sábado, 10 de noviembre de 2012

Cerrito y Libertad


Las nubes iban moviéndose despacio, llevadas por un viento que apenas se sentía. Sobre el agua del río, la corriente, eterna, movía en un sentido el fluir de las aguas. Sobre esta calma que petrificaba todo lo que rodeaba mi visión,  divagaba sumido en meditaciones poco importantes. Tras caminar 45 minutos, encontré el lugar perfecto para descansar. Saqué el mate de la mochila y deje que el tiempo y el espacio se fusionaran en un magma color naranja que al cerrar los ojos reflejaba toda lo que estaba por fuera. 

Lo primero que pensé fue poner en ritmo mi respiración con lo circundante. Así como el río que escuchaba se movía a partir de un latido que manaba de el, y que se proyectaba a los demás objetos que estábamos cerca, cada esfera de lo natural tiene sus latidos propios. Mi respiración debía a la vez que encontraba su ritmo, conectarse con el ritmo universal de la naturaleza. 

Después de evitar que brotaran pensamientos, de apagar mi mente por unos eternos segundos, dejando así que todo llegara a mis sentidos, de alguna forma pensé en la metáfora planteada por Platón, la alegoría de la caverna. Las luces no niegan la oscuridad, mas bien opacan otras. Así como en el cielo del campo se pueden ver las estrellas que en la ciudad no. En la oscuridad de las luces pensamos que todo es cognoscible o registrable, sin embargo, pienso que son verdades que construimos por el simple hecho de tener algo en que creer. La seguridad ontológica de que hay una verdad que garantice que el sol salga mañana.

A medida que fue atardeciendo pude ver el sol transformarse en una estela de color naranja que cubría la punta de los arboles y reflejaba su luz sobre el agua. Hice unas anotaciones en un cuaderno que después devolví con parsimonia a la mochila. Estaba recuperando la conciencia individual, después de haberme fusionado con la naturaleza. Esta teoría de la fusión no es nueva, son muchas las culturas que atribuyen a los hijos de la naturaleza la capacidad de conectarse con ella, de entender su llamado. No es que tuviera creencias metafísicas al respecto, pero siempre valoré el conocimiento que tuviera que ver con el contacto por sobre la fría teoría científica de la modernidad. Vale mas un beso que toda la teoría cinética molecular, y es mas importante para la vida humana. Hay mas tonalidades de verde en las hojas de una planta que en las pinturas o , incluso, un universo mas complejo que una palabra, "verde". Quizás como sociedad solo hacemos copias, reproducciones que intentan parecerse a un original.

Sentía que una gran revelación de sentido estaba próxima a las hojas de los robles, a la piedras y al olor de la menta que podía tocar solo con extender una mano. Sin embargo, el grito de mi jefe me despertó de golpe. Efectivamente estaba atardeciendo y el sol pugnaba por superar los vidrios opacos del edificio donde estaba. Debía finalizar la carga de datos y el armado de planillas. En ellas, no había color. El único ruido perceptible era el propio de la isla de cemento*.

* James Graham Ballard.








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