-Que
la inmensidad del tiempo fue una invención propia para justificar su
existencia. Eso es lo que trato de decirte-, dijo en un grito ahogado
por el odio. - Nunca nada de lo que puedan hacer perdurará; se mantendrá
algún tiempo sí, pero sucumbirá finalmente a la erosión de elementos
tan naturales como el viento, el agua y la arena.-
Luego de escuchar sus palabras se desvaneció con la corriente de
aire que arrastró las hojas que ahora volaban frente a la mesa del bar.
Hojas de roble, de álamo y de cipres que se contorneaban marcando un
ritmo que parecía caos, pero que era el ritmo propio de las hojas
flotando al viento. Volví a concentrarme en el libro. Seguí esperando
que ella viniera dando sorbos al café y aguardando las señales del mundo
circundante.
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