domingo, 2 de junio de 2013

Un Medico Rural

Escritos en la soledad de la noche, tras una jornada laboral anodina y estéril, estos relatos, reunidos bajo los títulos de Un médico rural y Percepciones, suponen una cumbre en el arte de Franz Kafka como cuentista. Esta edición presenta en un solo volumen, y en una nueva y excelente traducción, relatos imprescindibles de la producción kafkiana, como «Un médico rural», «Informe para una Academia», «Ante la Ley» o «El deseo de ser piel roja». Pequeñas obras maestras, tan inquietantes como reveladoras del talento del que fuera uno de los escritores más influyentes del siglo XX, que constituyen grotescos y crueles retratos de lo frágil y desesperado de la condición humana.



Leer a Kafka es en cierta medida leer todo lo que se escribió después de él. No solo se encuentran respuestas a su escritura o continuidades argumentativas retomadas por otros escritores; si no que que es la esencia de la condición humana la que perdura trasmutada en la escritura a partir de Franz Kafka. No es posible entender la importancia para el mundo literario que tuvo la obra de Kafka únicamente leyendo El Proceso, La Metamorfosis o La Muralla China. Como en cualquier autor, es necesario leer toda su obra. Y en el caso de Kafka estos relatos operan como una ventana al mundo interno de uno de los mayores talentos literarios de todos los tiempos; a la vez que son una ventana al interior de cada uno de nosotros los lectores. Ni Kafka ni nadie puede hacerse cargo de lo que cada uno puede encontrar en estos fragmentos, que es solamente eso que necesita y se busca al momento de leer.

***
¡Cuanto poder de persuasión tiene el aire después de una tormenta! Mis méritos se me aparecen, y me abruman aunque no les ofrezco ninguna resistencia.
Voy caminando, y mi marcha va al ritmo de este lado de la calle, al ritmo del barrio. Por justicia, soy el responsable de todos los golpes a las puertas o sobre los tableros de las mesas; de todos los brindis, de las parejas de amantes en sus lechos, en los andamiajes de las nuevas construcciones, o las que están pegadas a los muros de las casas en las calles oscuras, o las que yacen en las otomanas de los prostíbulos.
Sopeso mi pasado junto a mi futuro, mas ambos me parecen magníficos. No puedo dar primacía a ninguno de los dos, y solo puedo hacer reproches a la injusta providencia que tanto me ha favorecido.
Pero cuando entro en mi habitación estoy algo pensativo, si bien al subir las escaleras no he hallado nada que justifique una reflexión. Poco me ayuda abrir la ventana de par en par, y que en algún jardín estén tocando música.

...

Porque somos como troncos de árboles en la nieve. Parece que están apoyados en la superficie, y que se los puede mover con un pequeño empujón. No, no es posible. Porque están firmemente unidos a la tierra.
Pero, atención, también esto es pura apariencia.




 

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