La literatura es maravillosa. Realmente lo es. Permite sentir lo que sentía hace 150 años un habitante de Siberia, imaginar su vida, su mundo, sus sentimientos. Permite que nos adentremos en las negruras del alma o que tengamos que cerrar los ojos ante la luminiscencia de una conciencia especial.
Hay tantos escritores como estilos, pero ninguno es igual a otro. Los hay de verso largo y parsimonioso, escritores cuyas historias requieren desarrollo para carretear hacia las nubes; también están los que en una linea despliegan un mapamundi de colores, personajes y sensaciones. En cuanto a los motivos, es mentira que se escribe para decir. Se escribe para no decir, para dejar escapar cosas que no se pueden verbalizar y que van ocupando lugar en el sótano pedregoso de la memoria. Pero también se escribe por amor, por deseo o por falta. Se alinean palabras por venganza, traición placer, ensueño, se escribe por no tener motivo aparente.
Escribir es democrático y no requiere ningún don, talento o requisito mas que ordenar palabras. No es necesario ser un letrado, ni disponer de tiempo ocioso, ni tener preparación Hay escritores que escriben y sus lectores son victimas, por decirlo así, de un puente imaginario, una compenetración que es cercana al ensimismamiento de los ritos de iniciación de las tribus más antiguas.
Hay, también, escritores desconocidos. Son aquellos que influencian a los grandes que quedan en la memoria de las civilizaciones. Son las fuentes primigenias de inspiración, materia prima con la que se construye la grandeza y el renombre.
Muchos escritores tienen particularidades del carácter. Extrovertidos o ermitaños lobos solitarios, adictos a drogas duras, al amor, al misticismo, a la tecnología, a la sonrisa de algún otro que lee del otro lado del mundo. También los hay violentos, vagabundos, errantes y solitarios o vividores con sus madres, revolucionarios o conservadores. Hay tantos como personas en el mundo.
En 1792, mientras las cabezas rodaban y el robespeirriesmo desataba la ola de sangre que llegaría hasta la modernidad como consecuencia histórica, Benoit Cuyes, escribía a la luz de una vela que danzaba movida por el hálito candente del normando. Con la revolución en marcha, Cuyes sintió el llamado de la creatividad, ente por demás esquivo. Inspirado en Marat, Robespierre, Rousseuau y Lefevre, escribió todas las noches. Envió cartas a Siberia, a Prusia, a los Estados Italianos, a personas que no conoció nunca. Muchos no le respondieron. Escribió a favor y en contra de la revolución, extrañando y odiando a las mismas mujeres, pintando paisajes suizos de alpes nevados o interiores oscuros de las mas negras entrañas humanas.
Una noche de noviembre, mientras contemplaba el cielo lleno de nubes y una gélida corriente de aire, que venia del norte, y traía olor a nieve, pudo ver como dos estrellas en el cielo se movían. Realizaban movimientos circulares sobre las estrellas que daban cierre a la constelación de Cáncer por el lado sur. Mientras, la luna, impávida y distraída, señorial como siempre permanecía estática y brillando con una displicente luz, mas poderosa y penetrante que otras noches. Un escalofrío súbito, sin previo aviso, recorrió el cuerpo de Cuyes, absorto en mirar la danza de dos estrellas que marcaban el ritmo y daban cierre a la constelación de Cáncer por el lado sur.
Cuyes entró en el recuerdo de tiempos pasados, vividos, soñados y perdidos. Entró en el calmo mar de la añoranza, que , tibia, lo bañaba y llenaba la capacidad de sus pulmones, impidiéndole respirar bien. Iba ahogándose en la contradicción del prejuicio y el ideal. Entre lo que la vida es y lo que hacemos con ella. Cuyes vio rostros de mujeres sonrientes envueltas en sabanas blancas, todas le decían amado, todas reían mostrando blancos dientes perfectos, y lenguas coloridas, majestuosas y listas para el amor. Cuyes desconocía , era un lego en esas cuestiones. Siempre vivió solo, en la torre donde de noche escribía y una vela que danzaba movida por el hálito candente del normando le hacía compañía. La revolución enfriaba los sentimientos de los timoratos y el corazon de Benoit se enfriaba con los años y la imaginación perdida en arrebatos febriles de creatividad. Cuyes se ahogaba. Y mientras moría dos estrellas danzaban en algún lugar de la constelación de Cáncer al sur. Cuyes se ahogaba. Y despertaba.
Amaneció muerto. Duros los músculos del cuerpo y los de la cara sonriente. Fue llevado al cementerio del pueblo y enterrado sin honores ni bendición en una tumba sin nombre. Al mismo tiempo que fue enterrado, se sintió danzando con las estrellas, y viajando hacia los mares del sur, donde, en julio, nacería en los pastizales de una pueblo rodeado de montañas, con un molino en el pináculo de la vista, de frente a un lago de aguas azules oscuras, con piedras como almohada y sol como techo. Solo los recuerdos pueden aflorar en imaginar, en argumentar historias para que alguien, quizás dentro de miles de años, y , al leerlas, pueda entender, y sentir, como el lo hizo.
Quizás el único que pudo ver las estrellas moverse, y pudo comprender que eran trazos de una escritura incompresible perdió la vista a temprana edad. Sin embargo pudo transmitirnos que los libros son universos y que hay un punto, también un libro, que es el centro de todo y todos.
viernes, 30 de noviembre de 2012
martes, 27 de noviembre de 2012
Comic
Muchas tardes suelo sentarme en el balcón luego de regresar del trabajo. Me llevo algún libro y lo leo aprovechando la corriente de aire que da vida al noveno piso, así las tardes son una brisa para mi mente y para mi cuerpo. Generalmente el sol pega ya cuando está en un angulo muy bajo sobre las paredes del departamento haciendo que todo se vuelva de un tono anaranjado. Las sombras de los muebles y las plantas del interior, me recuerdan las danzas alrededor del fuego que nuestros ancestros bailaron. Por fuera, la hora pico atasca los autos cuyos conductores tocan bocina intentando revertir el atasco que sufren todos los días. Eso sucede de lunes a viernes, mientras leo en el balcón.
No puedo evitar pensar que mientras en algún lugar suenan los teléfonos, el transito colapsa, personas gritan y el mundo se divide en deberes y haceres ordenados y rutinarios, yo leo un libro. Y que cada cual construye su propia realidad. Muchas veces miro hacia abajo desde el balcón y veo pasos apurados y autos. Creo que si no me moviera por 24 horas o mas vería como el sol sale y se pone cruzando el cielo todo los días. También observaría el nacer de los atascos de transito, y sentiría el dióxido de carbono entrar en mis pulmones en horas pico. Observaría el ir y venir de gente, escucharía sus peleas de pareja, oiría sus quejas constantes y, quizás, alguna vez los escucharía darse cuenta de lo que tienen alrededor. Mi calma y mi posición me dan otra perspectiva. Desde lo alto, todo se ve con otro ritmo, como si la vida urbana se tratara de un rito acompañado por un sonido, el de los bocinazos.
Hay días que imagino cosas. Sueño despierto que estoy en lo alto de un cerro de piedra, con los pies descalzos acomodados entre el pasto. El sonido del viento es lo unico que viene a mis sentidos mientras tengo los ojos cerrados. Luego me levanto y al abrirlos, mi hijo corre sin dirección, da vueltas en el pasto hasta que cae extenuado en un ataque de risas y jadeos. Cuando voy a buscarlo me siento a su lado y entrelazo mis manos por sobre las rodillas y con la cabeza en blanco pienso en lo maravilloso que es ese momento. Beso y abrazo al hijo que no es mi hijo.
Tengo, en la realidad, un hijo de dos años y siete meses. Se llama Santiago y se parece mucho a mi. Ayer mirábamos la lluvia desde el piso, sentados contra el ventanal que separa el balcón de la sala. Yo estaba con todo el cuerpo estirado sobre el piso, y el , sostenido por sus endebles (aun) piernitas, se apoyaba con las palmas contra el vidrio, de modo que podía seguir con el dedo el serpentear de las gotas. Sus ojos negros veían algo y como en un acto reflejo su cara se transformaba en una sonrisa rosada. Otra veces los ojos se le ponían mas oscuros y profundos, su cara adquiría expresión de estar concentrado, quizás preguntándose los por qué. Así pasamos la tarde del viernes.
Ya no tengo relación alguna con la mamá de Santiago. De hecho, nunca la tuve a pesar de haber sido pareja por mas de 10 años. Los días que no está el departamento, a pesar de la vida que tiene, se torna aburrido. Y mis tardes suelen repetir la contemplación de los otros que gritan en la vereda y tocan las bocinas de sus autos.
- Yo no se. Realmente me resulta incomodo vivir acá. Sabes?, esto no es lo que quiero para Santiago.- Digo mirando el vaso lleno de cerveza fria que tengo en mi mano derecha. El mono con el que converso toma un sorbo de cerveza helada y no disimula el ruido que emite al pasar por el esófago.
-Lo entiendo- dice el mono - no es fácil estar en contacto con la naturaleza en la ciudad. Yo sé que lo que mas le agrada es el campo, el aire libre y la libertad de salir a caminar en el silencio. Teniendo en cuenta eso, su posición es difícil. No creo que tenga que recordarle que su hijo, no es su propiedad, debe tener en cuenta también que es un individuo que está capacitado desde corta edad para tomar decisiones. Eso ya se lo dije. El problema, según lo veo yo, es que ustedes, y cuando digo ustedes, hablo de los humanos en general, es que siempre educan a sus hijos basándose en sus angustias, gustos, deseos y temores. Así en vez de crear sujetos libres, continúan reproduciendo su existencia, y la vida de ustedes en sociedad en una continuidad, por mas que se nieguen en verlo. Pero eso, ya se lo dije en nuestra conversación de la semana pasada- El mono vuelve a tomar cerveza.
El mono es un carayá misionero. Mucho tiempo vivió encerrado en un sótano de una casa en San Isidro, donde fue a parar luego de que lo sacaran de su hábitat para tenerlo como mascota. En el sótano solo y aburrido, leyó a diario, los libros que sus captores tenían en viejas cajas. Me contó que así aprendió español, francés y latín idiomas que habla a la perfección. Aunque también entiende de lenguas sajonas, portugués y chino cantonés. Dados sus conocimientos, no le resultó difícil conseguir trabajo. Tenia ingresos considerables haciendo home office para una empresa dedicada al rubro aduanero. Según me dijo, falsificó una identidad y todas las entrevistas las tuvo online usando avatares de otras personas. Lo conocí hace tres años en un foro virtual sobre el cambio climático, tema que me interesaba y a través del cual inicié varias amistades. Se presentó como Hans Marx, un alemán radicado en Argentina desde los años 50. Despues de mucho intercambio de información sobre ecología, CFC's y el deterioro progresivo de la capa de ozono, Hans me dijo que realizaría una visita a Buenos Aires que le gustaría que no viéramos Aun recuero mi sorpresa cuando abrí la puerta y un mono carayá entró a mi departamento. El mono me explicó la situación con palabras claras y entendí que lo que estaba pasando era extraño pero real. Después de todo, qué impedía a los monos leer y hablar. Hans me dijo que ese no era su verdadero nombre, que los nombres son etiquetas que se usan para desnaturalizar la esencia que se arrastra al nacer y ponen un alma ficticia a las personas. Que la esencia va mas allá del nombre que se le de a algo, y, aunque no estaba de acuerdo con la denominación, le gustaría que lo llame mono (uno) ya que era único.
El mono se alojó en casa. Colabora con el alquiler y suele cocinar ocasionalmente. Se lleva muy bien con Santiago, a quien cuida como si fuera su hijo. Y Santiago por su parte, siente fascinacion cuando el auyador emite ruidos solo perceptibles por los infantes. Ese, de hecho, fue un punto de acuerdo: la presencia del mono no podía ser descubierta, dados los resultados obvios que conllevaría. Con el tiempo, aproximadamente dos años de convivencia, el mono se convirtió en un compañero de la vida.
Ahora tomamos cerveza en el living, mientras el sol cae sobre Buenos Aires.
- No entiendo esto de construir ciudades, construir hacía arriba, habiendo tanto espacio sin ocupar. No quiero entrar en cuestiones filosóficas que sé que le aburren, pero debería pensar en eso. - El mono siempre me trata de usted, es algo que mantiene a pesar de que intenté corregirlo.
- Supongo que tiene que ver con cuestiones de usos y utilidades - continuó, mirando hacia el balcón - que hacen que algunos de ustedes, los humanos, vivan hacinados aquí mientras que otros exploten económicamente los lugares donde ustedes querrían estar. Se que no tiene sentido, menos diciéndolo en voz alta. Ha hecho alguna vez, se ha hecho, mejor dicho, un cuestionamiento absoluto y total de los conceptos que sirven de base para todo lo que cree, todo lo que hace, todo lo que piensa?. Ha jugado usted en el campo de la duda radical?. Para la concepción psíquica de ustedes, los humanos, sería abominable ir tan lejos, al punto en el que destruyan lo que crearon, sin embargo, sería sano. Inténtelo. Quédese pues, con algo que lo aferre al mundo real, pero después imagine, cuestione, piense. Nunca de por sentado nada, nunca piense en términos de que algo es verdad. La libertad de la duda los hará libres, o los enloquecerá, cosas que son lo mismo en un fino punto de roce común.
Pienso unos minutos qué contestar. Muchas veces me deja sin palabras, otras vierte ideas que me llenan de desasosiego pero a la vez son liberadoras. Desarrollan cuestiones que parecian selladas dentro de mi cabeza. Tomo de un trago el resto de cerveza de mi vaso.
- Si, te endiendo lo que me decís. Pero muchas veces es dificil cuestionar todo hasta ese punto. También pensemos en que muchas cosas las heredamos. A vos que te gusta Marx, acordate de la famosa frase que decía que los hombres hacen las historia en condiciones no elegidas por ellos. Digo, tampoco todo depende de que cada uno se cuestione cosas.
- Es cierto. Muy cierto. Pero cuando veo los vivaces ojos de Santiago, imagino que en cada uno de ustedes, los humanos, está latente el potencial transformador. Es tan simple y básico como no aprender las cosas que les son enseñadas, si no cuestionarlas, llegando al conocimiento propio. Santiago lo hará estoy seguro. Y debe sentirse orgulloso. Ahora quiero tomar otra cerveza, voy a buscarla- El mono se levantó al finalizar la frase. Yo me quedo pensando, como siempre después de nuestras charlas. Afuera los bocinazos declinan entrada la noche y aparecidas ya las primeras estrellas. Santiago duerme con su mamá.
No puedo evitar pensar que mientras en algún lugar suenan los teléfonos, el transito colapsa, personas gritan y el mundo se divide en deberes y haceres ordenados y rutinarios, yo leo un libro. Y que cada cual construye su propia realidad. Muchas veces miro hacia abajo desde el balcón y veo pasos apurados y autos. Creo que si no me moviera por 24 horas o mas vería como el sol sale y se pone cruzando el cielo todo los días. También observaría el nacer de los atascos de transito, y sentiría el dióxido de carbono entrar en mis pulmones en horas pico. Observaría el ir y venir de gente, escucharía sus peleas de pareja, oiría sus quejas constantes y, quizás, alguna vez los escucharía darse cuenta de lo que tienen alrededor. Mi calma y mi posición me dan otra perspectiva. Desde lo alto, todo se ve con otro ritmo, como si la vida urbana se tratara de un rito acompañado por un sonido, el de los bocinazos.
Hay días que imagino cosas. Sueño despierto que estoy en lo alto de un cerro de piedra, con los pies descalzos acomodados entre el pasto. El sonido del viento es lo unico que viene a mis sentidos mientras tengo los ojos cerrados. Luego me levanto y al abrirlos, mi hijo corre sin dirección, da vueltas en el pasto hasta que cae extenuado en un ataque de risas y jadeos. Cuando voy a buscarlo me siento a su lado y entrelazo mis manos por sobre las rodillas y con la cabeza en blanco pienso en lo maravilloso que es ese momento. Beso y abrazo al hijo que no es mi hijo.
Tengo, en la realidad, un hijo de dos años y siete meses. Se llama Santiago y se parece mucho a mi. Ayer mirábamos la lluvia desde el piso, sentados contra el ventanal que separa el balcón de la sala. Yo estaba con todo el cuerpo estirado sobre el piso, y el , sostenido por sus endebles (aun) piernitas, se apoyaba con las palmas contra el vidrio, de modo que podía seguir con el dedo el serpentear de las gotas. Sus ojos negros veían algo y como en un acto reflejo su cara se transformaba en una sonrisa rosada. Otra veces los ojos se le ponían mas oscuros y profundos, su cara adquiría expresión de estar concentrado, quizás preguntándose los por qué. Así pasamos la tarde del viernes.
Ya no tengo relación alguna con la mamá de Santiago. De hecho, nunca la tuve a pesar de haber sido pareja por mas de 10 años. Los días que no está el departamento, a pesar de la vida que tiene, se torna aburrido. Y mis tardes suelen repetir la contemplación de los otros que gritan en la vereda y tocan las bocinas de sus autos.
- Yo no se. Realmente me resulta incomodo vivir acá. Sabes?, esto no es lo que quiero para Santiago.- Digo mirando el vaso lleno de cerveza fria que tengo en mi mano derecha. El mono con el que converso toma un sorbo de cerveza helada y no disimula el ruido que emite al pasar por el esófago.
-Lo entiendo- dice el mono - no es fácil estar en contacto con la naturaleza en la ciudad. Yo sé que lo que mas le agrada es el campo, el aire libre y la libertad de salir a caminar en el silencio. Teniendo en cuenta eso, su posición es difícil. No creo que tenga que recordarle que su hijo, no es su propiedad, debe tener en cuenta también que es un individuo que está capacitado desde corta edad para tomar decisiones. Eso ya se lo dije. El problema, según lo veo yo, es que ustedes, y cuando digo ustedes, hablo de los humanos en general, es que siempre educan a sus hijos basándose en sus angustias, gustos, deseos y temores. Así en vez de crear sujetos libres, continúan reproduciendo su existencia, y la vida de ustedes en sociedad en una continuidad, por mas que se nieguen en verlo. Pero eso, ya se lo dije en nuestra conversación de la semana pasada- El mono vuelve a tomar cerveza.
El mono es un carayá misionero. Mucho tiempo vivió encerrado en un sótano de una casa en San Isidro, donde fue a parar luego de que lo sacaran de su hábitat para tenerlo como mascota. En el sótano solo y aburrido, leyó a diario, los libros que sus captores tenían en viejas cajas. Me contó que así aprendió español, francés y latín idiomas que habla a la perfección. Aunque también entiende de lenguas sajonas, portugués y chino cantonés. Dados sus conocimientos, no le resultó difícil conseguir trabajo. Tenia ingresos considerables haciendo home office para una empresa dedicada al rubro aduanero. Según me dijo, falsificó una identidad y todas las entrevistas las tuvo online usando avatares de otras personas. Lo conocí hace tres años en un foro virtual sobre el cambio climático, tema que me interesaba y a través del cual inicié varias amistades. Se presentó como Hans Marx, un alemán radicado en Argentina desde los años 50. Despues de mucho intercambio de información sobre ecología, CFC's y el deterioro progresivo de la capa de ozono, Hans me dijo que realizaría una visita a Buenos Aires que le gustaría que no viéramos Aun recuero mi sorpresa cuando abrí la puerta y un mono carayá entró a mi departamento. El mono me explicó la situación con palabras claras y entendí que lo que estaba pasando era extraño pero real. Después de todo, qué impedía a los monos leer y hablar. Hans me dijo que ese no era su verdadero nombre, que los nombres son etiquetas que se usan para desnaturalizar la esencia que se arrastra al nacer y ponen un alma ficticia a las personas. Que la esencia va mas allá del nombre que se le de a algo, y, aunque no estaba de acuerdo con la denominación, le gustaría que lo llame mono (uno) ya que era único.
El mono se alojó en casa. Colabora con el alquiler y suele cocinar ocasionalmente. Se lleva muy bien con Santiago, a quien cuida como si fuera su hijo. Y Santiago por su parte, siente fascinacion cuando el auyador emite ruidos solo perceptibles por los infantes. Ese, de hecho, fue un punto de acuerdo: la presencia del mono no podía ser descubierta, dados los resultados obvios que conllevaría. Con el tiempo, aproximadamente dos años de convivencia, el mono se convirtió en un compañero de la vida.
Ahora tomamos cerveza en el living, mientras el sol cae sobre Buenos Aires.
- No entiendo esto de construir ciudades, construir hacía arriba, habiendo tanto espacio sin ocupar. No quiero entrar en cuestiones filosóficas que sé que le aburren, pero debería pensar en eso. - El mono siempre me trata de usted, es algo que mantiene a pesar de que intenté corregirlo.
- Supongo que tiene que ver con cuestiones de usos y utilidades - continuó, mirando hacia el balcón - que hacen que algunos de ustedes, los humanos, vivan hacinados aquí mientras que otros exploten económicamente los lugares donde ustedes querrían estar. Se que no tiene sentido, menos diciéndolo en voz alta. Ha hecho alguna vez, se ha hecho, mejor dicho, un cuestionamiento absoluto y total de los conceptos que sirven de base para todo lo que cree, todo lo que hace, todo lo que piensa?. Ha jugado usted en el campo de la duda radical?. Para la concepción psíquica de ustedes, los humanos, sería abominable ir tan lejos, al punto en el que destruyan lo que crearon, sin embargo, sería sano. Inténtelo. Quédese pues, con algo que lo aferre al mundo real, pero después imagine, cuestione, piense. Nunca de por sentado nada, nunca piense en términos de que algo es verdad. La libertad de la duda los hará libres, o los enloquecerá, cosas que son lo mismo en un fino punto de roce común.
Pienso unos minutos qué contestar. Muchas veces me deja sin palabras, otras vierte ideas que me llenan de desasosiego pero a la vez son liberadoras. Desarrollan cuestiones que parecian selladas dentro de mi cabeza. Tomo de un trago el resto de cerveza de mi vaso.
- Si, te endiendo lo que me decís. Pero muchas veces es dificil cuestionar todo hasta ese punto. También pensemos en que muchas cosas las heredamos. A vos que te gusta Marx, acordate de la famosa frase que decía que los hombres hacen las historia en condiciones no elegidas por ellos. Digo, tampoco todo depende de que cada uno se cuestione cosas.
- Es cierto. Muy cierto. Pero cuando veo los vivaces ojos de Santiago, imagino que en cada uno de ustedes, los humanos, está latente el potencial transformador. Es tan simple y básico como no aprender las cosas que les son enseñadas, si no cuestionarlas, llegando al conocimiento propio. Santiago lo hará estoy seguro. Y debe sentirse orgulloso. Ahora quiero tomar otra cerveza, voy a buscarla- El mono se levantó al finalizar la frase. Yo me quedo pensando, como siempre después de nuestras charlas. Afuera los bocinazos declinan entrada la noche y aparecidas ya las primeras estrellas. Santiago duerme con su mamá.
domingo, 18 de noviembre de 2012
La imaginación al poder
Por el momento
todo es
imaginación,
que puja
y piensa en
vos.
(Quizás tal vez
por ahí
se haga real)
Y nuestras manos
se toquen,
y nuestros labios
se besen,
y nuestros cuerpos
descansen,
juntos
Te agradezco
por imaginarte,
que es lo mas lindo
que puedo pensar.
Pensarte.
Y si sos risa,
cada mimo al alma
es un torbellino
en la realidad.
Es la transformación
de las estructuras;
es la revolución total.
Poder a los soviets,
vayámonos a amar.
todo es
imaginación,
que puja
y piensa en
vos.
(Quizás tal vez
por ahí
se haga real)
Y nuestras manos
se toquen,
y nuestros labios
se besen,
y nuestros cuerpos
descansen,
juntos
Te agradezco
por imaginarte,
que es lo mas lindo
que puedo pensar.
Pensarte.
Y si sos risa,
cada mimo al alma
es un torbellino
en la realidad.
Es la transformación
de las estructuras;
es la revolución total.
Poder a los soviets,
vayámonos a amar.
Papeles ciegos
A ella le gustaban los libros. Tengo que decir que mucho mas que a mí, que me gustan mucho por cierto. Pero ella estaba enamorada de ellos, no los prestaba a nadie, incluso a mi. Hacia anotaciones secretas en los margenes de las paginas. Anotaciones donde compartía con los libros cosas que pensaba o sentía. Era un momento donde además del hecho de compartir, oculto detrás de ese significado, había otro mensaje, uno que se inspiraba en el amor consumado. Lo mismo sentía yo cuando nos acostábamos en el pasto y nos acariciábamos mientras compartíamos pequeños mundos particulares. Y así un simple ombú, por poner un ejemplo, interactuaba con nosotros. Y sus raíces se teñían de felicidad, y quizás de envidia, al vernos tan enamorados.
Si empecé hablando de ella en pasado, es porque esta historia transcurrió en un mundo que ya no es el presente. Como todo amor significativo tuvo un final. De hecho, creo que lo que hace insuperable un amor es su terminación violenta, inesperada pero sincrónica a la vez. Mientras produce la ruptura se crea como la referencia de lo que fue alguna vez. He ahí el carácter del amor, ir mas allá de lo real.
Lucía y el ombú fueron argumentos de un cuento que escribí hace unos años. Era la época en la que aun estábamos enamorados, la idea del cuento vino a mi mientras mirábamos el atardecer sobre las aguas del río Uruguay. Esa tarde supe que ella era lo que yo quería en el mundo. Lo demás no me importaba, nada me hacía mas feliz. La vida no existía sin nosotros juntos. Y mientras pensaba eso, recuerdo que un fuerte dolor, como si hubieran apretado mi corazón desde dentro, punzó mi pecho. A partir de ahí el miedo de perderla adquirió vida, sentido de realidad, realidad de sentido. Y ese, ahora lo veo con claridad, fue un punto de no retorno.
Yo la amaba, de eso no tengo duda. Aunque a partir de mi miedo la relación fue tomando rumbos que hubiera sido mejor evitar. El carácter secreto de nuestra relación fue un condicionante. Es verdad que hubiera gritado a los cielos que la amaba, y me hubiera encargado que toda la ciudad lo supiera, pero ella tenia su familia; yo, podría decirse, también tenía gente que corría el riesgo de salir lastimada. Así que no hice nada. Oculté mis deseos de fugarme con ella a una isla en Entre Ríos, quizás en un lugar tan profundo que para cuando quise rescatarlos habían sido engullidos tras las puertas de mi conciencia.
El miedo que sentía a perderla fue avanzando de tal forma que opacaba lo que la amaba, lo que la amé. Y así fuimos viéndonos cada vez mas esporadicamente. Yo sabía, sí, que ella era feliz cosa que ella me afirmaba cada vez que nos veíamos. Sin embargo, verla tan feliz, siendo yo un manojo de nervios, ansiedades y miedos, era un sendero hacia el odio. Sinsentido mayúsculo que nunca llegue a entender por qué. Sin embargo lo sentía. Con el transcurrir de nuestro amor, fui odiándola. Tan grande fue ese sentimiento que muchas veces pensé en terminar con nuestros encuentros, para ese punto reducidos ya a unas veces al mes. Mi actitud hacía solo empeorar y empecé a tejer, actitud que me reprocho viéndola en perspectiva, una amplia maraña de manejos por parte de ella. Así que ella no me atendiera el celular o no respondiera mis mensajes eran la carnalización de mis miedos de perderla. Y así, un péndulo de enfermedad se agregó al catalogo de mis virtudes.
Llegado un momento, era evidente que tenia que decidirme. O continuaba con la historia y descendía por un espiral de locura a los confines mas turbios de la razón, o apartaba lo que el amor significaba en mi vida.
Ya hace un año que no la veo. Debo decir que no fue fácil mudarme y cortar con todo lo que me recordaba a ella. No frecuento lugares con agua, con rio, mar o laguna. Tampoco contemplo mas la luna ni los amaneceres. Ahora fumo, y muchas veces bebo mas de lo que debería para cancelar el futuro paralelo que, algunas veces, viene a mi en sueños. Tengo que aclarar que no le reprocho nada. Simplemente yo no pude manejar mi miedo a estar separado de ella, lo que degeneró en esta locura.
Pero, para cancelar ese miedo, debí confrontar otro, cuyas repercusiones no alcanzo ahora a vislumbrar. Siempre tuve miedo de vivir sin estar enamorado, lo que para mi significa dotar de sentido la existencia, y al renunciar a ella siento olas de algo negro que me recorre por dentro y que en cada embestida ganan algo mas de espacio. Ayer intente recordarla, pero no pude. Ya la olvidé. Ya no amo, y no creo que vuelva a hacerlo. La seguridad muchas veces aniquila la emoción.
sábado, 10 de noviembre de 2012
Cerrito y Libertad
Las nubes iban moviéndose despacio, llevadas por un viento que apenas se sentía. Sobre el agua del río, la corriente, eterna, movía en un sentido el fluir de las aguas. Sobre esta calma que petrificaba todo lo que rodeaba mi visión, divagaba sumido en meditaciones poco importantes. Tras caminar 45 minutos, encontré el lugar perfecto para descansar. Saqué el mate de la mochila y deje que el tiempo y el espacio se fusionaran en un magma color naranja que al cerrar los ojos reflejaba toda lo que estaba por fuera.
Lo primero que pensé fue poner en ritmo mi respiración con lo circundante. Así como el río que escuchaba se movía a partir de un latido que manaba de el, y que se proyectaba a los demás objetos que estábamos cerca, cada esfera de lo natural tiene sus latidos propios. Mi respiración debía a la vez que encontraba su ritmo, conectarse con el ritmo universal de la naturaleza.
Después de evitar que brotaran pensamientos, de apagar mi mente por unos eternos segundos, dejando así que todo llegara a mis sentidos, de alguna forma pensé en la metáfora planteada por Platón, la alegoría de la caverna. Las luces no niegan la oscuridad, mas bien opacan otras. Así como en el cielo del campo se pueden ver las estrellas que en la ciudad no. En la oscuridad de las luces pensamos que todo es cognoscible o registrable, sin embargo, pienso que son verdades que construimos por el simple hecho de tener algo en que creer. La seguridad ontológica de que hay una verdad que garantice que el sol salga mañana.
A medida que fue atardeciendo pude ver el sol transformarse en una estela de color naranja que cubría la punta de los arboles y reflejaba su luz sobre el agua. Hice unas anotaciones en un cuaderno que después devolví con parsimonia a la mochila. Estaba recuperando la conciencia individual, después de haberme fusionado con la naturaleza. Esta teoría de la fusión no es nueva, son muchas las culturas que atribuyen a los hijos de la naturaleza la capacidad de conectarse con ella, de entender su llamado. No es que tuviera creencias metafísicas al respecto, pero siempre valoré el conocimiento que tuviera que ver con el contacto por sobre la fría teoría científica de la modernidad. Vale mas un beso que toda la teoría cinética molecular, y es mas importante para la vida humana. Hay mas tonalidades de verde en las hojas de una planta que en las pinturas o , incluso, un universo mas complejo que una palabra, "verde". Quizás como sociedad solo hacemos copias, reproducciones que intentan parecerse a un original.
Sentía que una gran revelación de sentido estaba próxima a las hojas de los robles, a la piedras y al olor de la menta que podía tocar solo con extender una mano. Sin embargo, el grito de mi jefe me despertó de golpe. Efectivamente estaba atardeciendo y el sol pugnaba por superar los vidrios opacos del edificio donde estaba. Debía finalizar la carga de datos y el armado de planillas. En ellas, no había color. El único ruido perceptible era el propio de la isla de cemento*.
* James Graham Ballard.
viernes, 9 de noviembre de 2012
Voces de roces
(ejercicio)
La vida solo tiene sentido si entendemos que la vemos desde una perspectiva. La cuestión se deriva a que lado es el que priorizamos ver. Yo prefiero ver la flor que fue, al hierro; y si tengo que crearla o imaginarla, es cuestión de tiempo para que sea real. Lo real primero está dentro nuestro, luego lo exteriorizamos. Asi, hacemos el amor, que primero se hizo dentro de cada uno.
Agincourt/El Imperio de la Razón
1-
Dicen que los francos son bárbaros. Pero no puedo mentirme a mi mismo y negar que vi tanta crueldad de su lado como del nuestro. No podemos comernos nuestros caballos por una disposición Real, pero la carne de humana si es permitida bajo la condescendencia divina.
Soy uno de los pocos que sabe leer y escribir. Es un privilegio que heredé de mi padre. También quiero pasarle el don a mi hijo, quiero también que el tenga mi visión de lo que es la guerra, guerra que no elegirá combatir.
Ayer pasamos por un pueblo arrasado por la peste, y por los propios franceses. La mayoria de las casas estaban abandonadas. Los habitantes huyeron al este, a internarse en los bosques con la esperanza de poder escapar de la guerra. Otros perecieron a causa de la fiebre y los cadáveres poblaban las camas de los hogares ya desiertos. El villorio, alguna vez de los mas prósperos de Normandia, estaba agonizando. Los cuerpos se pudrían en las calles y la humedad daba mayor presencia al hedor a muerte. Había tanta cantidad que ya no se enterraban. Algunos se quemaban, ante la protesta de los pocos eclesiásticos que quedaban. Pero la mayoría permanecía en su lugar después de muertos. Niños vagaban sin rumbo por el pueblo en busca de sus familiares ya fallecidos y pedían, sin suerte, ayuda a los pocos habitantes que decidían salir de sus casas. Los nobles dejaron el pueblo ante los primeros indicios de la muerte desbocada. Lo que quedaba eran pobres que morían. No permanecimos mucho tiempo en el lugar. Suponíamos que las tropas francesas venían detrás, así que luego de descansar unas horas continuamos el viaje.
A muchos nos afectó lo visto, la desolación, la miseria de la guerra, nos hizo sentir muy apenados. Ahora marchábamos sin hablar, mientras parvas de cuervos giraban por sobre nuestras cabezas, en presagio del destino.
Si sobrevivimos al contraataque francés quiero que estas notas sean entregadas a mi hijo, quien vive en las afueras de Lancaster a dos leguas de la entrada a la ciudadela, por el camino del norte. También a mi mujer. Quiero ambos vivan los tiempos de paz , de sol, de pequeñas flores amarillas que crecen en el verde de los campos. No tocó a nosotros hacer el trabajo sucio de la historia, ver en la cara los hechos que dentro de cien años serán pasado y nadie recordará.
Escuchamos el galope de la cabellería francesa. Vamos a entablar el combate sabiendo que somos numéricamente inferiores y que nuestros arcos y flechas humedas no pueden ganar en condiciones normales. Quizás nuestra posibilidad sea la de pelear esta ultima batalla con la esperanza de que sea la ultima de
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Estas notas se encontraron por casualidad en una casa de una familia de Agincourt. Según se pudo investigar luego de la batalla, donde el escritor fue muerto a pesar de la sorprendente victoria inglesa, los habitantes de varios pueblos vecinos se hicieron con algunas pertenencias de los caídos. Es común ver en casas rurales de la zona espadas, armaduras y utensilios que datan de esa época y que pasaron de generación en generación.
La familia Debuchy encontró las notas dentro de un cuaderno cuando se disponían a una mudanza. Luego de leerlas se puso en contacto con la alcaldía de Agincourt y así fue que el hecho tomo notoriedad. En consenso con la familia, el gobierno francés decidió entregar las notas a los herederos del autor de las mismas, de apellido Williams.

La Batalla de Agincourt tuvo lugar en 1415, en el marco de la Guerra de los Cien Años. La élite de la caballería francesa fue masacrada por arqueros e infantería británicos que se encontraban en retirada y fueron alcanzados. Historiadores afirman que las condiciones climáticas y la incapacidad de las tropas francesas para adaptarse a condiciones del terreno y de batalla cambiantes propiciaron la derrota.
Esta batalla es aun hoy estudiada como uno de los grandes hitos de la estrategia militar y se la considera un punto de inflexión para la posterior victoria y ocupación de Francia por parte de Inglaterra.
domingo, 4 de noviembre de 2012
Naturaleza
Qué puedo decir,
Si cada palabra
que decís
es una pincelada
en el cielo de verano.
Qué puedo pensar,
si solamente veo
tus lunares
tus
estrellas.
Qué puedo sentir
si tu sonrisa
hace
que me olvide
todo.
Simplemente
puedo entonces
ser
y feliz.
Quizas
solo pueda
darte flores,
cielo
y una mano
para que agarres
con las tuyas
de colores.
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