, creas en mi, sientas en mi como lo hice yo todos estos años en la distancia sabiendo que estabas en Europa, en algún lugar y yo aquí, haciendo nada mas que esperarte. En África  el viento que arrastra tu nombre, C, es un consuelo eterno, quizás, de no tener tu pelo en mi almohada, de no tener tu cuerpo en mi cama.

La oscuridad declaraba su gobierno. Los insectos hacían silencio y la corriente del majestuoso Niger se cuidaba de sonar mas fuerte de lo que debería. La vigilancia de la noche profunda caía sobre la tierra. Los guardias que hacían su ronda pasaban el informe al teniente Beluga, que solo respondía con insultos para Bertrand. Malheureux, repetía con los ojos inyectados de odio y resentimiento.  Mientras Bertrand, con la espalda firme y los dedos sobre la vieja Olivetti iba terminando su carta. Escribía:

Tengo en mis manos un libro que se deshace. No se deshace por viejo, frágil o mal armado. Deshace porque me hace llorar.
Llamó finalizada la carta al asistente, que de mala gana y peor gesto se presentó ante el. Le dijo que enviara la carta a una dirección en Gante. Iba dirigida a C, de la que se estaba despidiendo  presentando armas ante la imposibilidad de sus deseos.  Una vez que se retiró el asistente, Bertrand rompió el libro de C. 

El nuevo año, el nuevo verano venia cargado de nuevas vivencias que debían cerrar las antiguas. Nuevos Estados y nuevas esperanzas que afloraban, serían sin embargo nada mas que eso, esperanzas. Bertrand sabía que todo llegaba a su fin. Sabiendo eso, dejó el destacamento y caminando tranquilo se adentró en la  espesa negrura de la selva, en el corazón de las tinieblas. 



viernes, 30 de noviembre de 2012

Palabras sueltas en un universo de discursos

La literatura es maravillosa. Realmente lo es. Permite sentir lo que sentía hace 150 años un habitante de Siberia, imaginar su vida, su mundo, sus sentimientos. Permite que nos adentremos en las negruras del alma o que tengamos que cerrar los ojos ante la luminiscencia de una conciencia especial. 

Hay tantos escritores como estilos, pero ninguno es igual a otro. Los hay de verso largo y parsimonioso, escritores cuyas historias requieren desarrollo para carretear hacia las nubes; también están los que en una linea despliegan un mapamundi de colores, personajes y sensaciones. En cuanto a los motivos, es mentira que se escribe para decir. Se escribe para no decir, para dejar escapar cosas que no se pueden verbalizar y que van ocupando lugar en el sótano pedregoso de la memoria. Pero también se escribe por amor, por deseo o por falta. Se alinean palabras por venganza, traición  placer, ensueño, se escribe por no tener motivo aparente. 

Escribir es democrático y no requiere ningún don, talento o requisito mas que ordenar palabras. No es necesario ser un letrado, ni disponer de tiempo ocioso, ni tener preparación  Hay escritores que escriben y sus lectores son victimas, por decirlo así, de un puente imaginario, una compenetración que es cercana al ensimismamiento de los ritos de iniciación de las tribus más antiguas. 

Hay, también, escritores desconocidos. Son aquellos que influencian a los grandes que quedan en la memoria de las civilizaciones. Son las fuentes primigenias de inspiración, materia prima con la que se construye la grandeza y el renombre.

Muchos escritores tienen particularidades del carácter. Extrovertidos o ermitaños lobos solitarios, adictos a drogas duras, al amor, al misticismo, a la tecnología, a la sonrisa de algún otro que lee del otro lado del mundo. También los hay violentos, vagabundos, errantes y solitarios o vividores con sus madres, revolucionarios o conservadores. Hay tantos como personas en el mundo.

En 1792, mientras las cabezas rodaban y el robespeirriesmo desataba la ola de sangre que llegaría hasta la modernidad como consecuencia histórica, Benoit Cuyes, escribía a la luz de una vela que danzaba movida por el hálito candente del normando. Con la revolución en marcha, Cuyes sintió el llamado de la creatividad, ente por demás esquivo. Inspirado en Marat, Robespierre, Rousseuau y Lefevre, escribió todas las noches. Envió cartas a Siberia, a Prusia, a los Estados Italianos, a personas que no conoció nunca. Muchos no le respondieron. Escribió a favor y en contra de la revolución, extrañando y odiando a las mismas mujeres, pintando paisajes suizos de alpes nevados o interiores oscuros de las mas negras entrañas humanas.

Una noche de noviembre, mientras contemplaba el cielo lleno de nubes y una gélida corriente de aire, que venia del norte, y traía olor a nieve, pudo ver como dos estrellas en el cielo se movían. Realizaban movimientos circulares sobre las estrellas que daban cierre a la constelación de Cáncer por el lado sur. Mientras, la luna, impávida y distraída, señorial como siempre permanecía estática y brillando con una displicente luz, mas poderosa y penetrante que otras noches. Un escalofrío súbito, sin previo aviso, recorrió el cuerpo de Cuyes, absorto en mirar la danza de dos estrellas que marcaban el ritmo y daban cierre a la constelación de Cáncer por el lado sur.

Cuyes entró en el recuerdo de tiempos pasados, vividos, soñados y perdidos. Entró en el calmo mar de la añoranza, que , tibia, lo bañaba y llenaba la capacidad de sus pulmones, impidiéndole respirar bien. Iba ahogándose en la contradicción del prejuicio y el ideal. Entre lo que la vida es y lo que hacemos con ella. Cuyes vio rostros de mujeres sonrientes envueltas en sabanas blancas, todas le decían amado, todas reían mostrando blancos dientes perfectos, y lenguas coloridas, majestuosas y listas para el amor. Cuyes desconocía , era un lego en esas cuestiones. Siempre vivió solo, en la torre donde de noche escribía y una vela que danzaba movida por el hálito candente del normando le hacía compañía. La revolución enfriaba los sentimientos de los timoratos y el corazon de Benoit se enfriaba con los años y la imaginación perdida en arrebatos febriles de creatividad. Cuyes se ahogaba. Y mientras moría  dos estrellas danzaban en algún lugar de la constelación de Cáncer al sur. Cuyes se ahogaba. Y despertaba.

Amaneció muerto. Duros los músculos del cuerpo y los de la cara sonriente. Fue llevado al cementerio del pueblo y enterrado sin honores ni bendición en una tumba sin nombre. Al mismo tiempo que fue enterrado, se sintió danzando con las estrellas, y viajando hacia los mares del sur, donde, en julio, nacería en los pastizales de una pueblo rodeado de montañas, con un molino en el pináculo de la vista, de frente a un lago de aguas azules oscuras, con piedras como almohada y sol como techo. Solo los recuerdos pueden aflorar en imaginar, en argumentar historias para que alguien, quizás dentro de miles de años, y , al leerlas, pueda entender, y sentir, como el lo hizo.

Quizás el único que pudo ver las estrellas moverse, y pudo comprender que eran trazos de una escritura incompresible  perdió la vista a temprana edad. Sin embargo pudo transmitirnos que los libros son universos y que hay un punto, también un libro, que es el centro de todo y todos.


martes, 27 de noviembre de 2012

Comic

Muchas tardes suelo sentarme en el balcón luego de regresar del trabajo. Me llevo algún libro y lo leo aprovechando la corriente de aire que da vida al noveno piso, así las tardes son una brisa para mi mente y para mi cuerpo. Generalmente el sol pega ya cuando está en un angulo muy bajo sobre las paredes del departamento haciendo que todo se vuelva de un tono anaranjado. Las sombras de los muebles y las plantas del interior, me recuerdan las danzas alrededor del fuego que nuestros ancestros bailaron. Por fuera, la hora pico atasca los autos cuyos conductores tocan bocina intentando revertir el atasco que sufren todos los días. Eso sucede de lunes a viernes, mientras leo en el balcón.

No puedo evitar pensar que mientras en algún lugar suenan los teléfonos, el transito colapsa, personas gritan y el mundo se divide en deberes y haceres ordenados y rutinarios, yo leo un libro. Y que cada cual construye su propia realidad. Muchas veces miro hacia abajo desde el balcón y veo pasos apurados y autos.  Creo que si no me moviera por 24 horas o mas vería como el sol sale y se pone cruzando el cielo todo los días. También observaría el nacer de los atascos de transito, y sentiría el dióxido de carbono entrar en mis pulmones en horas pico. Observaría el ir y venir de  gente, escucharía sus peleas de pareja, oiría sus quejas constantes y, quizás, alguna vez los escucharía darse cuenta de lo que tienen alrededor. Mi calma y mi posición me dan otra perspectiva. Desde lo alto, todo se ve con otro ritmo, como si la vida urbana se tratara de un rito acompañado por un sonido, el de los bocinazos.

Hay días que imagino cosas. Sueño despierto que estoy en lo alto de un cerro de piedra, con los pies descalzos acomodados entre el pasto. El sonido del viento es lo unico que viene a mis sentidos mientras tengo los ojos cerrados. Luego me levanto y al abrirlos, mi hijo corre sin dirección, da vueltas en el pasto hasta que cae extenuado en un ataque de risas y jadeos. Cuando voy a buscarlo me siento a su lado y entrelazo mis manos por sobre las rodillas y con la cabeza en blanco pienso en lo maravilloso que es ese momento. Beso y abrazo al hijo que no es mi hijo. 

Tengo, en la realidad, un hijo de dos años y siete meses. Se llama Santiago y se parece mucho a mi. Ayer mirábamos la lluvia desde el piso, sentados contra el ventanal que separa el balcón de la sala. Yo estaba con todo el cuerpo estirado sobre el piso, y el , sostenido por sus endebles (aun) piernitas, se apoyaba con las palmas contra el vidrio, de modo que podía seguir con el dedo el serpentear de las gotas. Sus ojos negros veían algo y como en un acto reflejo su cara se transformaba en una sonrisa rosada. Otra veces los ojos se le ponían mas oscuros y profundos, su cara adquiría expresión de estar concentrado, quizás preguntándose los por qué. Así pasamos la tarde del viernes. 

Ya no tengo relación alguna con la mamá de Santiago. De hecho, nunca la tuve a pesar de haber sido pareja por mas de 10 años. Los días que no está el departamento, a pesar de la vida que tiene, se torna aburrido. Y mis tardes suelen repetir la contemplación de los otros que gritan en la vereda y tocan las bocinas de sus autos.

- Yo no se. Realmente me resulta incomodo vivir acá. Sabes?, esto no es lo que quiero para Santiago.- Digo mirando el vaso lleno de cerveza fria que tengo en mi mano derecha. El mono con el que converso toma un sorbo de cerveza helada y no disimula el ruido que emite al pasar por el esófago.

-Lo entiendo- dice el mono - no es fácil estar en contacto con la naturaleza en la ciudad. Yo sé que lo que mas le agrada es el campo, el aire libre y la libertad de salir a caminar en el silencio. Teniendo en cuenta eso, su posición es difícil. No creo que tenga que recordarle que su hijo, no es su propiedad, debe tener en cuenta también que es un individuo que está capacitado desde corta edad para tomar decisiones. Eso ya se lo dije. El problema, según lo veo yo, es que ustedes, y cuando digo ustedes, hablo de los humanos en general, es que siempre educan a sus hijos basándose en sus angustias, gustos, deseos y temores. Así en vez de crear sujetos libres, continúan reproduciendo su existencia, y la vida de ustedes en sociedad en una continuidad, por mas que se nieguen en verlo. Pero eso, ya se lo dije en nuestra conversación de la semana pasada- El mono vuelve a tomar cerveza.

El mono es un carayá misionero. Mucho tiempo vivió encerrado en un sótano de una casa en San Isidro, donde fue a parar luego de que lo sacaran de su hábitat para tenerlo como mascota. En el sótano  solo y aburrido, leyó a diario, los libros que sus captores tenían en viejas cajas. Me contó que así aprendió español, francés y latín  idiomas que habla a la perfección. Aunque también entiende de lenguas sajonas, portugués y chino cantonés. Dados sus conocimientos, no le resultó difícil conseguir trabajo. Tenia ingresos considerables haciendo home office para una empresa dedicada al rubro aduanero. Según me dijo, falsificó una identidad y todas las entrevistas las tuvo online usando avatares de otras personas. Lo conocí hace tres años en un foro virtual sobre el cambio climático, tema que me interesaba y a través del cual inicié varias amistades. Se presentó como Hans Marx, un alemán radicado en Argentina desde los años 50. Despues de mucho intercambio de  información sobre ecología, CFC's y el deterioro progresivo de la capa de ozono, Hans me dijo que realizaría una visita a Buenos Aires que le gustaría que no viéramos  Aun recuero mi sorpresa cuando abrí la puerta y un mono carayá entró a mi departamento. El mono me explicó la situación con palabras claras y entendí que lo que estaba pasando era extraño pero real. Después de todo, qué impedía a los monos leer y hablar. Hans me dijo que ese no era su verdadero nombre, que los nombres son etiquetas que se usan para desnaturalizar la esencia que se arrastra al nacer y ponen un alma ficticia a las personas. Que la esencia va mas allá del nombre que se le de a algo, y, aunque no estaba de acuerdo con la denominación, le gustaría que lo llame mono (uno) ya que era único.

El mono se alojó en casa. Colabora con el alquiler y suele cocinar ocasionalmente. Se lleva muy bien con Santiago, a quien cuida como si fuera su hijo. Y Santiago por su parte, siente fascinacion cuando el auyador emite ruidos solo perceptibles por los infantes. Ese, de hecho, fue un punto de acuerdo: la presencia del mono no podía ser descubierta, dados los resultados obvios que conllevaría. Con el tiempo, aproximadamente dos años de convivencia, el mono se convirtió en un compañero de la vida.

Ahora tomamos cerveza en el living, mientras el sol cae sobre Buenos Aires.

- No entiendo esto de construir ciudades, construir hacía arriba, habiendo tanto espacio sin ocupar. No quiero entrar en cuestiones filosóficas que sé que le aburren, pero debería pensar en eso. - El mono siempre me trata de usted, es algo que mantiene a pesar de que intenté corregirlo. 
- Supongo que tiene que ver con cuestiones de usos y utilidades - continuó, mirando hacia el balcón - que hacen que algunos de ustedes, los humanos, vivan hacinados aquí mientras que otros exploten económicamente los lugares donde ustedes querrían estar. Se que no tiene sentido, menos diciéndolo en voz alta. Ha hecho alguna vez, se ha hecho, mejor dicho, un cuestionamiento absoluto y total de los conceptos que sirven de base para todo lo que cree, todo lo que hace, todo lo que piensa?. Ha jugado usted en el campo de la duda radical?. Para la concepción psíquica de ustedes, los humanos, sería abominable ir tan lejos, al punto en el que destruyan lo que crearon, sin embargo, sería sano. Inténtelo. Quédese pues, con algo que lo aferre al mundo real, pero después imagine, cuestione, piense. Nunca de por sentado nada, nunca piense en términos de que algo es verdad. La libertad de la duda los hará libres, o los enloquecerá, cosas que son lo mismo en un fino punto de roce común. 

Pienso unos minutos qué contestar. Muchas veces me deja sin palabras, otras vierte ideas que me llenan de desasosiego pero a la vez son liberadoras. Desarrollan cuestiones que parecian selladas dentro de mi cabeza. Tomo de un trago el resto de cerveza de mi vaso. 

- Si, te endiendo lo que me decís. Pero muchas veces es dificil cuestionar todo hasta ese punto. También pensemos en que muchas cosas las heredamos. A vos que te gusta Marx, acordate de la famosa frase que decía que los hombres hacen las historia en condiciones no elegidas por ellos. Digo, tampoco todo depende de que cada uno se cuestione cosas.

- Es cierto. Muy cierto. Pero cuando veo los vivaces ojos de Santiago, imagino que en cada uno de ustedes, los humanos, está latente el potencial transformador. Es tan simple y básico como no aprender las cosas que les son enseñadas, si no cuestionarlas, llegando al conocimiento propio. Santiago lo hará  estoy seguro. Y debe sentirse orgulloso. Ahora quiero tomar otra cerveza, voy a buscarla- El mono se levantó al finalizar la frase. Yo me quedo pensando, como siempre después de nuestras charlas. Afuera los bocinazos declinan entrada la noche y aparecidas ya las primeras estrellas. Santiago duerme con su mamá. 

domingo, 18 de noviembre de 2012

La imaginación al poder

Por el momento
todo es
imaginación,
que puja
y piensa en
vos.

(Quizás tal vez
por ahí
se haga real)

Y nuestras manos
se toquen,
y nuestros labios
se besen,
y nuestros cuerpos
descansen,
juntos

Te agradezco
por imaginarte,
que es lo mas lindo
que puedo pensar.
Pensarte.

Y si sos risa,
cada mimo al alma
es un torbellino
en la realidad.
Es la transformación
de las estructuras;
es la revolución total.
Poder a los soviets,
vayámonos a amar.

Papeles ciegos


A ella le gustaban los libros. Tengo que decir que mucho mas que a mí, que me gustan mucho por cierto. Pero ella estaba enamorada de ellos, no los prestaba a nadie, incluso a mi. Hacia anotaciones secretas en los margenes de las paginas. Anotaciones donde compartía con los libros cosas que pensaba o sentía. Era un momento donde además del hecho de compartir, oculto detrás de ese significado, había otro mensaje, uno que se inspiraba en el amor consumado. Lo mismo sentía yo cuando nos acostábamos en el pasto y nos acariciábamos mientras compartíamos pequeños mundos particulares. Y así un simple ombú, por poner un ejemplo, interactuaba con nosotros. Y sus raíces se teñían de felicidad, y quizás de envidia, al vernos tan enamorados.

Si empecé hablando de ella en pasado, es porque esta historia transcurrió en un mundo que ya no es el presente. Como todo amor significativo tuvo un final. De hecho, creo que lo que hace insuperable un amor es su terminación violenta, inesperada pero sincrónica a la vez. Mientras produce la ruptura se crea como la referencia de lo que fue alguna vez. He ahí el carácter del amor, ir mas allá de lo real.

Lucía y el ombú fueron argumentos de un cuento que escribí hace unos años. Era la época en la que aun estábamos enamorados, la idea del cuento vino a mi mientras mirábamos el atardecer sobre las aguas del río Uruguay. Esa tarde supe que ella era lo que yo quería en el mundo. Lo demás no me importaba, nada me hacía mas feliz. La vida no existía sin nosotros juntos. Y mientras pensaba eso, recuerdo que un fuerte dolor, como si hubieran apretado mi corazón desde dentro, punzó mi pecho. A partir de ahí el miedo de perderla adquirió vida, sentido de realidad, realidad de sentido. Y ese, ahora lo veo con claridad, fue un punto de no retorno.

Yo la amaba, de eso no tengo duda. Aunque a partir de mi miedo la relación fue tomando rumbos que hubiera sido mejor evitar. El carácter secreto de nuestra relación fue un condicionante. Es verdad que hubiera gritado a los cielos que la amaba, y me hubiera encargado que toda la ciudad lo supiera, pero ella tenia su familia; yo, podría decirse, también tenía gente que corría el riesgo de salir lastimada. Así que no hice nada. Oculté mis deseos de fugarme con ella a una isla en Entre Ríos, quizás en un lugar tan profundo que para cuando quise rescatarlos habían sido engullidos tras las puertas de mi conciencia.

El miedo que sentía a perderla fue avanzando de tal forma que opacaba lo que la amaba, lo que la amé. Y así fuimos viéndonos cada vez mas esporadicamente. Yo sabía, sí, que ella era feliz  cosa que ella me afirmaba cada vez que nos veíamos. Sin embargo, verla tan feliz, siendo yo un manojo de nervios, ansiedades y miedos, era un sendero hacia el odio. Sinsentido mayúsculo que nunca llegue a entender por qué. Sin embargo lo sentía. Con el transcurrir de nuestro amor, fui odiándola. Tan grande fue ese sentimiento que muchas veces pensé en terminar con nuestros encuentros, para ese punto reducidos ya a unas veces al mes. Mi actitud hacía solo empeorar y empecé a tejer, actitud que me reprocho viéndola en perspectiva, una amplia maraña de manejos por parte de ella. Así  que ella no me atendiera el celular o no respondiera mis mensajes eran la carnalización de mis miedos de perderla. Y así, un péndulo de enfermedad se agregó al catalogo de mis virtudes.

Llegado un momento, era evidente que tenia que decidirme. O continuaba con la historia y descendía por un espiral de locura a los confines mas turbios de la razón, o apartaba lo que el amor significaba en mi vida.

Ya hace un año que no la veo. Debo decir que no fue fácil mudarme y cortar con todo lo que me recordaba a ella. No frecuento lugares con agua, con rio, mar o laguna. Tampoco contemplo mas la luna ni los amaneceres. Ahora fumo, y muchas veces bebo mas de lo que debería para cancelar el futuro paralelo que, algunas veces, viene a mi en sueños. Tengo que aclarar que no le reprocho nada. Simplemente yo no pude manejar mi miedo a estar separado de ella, lo que degeneró en esta locura. 

Pero, para cancelar ese miedo, debí confrontar otro, cuyas repercusiones no alcanzo ahora a vislumbrar. Siempre tuve miedo de vivir sin estar enamorado, lo que para mi significa dotar de sentido la existencia, y al renunciar a ella siento olas de algo negro que me recorre por dentro y que en cada embestida ganan algo mas de espacio. Ayer intente recordarla, pero no pude. Ya la olvidé. Ya no amo, y no creo que vuelva a hacerlo. La seguridad muchas veces aniquila la emoción.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Cerrito y Libertad


Las nubes iban moviéndose despacio, llevadas por un viento que apenas se sentía. Sobre el agua del río, la corriente, eterna, movía en un sentido el fluir de las aguas. Sobre esta calma que petrificaba todo lo que rodeaba mi visión,  divagaba sumido en meditaciones poco importantes. Tras caminar 45 minutos, encontré el lugar perfecto para descansar. Saqué el mate de la mochila y deje que el tiempo y el espacio se fusionaran en un magma color naranja que al cerrar los ojos reflejaba toda lo que estaba por fuera. 

Lo primero que pensé fue poner en ritmo mi respiración con lo circundante. Así como el río que escuchaba se movía a partir de un latido que manaba de el, y que se proyectaba a los demás objetos que estábamos cerca, cada esfera de lo natural tiene sus latidos propios. Mi respiración debía a la vez que encontraba su ritmo, conectarse con el ritmo universal de la naturaleza. 

Después de evitar que brotaran pensamientos, de apagar mi mente por unos eternos segundos, dejando así que todo llegara a mis sentidos, de alguna forma pensé en la metáfora planteada por Platón, la alegoría de la caverna. Las luces no niegan la oscuridad, mas bien opacan otras. Así como en el cielo del campo se pueden ver las estrellas que en la ciudad no. En la oscuridad de las luces pensamos que todo es cognoscible o registrable, sin embargo, pienso que son verdades que construimos por el simple hecho de tener algo en que creer. La seguridad ontológica de que hay una verdad que garantice que el sol salga mañana.

A medida que fue atardeciendo pude ver el sol transformarse en una estela de color naranja que cubría la punta de los arboles y reflejaba su luz sobre el agua. Hice unas anotaciones en un cuaderno que después devolví con parsimonia a la mochila. Estaba recuperando la conciencia individual, después de haberme fusionado con la naturaleza. Esta teoría de la fusión no es nueva, son muchas las culturas que atribuyen a los hijos de la naturaleza la capacidad de conectarse con ella, de entender su llamado. No es que tuviera creencias metafísicas al respecto, pero siempre valoré el conocimiento que tuviera que ver con el contacto por sobre la fría teoría científica de la modernidad. Vale mas un beso que toda la teoría cinética molecular, y es mas importante para la vida humana. Hay mas tonalidades de verde en las hojas de una planta que en las pinturas o , incluso, un universo mas complejo que una palabra, "verde". Quizás como sociedad solo hacemos copias, reproducciones que intentan parecerse a un original.

Sentía que una gran revelación de sentido estaba próxima a las hojas de los robles, a la piedras y al olor de la menta que podía tocar solo con extender una mano. Sin embargo, el grito de mi jefe me despertó de golpe. Efectivamente estaba atardeciendo y el sol pugnaba por superar los vidrios opacos del edificio donde estaba. Debía finalizar la carga de datos y el armado de planillas. En ellas, no había color. El único ruido perceptible era el propio de la isla de cemento*.

* James Graham Ballard.








viernes, 9 de noviembre de 2012

Voces de roces


(ejercicio)

La vida solo tiene sentido si entendemos que la vemos desde una perspectiva. La cuestión se deriva a que lado es el que priorizamos ver. Yo prefiero ver la flor que fue, al hierro; y si tengo que crearla o imaginarla, es cuestión de tiempo para que sea real. Lo real primero está dentro nuestro, luego lo exteriorizamos. Asi, hacemos el amor, que primero se hizo dentro de cada uno.

Agincourt/El Imperio de la Razón

1-


Llevamos tres días marchando de vuelta a Caláis donde esperan nuestros barcos para la retirada. Caminamos a paso rápido, aun bajo una lluvia persistente. El peso de nuestros arcos de madera se ha incrementado consecuencia del agua y la humedad, y muchos de nosotros nos hemos despojado ya de nuestras armaduras de cota de malla. También cargamos el peso de una humillante derrota sobre los hombros. En estos momentos todos ansiamos de sobremanera cruzar el canal y volver con nuestras familias.Las guerras no cambian, siguen siendo el fruto de la contienda de nuestros señores, que nos envían a pelear por cuestiones que no entendemos, que no nos importan, pero que valen mas que nuestras vidas. Para nosotros Normandia importa menos que la sonrisa de nuestros hijos, que no vemos hace seis años, pero aun así nos obligan a combatir. No sé si sera obra de Dios el que seamos ciervos de guerra. Puede ser considerada una herejía, pero estoy empezando a dudar de que el Señor tenga algo que ver con esta guerra donde luchó mi padre y donde mi hijo lo hará también.

Dicen que los francos son bárbaros. Pero no puedo mentirme a mi mismo y negar que vi tanta crueldad de su lado como del nuestro. No podemos comernos nuestros caballos por una disposición Real, pero la carne de humana si es permitida bajo la condescendencia divina.

Soy uno de los pocos que sabe leer y escribir. Es un privilegio que heredé de mi padre. También quiero pasarle el don a mi hijo, quiero también que el tenga mi visión de lo que es la guerra, guerra que no elegirá combatir.

Ayer pasamos por un pueblo arrasado por la peste, y por los propios franceses. La mayoria de las casas estaban abandonadas. Los habitantes huyeron al este, a internarse en los bosques con la esperanza de poder escapar de la guerra. Otros perecieron a causa de la fiebre y los cadáveres poblaban las camas de los hogares ya desiertos.  El villorio, alguna vez de los mas prósperos de Normandia, estaba agonizando. Los cuerpos se pudrían en las calles y la humedad daba mayor presencia al hedor a muerte. Había tanta cantidad que ya no se enterraban. Algunos se quemaban, ante la protesta de los pocos eclesiásticos que quedaban. Pero la mayoría permanecía en su lugar  después de muertos. Niños vagaban sin rumbo por el pueblo en busca de sus familiares ya fallecidos y pedían, sin suerte, ayuda a los pocos habitantes que decidían salir de sus casas. Los nobles dejaron el pueblo ante los primeros indicios de la muerte desbocada. Lo que quedaba eran pobres que morían. No permanecimos mucho tiempo en el lugar. Suponíamos que las tropas francesas venían detrás, así que luego de descansar unas horas continuamos el viaje.


A muchos nos afectó lo visto, la desolación, la miseria de la guerra, nos hizo sentir muy apenados. Ahora marchábamos sin hablar, mientras parvas de cuervos giraban por sobre nuestras cabezas, en presagio del destino.

Si sobrevivimos al contraataque francés quiero que estas notas sean entregadas a mi hijo, quien vive en las afueras de Lancaster a dos leguas de la entrada a la ciudadela, por el camino del norte. También a mi mujer. Quiero ambos vivan los tiempos de paz , de sol, de pequeñas flores amarillas que crecen en el verde de los campos. No tocó a nosotros hacer el trabajo sucio de la historia, ver en la cara los hechos que dentro de cien años serán pasado y nadie recordará. 

Escuchamos el galope de la cabellería francesa. Vamos a entablar el combate sabiendo que somos numéricamente inferiores y que nuestros arcos y flechas humedas no pueden ganar en condiciones normales. Quizás nuestra posibilidad sea la de pelear esta ultima batalla con la esperanza de que sea la ultima de

2-


Estas notas se encontraron por casualidad en una casa de una familia de Agincourt. Según se pudo investigar luego de la batalla, donde el escritor fue muerto a pesar de la sorprendente victoria inglesa, los habitantes de varios pueblos vecinos se hicieron con algunas pertenencias de los caídos. Es común ver en casas rurales de la zona espadas, armaduras y utensilios que datan de esa época y que pasaron de generación en generación.

La familia Debuchy encontró las notas dentro de un cuaderno cuando se disponían a una mudanza. Luego de leerlas se puso en contacto con la alcaldía de Agincourt y así fue que el hecho tomo notoriedad. En consenso con la familia, el gobierno francés decidió entregar las notas a los herederos del autor de las mismas, de apellido Williams.

En la modernidad, las guerras siguen librándose por los mismos motivos, y siguen trayendo las mismas consecuencias. Quizás este sea un mensaje de esperanza en el medio del caos. 

La Batalla de Agincourt tuvo lugar en 1415, en el marco de la Guerra de los Cien Años. La élite de la caballería francesa fue masacrada por arqueros e infantería británicos que se encontraban en retirada y fueron alcanzados. Historiadores afirman que las condiciones climáticas y la incapacidad de las tropas francesas para adaptarse a condiciones del terreno y de batalla cambiantes propiciaron la derrota.

Esta batalla es aun hoy estudiada como uno de los grandes hitos de la estrategia militar y se la considera un punto de inflexión para la posterior victoria y ocupación de Francia por parte de Inglaterra.


domingo, 4 de noviembre de 2012

Naturaleza



Qué puedo decir,
Si cada palabra
que decís 
es una pincelada
en el cielo de verano.

Qué puedo pensar,
si solamente veo
tus lunares 
tus
estrellas.

Qué puedo sentir
si tu sonrisa
hace 
que me olvide
todo.

Simplemente
puedo entonces
ser
y feliz.

Quizas
solo pueda
darte flores,
cielo
y una mano 
para que agarres
con las tuyas
de colores.

lunes, 22 de octubre de 2012

Fulbito literario

Latinoamerica: 4-1-2-3

Borges


          Filloy      Vallejo      Levrero   Eloy Martinez


Cortazar


  Bolaño       Galeano



Mujica Lainez                         Asturias
 Walsh


Suplentes: Benedetti; Forn, Horacio Quiroga; Macedonio Fernández, Arlt, Saccomanno; Martí.

DT: Marcelo Bielsa


Resto del mundo: 3-4-1-2

Tolstoi


Murakami  Faulkner  Unamuno



Ballard       Carver        Chejov       Hesse  


Goethe


Dostoievski   Hemingway


Suplentes: Joyce; Orwell, Withman; Mann, Conrad; Pessoa, Kafka.

DT Josep Guardiola

Suelos de primavera, sueños del despertar


Vayámonos lejos
preferiblemente en bicicleta,
para quedarnos cerca
abrazados.

Busquemos atardeceres,
mediodías,
amaneceres, anocheceres,
lunas llenas.
Luces y sonidos.

Soñemos que podemos
ser felices,
amarnos,
reirnos.
Moldear el tiempo
y el espacio
con los dedos del otro
en los cuerpos propios.

Volvamos
y contemos a los demás
que volamos y
nadamos.

Descubramos eso
que tenemos dentro
y que tanto nos
gusta del otro
aunque
aun no lo sepamos.
Aun.

Y aunque
no lo sepamos
nunca.

sábado, 20 de octubre de 2012

Fueguitos



Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y hay gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.


El libro de los Abrazos - Eduardo Galeano


La revolución en un sueño eterno


Con el comienzo de la temporada de lluvias el aire se carga de frescura y humedad. Es un ciclo natural que ocurre año tras año, inmutable, como las mareas. En esta tranquila constancia el mundo marca el pasar de los segundos de su vida. A pesar de que me muevo por la ruta siento que no voy a ningún lado, que el movimiento de mi traslación representa mucho menos que un punto en un camino que nunca voy a poder vislumbrar. Viajar en la noche lo pone a uno a pensar cosas, quizás cosas que no quiere pero que aparecen reflejadas en las luces de los coches que vienen de frente. El frío del exterior penetra en el auto, mientras, mi mujer duerme. No intento mirarla cuando está inmersa en sus sueños, hace tiempo comprendí que cuando dormimos los dos soñamos cosas distintas.

La mujer que ahora duerme a mi lado sigue durmiendo, pensando cosas que no yo no puedo comprender. Siento el ruido de sus engranajes dentro del auto, es un ruido seco y gastado, de un mecanismo que se encendió hace tiempo pero ha dejado de servir. Continuará haciéndolo hasta que el desgaste o la falta de combustible que posibilita el movimiento lo detengan. No controlamos nada, solo la forma en la 
que herimos o nos hieren. Tengo ganas de despertarla y decirle lo que pienso, pero encuentro varios obstáculos -no sabría ciertamente qué es lo que pienso- y desisto. Me concentro en el manejo y miro las estrellas que se abren camino entre un claro de nubes. La lluvia no para, pero ha menguado la intensidad. Vuelvo a tener ganas de hablarle, pero está dormida. Faltando la posibilidad de interacción, enciendo la radio del auto. Un locutor cuenta los detalles del azote de un tifón en algún país que no conozco, donde murieron mas de tres mil personas. Cambio de emisora hasta que encuentro música. Jazz. Reconozco que es una canción de Wynton Marsalis, probablemente de All Rise. All Rise, pienso. La mujer sigue durmiendo mientras entro en trance con la música y se abren nuevas sensaciones dentro mio. Pienso que nuestros momentos como pareja siempre fueron momentos en los que estuvimos separados.

Amanece al otro día. Decidimos tomar unas vacaciones y viajamos quince horas en auto para llegar al mar. La familia de ella tiene una casa en un pueblo casi desconocido, que preserva su pureza aislando sus olas azules, sus casas blancas y sus pinos verdes del resto del mundo. El paraíso debe ser conocido por pocos para ser paraíso. Vuelvo a pensar en que todo se subleva en algún momento. -All Rice-.

Me siento en la playa mientras el mar acompasa mis pensamientos, los pone en sincronía con el mundo exterior. Respiro tranquilidad y sal que flota a mi alrededor, casi puedo sentir las moléculas chocar contra la piel de mi cara. Mi mujer está en la casa, ella odia los días grises y ventosos. Sobre la arena escucho el ruido del mar y del viento que se entremezclan formando un solo arrullo suave, delicado , devastador , sombrío. Y mi mujer está en la casa. Casi que puedo escuchar su ruido, ese cric crac de los mecanismos, engranajes, poleas, liquido hidráulico y bombas que la componen. Cric crac. Entre ella y mi auto ya no hay mucha diferencia.

Me acuerdo de mis años de juventud. De lo lejano y distante que se proyectaba un futuro que prometía superación , revolución, anarquía; pero que nos dejó lo mismo que hubo existido antes nuestro. Cric crac y vacuidad, oigo. Me acuerdo del color de los ojos de la que no es mi mujer, mientras el mar se exalta con mis recuerdos e incrementa su poder de embestida contra la costa. Comprender no nos ayuda en nada cuando el comando lo tiene el sentir.

Cuando vuelvo a la casa, lo hago caminando despacio. En realidad lo que quiero hacer es fumar en la noche mientras contemplo el mar, mientras el viento me mueve como una hoja a la deriva. Al llegar descubro que mi mujer duerme. Se quedó dormida en el sillón de la sala con la televisión prendida y ahora un pastor brasilero que habla en portuñol me ofrece la salvación de mi alma. -Interesante oferta- digo en voz alta. Siento la arena en mi cuerpo, pero no me baño. No quiero desprenderme de esa sensación, así que voy a dormir directamente. Mi mujer sigue en el sillón.

El otro día, extrañamente, amanece soleado y sin viento. Me levanto después de pasar un tiempo con la mente en blanco en la cama. Mi mujer no está, seguramente ha ido a la playa para aprovechar el día. Puede permanecer todo el día tirada en la arena mientras el sol le reseca la piel. Ella es feliz con eso. Yo no salgo, me quedo el día en la casa escuchando algunos discos que llevé imaginando que iba a ocurrir esto. Alterno mi día leyendo y pintando una serie de cuadros de la luna. Hago esto impulsivamente, la retrato sobresaliente en un fondo de estrellas que brillan en un lienzo pintado de negro. Ella es blanca, con lunares, cráteres, e imperfecciones que la embellecen. Su imagen está grabada dentro mio, por eso necesito exteriorizarla pintando. Quizás esto es lo que hace que no oiga los propios ruidos mecanizados que también están activos en mi interior.

***

Años después, cuando me acuerdo de ese viaje, reflexiono sobre como los cambios estacionales nos cambian también No podemos permanecer indiferentes a lo que nos rodea. Ese tiempo pasado con mi mujer en la playa sirvió para acelerar el paso de la temporada de lluvias. El viento que me despojó de la pesada carga de la decisión de alejarme del cric crac, no era otro cosa mas que un soplo de esperanza. Viéndolo en retrospectiva ese viaje fue el mas decisivo de mi vida.

Cuando volvíamos en el auto, desperté a mi mujer y le dije que al llegar iba a irme de casa. Recuerdo que no pareció sorprenderle. Lo comprendió con tristeza, pero sabiendo que era lo mejor para los dos. Lo llamativo del caso, algo que aun hoy me pregunto es qué hubiera sido de esa decisión si no hubiera ido a sentarme frente al mar de noche. No puedo figurarme aún la respuesta.

Cada año vuelvo al lugar donde cambié la forma de ver mi vida y espero a que el viento me indique nuevos lugares donde ir.

lunes, 15 de octubre de 2012

El experimento

Hace varios días que pienso cuestiones referidas a la sincronía. ¿qué pasaría si cada persona deja de cumplir el libreto que le es asignado?. No quiero pensar que somos meros actores de algo que está mas allá de nuestro entendimiento, pero hay días en que siento que no estamos muy lejos de esa afirmación. 

Ni bien me despierto abro las cortinas del ventanal que da una parte de las sierras. Normalmente el sol sale por el medio de dos picos, inicia su periplo por el cielo del lado derecho donde está la montaña mas alta, para acabar luego de hacer una linea recta del otro lado. Suelo tomar té sentado en el piso, leyendo las noticias en mi computadora, hasta que el astro recorre la distancia que separa las dos montañas. Cuando la luz queda eclipsada por el cerro de la izquierda, es momento de comenzar el día. Generalmente salgo a caminar y sobre el mediodía vuelvo a comer y distraerme un rato. Escribo algunas notas para el diario por la tarde y cuando el cielo anaranjado anuncia que el anochecer se acerca despido el día con otra caminata. Eso lo hago cuando estoy en mi casa.

Volver a Buenos Aires me fastidia. La sensación se posa en cada poro de mi cuerpo y forma una capa que me cubre y me aísla  Yo mismo noto la distancia que mi mal humor pone sobre el resto. Con el tiempo aprendí a aceptar esto, y ahora prácticamente lo tomo como una parte importante de mi personalidad. También la ciudad me desconcentra. Cada vez que tengo que venir a realizar algún tramite pierdo por varios días las ganas de escribir. Realmente produce en mí un efecto de cerrazón. Puedo leer una biblioteca entera y no acordarme de los títulos de los libros.

Para evitar este efecto planeé una estrategia. Quiero ver cuan libres pueden ser mis ideas cuando mi cabeza tiene que estar concentrada en un punto fijo. Esa es la idea, el desafío de hoy. Aunque puede parecer fácil concentrarse he llegado a la conclusión de que es una de las cosas mas difíciles, por lo menos de las que mas me cuesta a mí. Quizás por eso valoro desde una curiosidad respetuosa aquellas personas que meditan o son capaces de concentrar su energía mental en un punto y mantenerla a su voluntad. En mi caso el contexto lo dificulta aun mas. Siento que me enfrento en una lucha quijotesca contra factores contextuales que conspiran contra mi autopropuesta de hoy.

Voy a empezar a escribir sobre algo que no es en realidad el argumento central de lo que escribo, pienso esto cuando enciendo la computadora para redactar la ultima crónica que me encargaron. Escribir en ese contexto tan prohibitivo debe ser liberador, o espero que lo sea. Esto es lo mejor que encuentro para hacer después de comer. Escucho en la radio que va a llover, aunque antes de enterarme podía sentir el olor a lluvia flotando en el aire que respiraba. Es inevitable ya, pienso. Aun en Buenos Aires soy receptivo a estas cosas de la naturaleza. De alguna forma me hace feliz mantener esta capacidad incluso con el pasar de los años.

Hay cierta violencia revolucionaria en la lluvia, la misma que a veces encuentro en la mirada de personas que cruzo por la calle. Claro que ellos no pueden verse y no lo distinguen. Afuera llueve y en muchas partes la gente corre a guarecerse del agua. La ciudad se vuelva romántica con la lluvia. El agua que cae nos recuerda lo vulnerables que somos ante la naturaleza. Algo tan simple y bello como las gotas de agua modifican los andares sobre los que construimos nuestras vidas. Eso es una prueba de poder y de simpleza a la vez, y contiene un elemento majestuosamente natural como el batir de las alas de una mariposa en primavera.

Permanezco todo el día haciendo trabajos atrasados, encerrado en una habitación de un hotel céntrico. Sin embargo cierta sincronización con el mundo me llama la atención: hay un libro que se llama como mi abuelo, y un pintor austriaco que lleva su nombre también y nació el mismo día que yo, pero en el siglo dieciocho. Quizás las cosas siempre fueron eso que es distinto a lo que creímos que eran. Y , como en un espejo distorsionado, reflejan deformaciones que llamamos Verdad. 

Extenuado por el encierro, la falta de mi ritual al despertarme y cierto malestar que no sé a que atribuir, la mañana siguiente salgo a caminar. El cielo aún está encapotado, y sigo sintiendo que este no es mi lugar. Camino por Avenida Santa Fe en sentido a Plaza Italia. Hay poca gente en la calle y encuentro eso tranquilizante. He desarrollado una incomodidad molesta frente a las grandes multitudes porteñas, aunque ya no intento combatirla como en visitas anteriores. Después de ver un par de vidrieras vuelvo al hotel.

Ya en mi habitación descubro que no pude concentrarme y evitar verme avasallado por mis no ganas de estar en la ciudad. Pero, y esto es algo extraño, hay un sentimiento reconfortante en mi. Decido no seguir pensando en estos asuntos y me voy a dormir. Extrañamente sueño que voy recorriendo Avenida Santa Fe como el día anterior. Presto mucha atención a las miradas de la gente, formas de observar, ojos , ausentes. 

Soñé lo mismo por siete días. Exactamente la cantidad de días que estuve en Buenos Aires, y también el día y el mes en que cumplo años. Detrás de estos datos hay algo mas que el significado que le doy a los números. Algo habla a través de la realidad. También recuerdo una imagen que me quedó del sueño, la veo mientras el sol hace el recorrido todas las mañanas: dos ojos negros, una mirada distinta que crucé con alguien caminando. Lo desconcertante es que esos ojos siguen la trayectoria del sol, como si ellos me miraran. No puedo evitar pensar en Nietzsche y la metáfora de que cuando alguien contempla algo, ese algo también lo contempla. 

Pero hay algo mas en esos ojos. Hay una sensación de viento y lluvia fría de primavera, quizás también el olor a pasto recién cortado y a frutillas que crecen en algún campo del sur, mientras un tren se desplaza por una pradera verde en Devonshire y ella está en su casa mirando la lluvia que le trae nostalgia.

lunes, 8 de octubre de 2012

El comienzo

Como toda idea se origina en un punto difuso. Es la interconexion de un entramado de recuerdos, sensaciones y estímulos recibidos durante algún periodo de tiempo que de alguna manera se aglutinan creando algo nuevo. En cierta medida para que podamos crear, necesitamos invariablemente estar sumergidos en un mundo de ideas y sensaciones que nos preceden. Cómo funciona esa selección es todavía motivo de desconocimiento. Hay una disputa que los atribuye a factores biológicos, psicológicos y culturales. Sin embargo el punto de vista de cada uno de estos no basta para una explicación. Mucho menos me explico de qué manera puedo pasar esa abstracción teórica a mi experiencia personal.

La pregunta por la creación me invadió ayer en el sueño, por lo que estoy escribiendo sobre esto ahora aunque no recuerde haber soñado. Siempre pensé que somos prisioneros de cosas que están por fuera nuestro, que la vida es una lucha entre la prevalencia de lo interno por sobre lo externo, o viceversa.  Y creo que el hecho de que un sueño me obligue a escribir sobre él viene a confirmar parte de verdad sobre esa afirmación. 

Pienso en que el día anterior no fue atípico en ningún sentido, pero siento lo contrario. Una caminata por las sierras a la tarde junto con mi perro vino a ser lo desestructurante de un día que se me pasó rápido. No se a que se debe que ayer no transcurriera con el pegajoso andar que la rutina le impregna a los días que suelen significar comunes. Un día mas. Otra vuelta de la tierra alrededor del sol. Sin embargo, y por algún motivo que escapa a mi entendimiento, ayer fue distinto.

Mientras intento seguir escribiendo me detengo a contemplar la biblioteca, voy y vengo paseando frente a los libros como si de ellos pudiera salir algún rayo que transmute mi creatividad. Mis ojos se detienen sobre un titulo " La Metamorfosis" de Kafka. Mutatis mutandi era la expresión en latín que llamaba a cambiar solo que aquello que fuera necesario. La metamorfosis, difiero, no es una cuestión de voluntad transformadora especifica. Así como en Volver al Futuro, todo cambio por mas pequeño que sea necesariamente es la parte de un cambio estructural. Me asusta mi tendencia al conservadurismo en estas cuestiones. Aunque para mis interiores me tranquiliza saber que mi deseo por el status quo viene a ser esa sensación que conseguí al dejar el ruido del mar y venir al silencio de la montaña. Y cuando pienso en metamorfosis, recuerdo la metáfora de la chica que luego de hermosa se transformó en un puñal. Lo que dió de comer a muchos novelistas, escritores, dramaturgos, cineastas, gurués de lo emocional y etcs. Es decir que el (des)amor es el motor de la historia, o por lo menos de la economía de buena parte de la gente (¿que hubiera sido del genio de Goethe sin Werther?).

Volviendo a lo sucedido ayer, lo que sería en términos mas concretos volver al pasado, me acuerdo de algo llamativamente extraño. Antes de dormirme, mientas estaba con los ojos cerrados en la penumbra, quizás en esa sensación confusa de duermevela, podía ver colores con los ojos cerrados. Mi lógica de pensamiento, mas cercana a la racionalidad que a la explicación por fenómenos no científicos, atribuyó ese hecho a presión ocular. Ahora descreo de esto, sobre todo por un hecho puntual: los colores estaban sobre mi derecha, como si un algo mágico que yo no pudiera ver si no tenia los ojos cerrados estuviera a mi lado. Algo así como un eclipse en la oscuridad, pero no uno que obstruyera la luz; si no que la magnificara.

Tengo ganas de viajar. Entiendo los viajes como necesidades del alma, sea lo que sea aquello que se entienda como tal. Alma es esas ganas de hacer algo no planeado y necesario que dé verdaderamente gusto hacer. Y aunque sé que tiene mucho mas que ver con lo inconsciente prefiero llamarle alma. O tal vez necesite esa conceptualización para darme cuenta de que la lógica no puede explicar todo. Siguiendo con la necesidad del viaje, pienso en un viaje a Europa, desde Portugal a Siberia en tren. Hay una fuerza muy grande de mi voluntad, entusiasmada solo con el hecho de la planificación del viaje, puesta de manifiesto en esta idea. Mientras lo pienso, un zorzal viene a cantar en mi ventana y la transcendencia del futuro se pierde en la contemplación del presente. Ahora mi mente está concentrada en el animal.

Extrañamente hoy el día comienza distinto, cargado de una niebla verde que ligeramente da un tono fluo a las cosas. Me gusta la supremacía de ese color por sobre los otros. Es lo que tiñe esta etapa del año, que así como parte de la naturaleza nos afecta de alguna forma. Reverdecer debería ser un verbo mucho mas importante. Es un buen día para salir a caminar por los senderos montañosos que rodean la casa. 

Y ahora que releo lo escrito, entiendo que todo esto es una excusa para decir otra cosa. Algo no llega a ser ficción o verdad, si no que comprende parte de cada una. Pensamiento y sensación.

Dejo la maquina de escribir de lado, agarro el abrigo y me golpeo el muslo para llamar a mi perro que corre hacia mi moviendo la cola. Salimos de la casa mientras el sol asoma y el color fluo de la niebla se acentúa. En mis oídos resuenan palabras en francés que no comprendo, quizás alguna reminiscencia del sueño. Lo que me tranquiliza es saber que es su voz, y que ya la conocía de antes incluso de conocerla.

domingo, 7 de octubre de 2012

Berlin - Fragmento

Una mañana calurosa y con una humedad tal que se podían ver las gotas de agua serpentear en al aire, estaba desayunando frente a Alexanderplatz. Ahora la plaza volvía recuperar la calma perdida, Berlín oriental toda lo hacia. Policías con uniforme de la RDA dejaban ver los AK 47 que portaban, cuyo metal emitía brillos fulgurantes. Fuera de ese detalle, la vida iba retornando a su ritmo habitual. Siempre me gustó Berlin, mucho mas ahora que la contemplaba ociosa como despertandose del sueño reparador de la noche previa. Es una de las pocas ciudades que me despierta sentimientos. A pesar de lo tenso del ambiente, el ir y venir de los guardias y la lucha contra las necesidades diarias y la racionalizacion sovietica, la gente se ve tranquila. Va y viene en otro tempo que del lado occidental. Es verdad que aquí las carencias son otras y , quizás al no tener la cultura occidental mediando, son mucho mas notoriamente desesperantes. Pero quienes llevan adelante la vida a conciencia de que las necesidades elementales son pocas parecen vivir a gusto de este lado del muro.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Cuzco

El espacio que queda después de haber amado se convierte en un cascaron hueco, vacío, dispuesto a volver a llenarse. Es fácil llenarlo nuevamente con rencor o alguna otra cosa que tenga que ver con los sentimientos de ese dejar de amar. Pero cuando no los hay, es como arrastrar un carro con un caparazón muerto y pesado tras uno. Por lo menos esta mañana pienso en eso mientras desayuno.

A eso de las 7 cuando voy por el quinto mate de la mañana y la pava en el bracero silva indicándome que estoy calentando mucho el agua, Braulio pasa con su perro detrás. Como todas las mañana va a comprar el pan para el desayuno. Antes solía hacerlo la esposa, Chicha, pero ahora que hay panadería a 50 cuadras suelo verlo pasar todas las mañanas con Mingo, su perro, tras el.  El can es un cuzco sin raza ya entrado en años también. Sin embargo cada día va tras su dueño con, creo yo, la convicción de acompañarlo  no por la recompensa que recibe, ese pedazo de pan que Braulio mastica a la vuelta y del que el can obtiene parte. Veo admiración en los ojos del perro, en faustas miradas de cruzo con el animal parece indicarme que también ellos son capaces de admiración y amor desinteresados. Intercambio saludos desde la calle con Braulio y su perro. Le respondo que se cuide y que le dé saludos a doña Chicha. El hombre y el can prosiguen su viaje. 

A la vuelta pasan otra vez en silencio, hombre y perro, como sumidos en meditaciones trascendentales, quizá alcanzando la solución a esa cuestión que los perturbaba al despertarse. Aparto un poco algunas brazas para darme mas calor en los pies. Permanezco sentado hasta que los primeros rayos de sol alcanzan mi piel. Esta costumbre de levantarme a ver los amaneceres siempre la tuve. Solía acompañar la salida del sol tomando mate con mi mujer. Nos sentábamos en el porsche de la entrada con el fuego y la pava y esperábamos a que saliera el sol. Ella iba poniendo la masa para los bollos en el horno de barro mientras los primeros pájaros del alba surcaban el cielo. Veíamos el paso del cielo oscuro lleno de puntos azulados al cálido rosa y naranja del comienzo del día. Momentos así me hacían el hombre mas feliz. 

Una familia de horneros hizo nido sobre uno de los postes del alambre del campo de enfrente. Hay días que solo el pasar de Braulio y su perro me sacan de la contemplación del nido, puedo decir que soy un fiel observador de esta familia. Atrás de la casa, donde está el molino suelo dejar algunas veces algo de comida para que lleven. No se por qué hago esto, de alguna manera creo que puedo ayudar a estos pájaros cuya vida pasaría igual sin mi existencia. Reflexiono fumando un cigarrillo, siempre hice lo mismo.

Almuerzo temprano, a las 10 de la mañana, una papa con cebolla y huevos revueltos. No tengo necesidad de salir a comprarlas afuera, todo lo que como lo obtengo de mi propio campo. Después de comer, voy a buscar leña a un pequeño bosque que mantengo en uno de los laterales de la casa. A medida que camino, voy dándome vuelta verla. Cada paso que doy, que me aleja, voy viendo la casa mas deteriorada y falta de cuidado. Pienso mientras doy un suspiro que tendré que hacer refacciones antes de que lleguen los vientos y tormentas fuertes del verano.

El pasto está alto pero mi ir y venir de todos los días hizo un sendero de tierra por el cual penetro en el bosque. Debo pedirle el tractor a Braulio, el pasto ya me llega a la cintura. El quebrachal tiene el aroma propio de un bosque cerrado, cuyo ecosistema mantiene a la fuerza a raya todo lo exterior. El aire se respira distinto dentro. Hay veces, cuando no tengo nada para hacer que suelo adentrarme todo un día. Permanezco recorriendolo o sentado. Siempre llevo unas naranjas para saciar hambre y sed. Me es indispensable tener estos momentos de claridad, y , aunque no sea un esclarecido ni mucho menos hay veces que se me ocurren cosas interesantes. Otras , paso el tiempo de recordándome de mi juventud y de mi mujer.

Hoy siento olor a pan casero que el viento trae de algún lado. Mezclado con el olor del quebracho produce una sensación de dulzura y bienestar. La unión del hombre con la naturaleza no puede ser mas armoniosa en este momento. Llego al claro donde está el hacha y me siento sobre la tierra usando un árbol cortado como respaldo. Saco una naranja que llevo en el bolsillo y la pelo con el cortaplumas pacientemente, luego la como. 

Mingo aparece en el claro, el cuzco luce una mirada de sorpresa al verme allí temprano. En su lógica  y quizás al haberme observado ya varias veces, esperaba que me dispusiera a cortar leña por la tarde, después de un paseo mas prolongado por el quebrachal. Lleva un pan en la boca. Se queda mirándome esperando mi reacción. Son unos segundos en donde nos miramos a los ojos y nos comprendemos, donde sentimos ese intercambio que solo se alcanza una vez y por instantes en la mirada del otro. Sus dos ojos negros dejan entrever la espera y la esperanza. Me quedo pensando en lo raro que es sentir tanta identificación en la mirada de un animal. Mingo lleva el pan para una perra que tiene cría, quizás de él. Ella lo espera el otro lado del claro. Al ver esta situación solo puedo reflexionar que la verdad, lo que está tras la sombra de lo cotidiano, solo aflora a nosotros cuando por alguna razón salimos de la rutina, de lo que hacemos a diario y solo puede contemplarse un instante hasta que se convierte en parte de lo ritual. 

Me levanto y emprendo la vuelta a casa. Se que el bosque me abriga del sol del mediodía que caerá sobre mi en cuento salga. Con el hacha al hombro y el andar cansino propio de mi edad, pelo una naranja y la como pacientemente.



sábado, 29 de septiembre de 2012

Levrero

"Somos inteligentes: hemos fracasado en el amor"


***

El violento oficio de escribir depende de muchas cosas. Quizás y para la clase gente que escribe de la forma en que yo lo hago, sea una cuestión acumulativa. Es necesario que pase algo por dentro mio para que se transforme en alguna cosa, en otra cosa, o pueda camuflar lo irracional de mi inconsciente (lo que desea que escriba) en algo que yo pueda darle forma, tanto para mí como para quien lee, y que de esa forma se cierre un circulo.

Estoy dándome cuenta de que, al no tener nada dentro mio(ahora), sufro de la falta de claridad a la hora de escribir. Fumo mucho, engordé y cierta ansiedad antes no sentida me arrebata momentos del día (estuve monitoreado con un holter por complicaciones de mi arritmia). También  estoy quedándome pelado. Discuto mucho con mi mujer, lo que también me da la pauta de que hay algo que no anda bien.

Como decía  no tengo nada dentro mio. Ese "algo" que antes hacia que escribiera sobre su sonrisa ya no está. Creo que Ella lo alejó y lo sigue haciendo. Por mas que me diga que no lo hace, lo siento en sus actitudes. Y aunque Ella no es mi mujer, la amo. Realmente pensé muchas veces en que, y no puedo evitar pensar en lo telenovelesco de esta frase, Ella era Ella. Y lo sentía así. No se si decir que eso era amor (amor siento por mi mujer). Era otra cosa. Era la remota posibilidad de la pareja, la compañera con la que pasar momentos de la vida. Alguien a quien yo entendiese, y Ella lo hiciera conmigo. Lo que parece tan simple, pero a la vez es tan difícil en las relaciones de pareja. Complementariedad.

Escribí muchas veces sobre Ella, algunas veces se lo decía mientras le acariciaba los lunares de la espalda; otras ni se imagina. Era inspiradora su sonrisa, sus ojos, sus orejas; el solo verla. Y que Ella se fijase en mi, a pesar de todo, era una verdadera oleada de sentimientos y sensaciones que me llenaban de alguna manera. Y eso, supongo, hacia que pudiera escribir cosas que superaban lo que yo considero mi limite (me considero un escritor muy mediocre por cierto). Ella sabe que yo escribía así por Ella.

Así que la perdida es doble; perdida por Ella, porque sentía cosas que nunca imagine que podría sentir y también por mi creatividad y mi sentido literario (obviamente a esta altura es lo que menos me importa). 

Entonces, al perderla a Ella, perdí el pasado que paso ser uno lleno de recuerdos que no pueden ser; el presente, al deteriorarse mi salud y mi creatividad; y el futuro, sabiendo que nunca voy a poder superar mis limites creativos, pero mas importante, sabiendo que sin Ella no voy volver a sentir eso.

Lo interesante del caso, es saber que hay que seguir con los sueños a pesar de las limitaciones. En algún sentido (en todos) Ella es única e irremplazable para mi, pero acepto el reto que significa una vida para encontrarle un nuevo significante (el significado me corresponde a mí). Como le digo a mi editor cuando me presiona para escribir, necesito enamorarme otra vez. Ya se que con Ella escribía así, quizás sea necesario, entonces, escribir de otra manera. 
Y aunque para ella sea un pelotudo (le doy parte de razón). 

Ella, es Melpomene, musa del teatro que lleva en sus manos la mascara de la tragedia (en el sentido griego) y es como la vida misma, "se halla rodeada de fortalezas, armas y laureles y a su arrogancia se une la tristeza de la soledad, se la representa apoyada sobre una maza para indicar que la tragedia es un arte muy difícil que exige un genio privilegiado y una imaginación vigorosa."

 








viernes, 28 de septiembre de 2012

El discurso vacío


"Aquello que hay en mí, que no soy yo, y que busco.
Aquello que hay en mí, y que a veces pienso que
también soy yo, y no encuentro.
Aquello que aparece porque sí, brilla un instante y luego
se va por años y años.
Aquello que yo también olvido.
Aquello próximo al amor, que no es exactamente amor;
que podría confundirse con la libertad,
con la verdad
con la absoluta identidad del ser
y que no puede, sin embargo, ser contenido en palabras
pensado en conceptos....."