martes, 27 de noviembre de 2012

Comic

Muchas tardes suelo sentarme en el balcón luego de regresar del trabajo. Me llevo algún libro y lo leo aprovechando la corriente de aire que da vida al noveno piso, así las tardes son una brisa para mi mente y para mi cuerpo. Generalmente el sol pega ya cuando está en un angulo muy bajo sobre las paredes del departamento haciendo que todo se vuelva de un tono anaranjado. Las sombras de los muebles y las plantas del interior, me recuerdan las danzas alrededor del fuego que nuestros ancestros bailaron. Por fuera, la hora pico atasca los autos cuyos conductores tocan bocina intentando revertir el atasco que sufren todos los días. Eso sucede de lunes a viernes, mientras leo en el balcón.

No puedo evitar pensar que mientras en algún lugar suenan los teléfonos, el transito colapsa, personas gritan y el mundo se divide en deberes y haceres ordenados y rutinarios, yo leo un libro. Y que cada cual construye su propia realidad. Muchas veces miro hacia abajo desde el balcón y veo pasos apurados y autos.  Creo que si no me moviera por 24 horas o mas vería como el sol sale y se pone cruzando el cielo todo los días. También observaría el nacer de los atascos de transito, y sentiría el dióxido de carbono entrar en mis pulmones en horas pico. Observaría el ir y venir de  gente, escucharía sus peleas de pareja, oiría sus quejas constantes y, quizás, alguna vez los escucharía darse cuenta de lo que tienen alrededor. Mi calma y mi posición me dan otra perspectiva. Desde lo alto, todo se ve con otro ritmo, como si la vida urbana se tratara de un rito acompañado por un sonido, el de los bocinazos.

Hay días que imagino cosas. Sueño despierto que estoy en lo alto de un cerro de piedra, con los pies descalzos acomodados entre el pasto. El sonido del viento es lo unico que viene a mis sentidos mientras tengo los ojos cerrados. Luego me levanto y al abrirlos, mi hijo corre sin dirección, da vueltas en el pasto hasta que cae extenuado en un ataque de risas y jadeos. Cuando voy a buscarlo me siento a su lado y entrelazo mis manos por sobre las rodillas y con la cabeza en blanco pienso en lo maravilloso que es ese momento. Beso y abrazo al hijo que no es mi hijo. 

Tengo, en la realidad, un hijo de dos años y siete meses. Se llama Santiago y se parece mucho a mi. Ayer mirábamos la lluvia desde el piso, sentados contra el ventanal que separa el balcón de la sala. Yo estaba con todo el cuerpo estirado sobre el piso, y el , sostenido por sus endebles (aun) piernitas, se apoyaba con las palmas contra el vidrio, de modo que podía seguir con el dedo el serpentear de las gotas. Sus ojos negros veían algo y como en un acto reflejo su cara se transformaba en una sonrisa rosada. Otra veces los ojos se le ponían mas oscuros y profundos, su cara adquiría expresión de estar concentrado, quizás preguntándose los por qué. Así pasamos la tarde del viernes. 

Ya no tengo relación alguna con la mamá de Santiago. De hecho, nunca la tuve a pesar de haber sido pareja por mas de 10 años. Los días que no está el departamento, a pesar de la vida que tiene, se torna aburrido. Y mis tardes suelen repetir la contemplación de los otros que gritan en la vereda y tocan las bocinas de sus autos.

- Yo no se. Realmente me resulta incomodo vivir acá. Sabes?, esto no es lo que quiero para Santiago.- Digo mirando el vaso lleno de cerveza fria que tengo en mi mano derecha. El mono con el que converso toma un sorbo de cerveza helada y no disimula el ruido que emite al pasar por el esófago.

-Lo entiendo- dice el mono - no es fácil estar en contacto con la naturaleza en la ciudad. Yo sé que lo que mas le agrada es el campo, el aire libre y la libertad de salir a caminar en el silencio. Teniendo en cuenta eso, su posición es difícil. No creo que tenga que recordarle que su hijo, no es su propiedad, debe tener en cuenta también que es un individuo que está capacitado desde corta edad para tomar decisiones. Eso ya se lo dije. El problema, según lo veo yo, es que ustedes, y cuando digo ustedes, hablo de los humanos en general, es que siempre educan a sus hijos basándose en sus angustias, gustos, deseos y temores. Así en vez de crear sujetos libres, continúan reproduciendo su existencia, y la vida de ustedes en sociedad en una continuidad, por mas que se nieguen en verlo. Pero eso, ya se lo dije en nuestra conversación de la semana pasada- El mono vuelve a tomar cerveza.

El mono es un carayá misionero. Mucho tiempo vivió encerrado en un sótano de una casa en San Isidro, donde fue a parar luego de que lo sacaran de su hábitat para tenerlo como mascota. En el sótano  solo y aburrido, leyó a diario, los libros que sus captores tenían en viejas cajas. Me contó que así aprendió español, francés y latín  idiomas que habla a la perfección. Aunque también entiende de lenguas sajonas, portugués y chino cantonés. Dados sus conocimientos, no le resultó difícil conseguir trabajo. Tenia ingresos considerables haciendo home office para una empresa dedicada al rubro aduanero. Según me dijo, falsificó una identidad y todas las entrevistas las tuvo online usando avatares de otras personas. Lo conocí hace tres años en un foro virtual sobre el cambio climático, tema que me interesaba y a través del cual inicié varias amistades. Se presentó como Hans Marx, un alemán radicado en Argentina desde los años 50. Despues de mucho intercambio de  información sobre ecología, CFC's y el deterioro progresivo de la capa de ozono, Hans me dijo que realizaría una visita a Buenos Aires que le gustaría que no viéramos  Aun recuero mi sorpresa cuando abrí la puerta y un mono carayá entró a mi departamento. El mono me explicó la situación con palabras claras y entendí que lo que estaba pasando era extraño pero real. Después de todo, qué impedía a los monos leer y hablar. Hans me dijo que ese no era su verdadero nombre, que los nombres son etiquetas que se usan para desnaturalizar la esencia que se arrastra al nacer y ponen un alma ficticia a las personas. Que la esencia va mas allá del nombre que se le de a algo, y, aunque no estaba de acuerdo con la denominación, le gustaría que lo llame mono (uno) ya que era único.

El mono se alojó en casa. Colabora con el alquiler y suele cocinar ocasionalmente. Se lleva muy bien con Santiago, a quien cuida como si fuera su hijo. Y Santiago por su parte, siente fascinacion cuando el auyador emite ruidos solo perceptibles por los infantes. Ese, de hecho, fue un punto de acuerdo: la presencia del mono no podía ser descubierta, dados los resultados obvios que conllevaría. Con el tiempo, aproximadamente dos años de convivencia, el mono se convirtió en un compañero de la vida.

Ahora tomamos cerveza en el living, mientras el sol cae sobre Buenos Aires.

- No entiendo esto de construir ciudades, construir hacía arriba, habiendo tanto espacio sin ocupar. No quiero entrar en cuestiones filosóficas que sé que le aburren, pero debería pensar en eso. - El mono siempre me trata de usted, es algo que mantiene a pesar de que intenté corregirlo. 
- Supongo que tiene que ver con cuestiones de usos y utilidades - continuó, mirando hacia el balcón - que hacen que algunos de ustedes, los humanos, vivan hacinados aquí mientras que otros exploten económicamente los lugares donde ustedes querrían estar. Se que no tiene sentido, menos diciéndolo en voz alta. Ha hecho alguna vez, se ha hecho, mejor dicho, un cuestionamiento absoluto y total de los conceptos que sirven de base para todo lo que cree, todo lo que hace, todo lo que piensa?. Ha jugado usted en el campo de la duda radical?. Para la concepción psíquica de ustedes, los humanos, sería abominable ir tan lejos, al punto en el que destruyan lo que crearon, sin embargo, sería sano. Inténtelo. Quédese pues, con algo que lo aferre al mundo real, pero después imagine, cuestione, piense. Nunca de por sentado nada, nunca piense en términos de que algo es verdad. La libertad de la duda los hará libres, o los enloquecerá, cosas que son lo mismo en un fino punto de roce común. 

Pienso unos minutos qué contestar. Muchas veces me deja sin palabras, otras vierte ideas que me llenan de desasosiego pero a la vez son liberadoras. Desarrollan cuestiones que parecian selladas dentro de mi cabeza. Tomo de un trago el resto de cerveza de mi vaso. 

- Si, te endiendo lo que me decís. Pero muchas veces es dificil cuestionar todo hasta ese punto. También pensemos en que muchas cosas las heredamos. A vos que te gusta Marx, acordate de la famosa frase que decía que los hombres hacen las historia en condiciones no elegidas por ellos. Digo, tampoco todo depende de que cada uno se cuestione cosas.

- Es cierto. Muy cierto. Pero cuando veo los vivaces ojos de Santiago, imagino que en cada uno de ustedes, los humanos, está latente el potencial transformador. Es tan simple y básico como no aprender las cosas que les son enseñadas, si no cuestionarlas, llegando al conocimiento propio. Santiago lo hará  estoy seguro. Y debe sentirse orgulloso. Ahora quiero tomar otra cerveza, voy a buscarla- El mono se levantó al finalizar la frase. Yo me quedo pensando, como siempre después de nuestras charlas. Afuera los bocinazos declinan entrada la noche y aparecidas ya las primeras estrellas. Santiago duerme con su mamá. 

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