sábado, 29 de junio de 2013

Confesiones de Marte a Venus.


"Sexo- dije.- Eso es lo que queremos."

Guillermo Saccomano, Prohibido Escupir Sangre. Ed de la Flor, 1984.

El sexo es un arma, nuestro sexo. Es un arma de liberación, donde no hay heridos, donde dos cuerpos se unen en vez de desmembrarse, con el único fin que puede representar el placer. Por eternos momentos cada uno se representa en el otro, lo que se traduce en metamorfosis, en el cambio de cuerpos y la liberación de la mente. Es aprender que los dedos, la boca, la lengua pueden ser usados como puentes. Es entender como los cuerpos son la plataforma del deseo, del sentir, de todo lo negro y reprimido pero también de todo lo luminoso y puro que habita las profundidades humanas y las del alma. Y, simplemente, es la revolución, la disolución de las estructuras físicas y mentales que sostienen al Ser. No puede ser de otra forma, porque es nuestro. Y eso es todo y lo único que queremos. 

A diferencia del amor, que es asimétrico, donde alguno siempre está por encima o por debajo en cuanto a sentimiento, y por ende a sufrimiento, el sexo nos iguala. Y a pesar de que vos no seas lo que busco ni yo lo que buscas, estos encuentros nos complementan en el delicioso caos de la imperfección. Quizás por esto, cada mañana al despertarme no estás, y el perfume del vacío que llevas en tu piel sea la mejor compañía para estos días de invierno. Tal vez existas para demostrarme que las cosas simples y profundas aun pueden existir cuando todo se vuelve de piedra y el solsticio da comienzo al frío sepulcral que será nuestro verano.





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