lunes, 22 de octubre de 2012

Fulbito literario

Latinoamerica: 4-1-2-3

Borges


          Filloy      Vallejo      Levrero   Eloy Martinez


Cortazar


  Bolaño       Galeano



Mujica Lainez                         Asturias
 Walsh


Suplentes: Benedetti; Forn, Horacio Quiroga; Macedonio Fernández, Arlt, Saccomanno; Martí.

DT: Marcelo Bielsa


Resto del mundo: 3-4-1-2

Tolstoi


Murakami  Faulkner  Unamuno



Ballard       Carver        Chejov       Hesse  


Goethe


Dostoievski   Hemingway


Suplentes: Joyce; Orwell, Withman; Mann, Conrad; Pessoa, Kafka.

DT Josep Guardiola

Suelos de primavera, sueños del despertar


Vayámonos lejos
preferiblemente en bicicleta,
para quedarnos cerca
abrazados.

Busquemos atardeceres,
mediodías,
amaneceres, anocheceres,
lunas llenas.
Luces y sonidos.

Soñemos que podemos
ser felices,
amarnos,
reirnos.
Moldear el tiempo
y el espacio
con los dedos del otro
en los cuerpos propios.

Volvamos
y contemos a los demás
que volamos y
nadamos.

Descubramos eso
que tenemos dentro
y que tanto nos
gusta del otro
aunque
aun no lo sepamos.
Aun.

Y aunque
no lo sepamos
nunca.

sábado, 20 de octubre de 2012

Fueguitos



Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y hay gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.


El libro de los Abrazos - Eduardo Galeano


La revolución en un sueño eterno


Con el comienzo de la temporada de lluvias el aire se carga de frescura y humedad. Es un ciclo natural que ocurre año tras año, inmutable, como las mareas. En esta tranquila constancia el mundo marca el pasar de los segundos de su vida. A pesar de que me muevo por la ruta siento que no voy a ningún lado, que el movimiento de mi traslación representa mucho menos que un punto en un camino que nunca voy a poder vislumbrar. Viajar en la noche lo pone a uno a pensar cosas, quizás cosas que no quiere pero que aparecen reflejadas en las luces de los coches que vienen de frente. El frío del exterior penetra en el auto, mientras, mi mujer duerme. No intento mirarla cuando está inmersa en sus sueños, hace tiempo comprendí que cuando dormimos los dos soñamos cosas distintas.

La mujer que ahora duerme a mi lado sigue durmiendo, pensando cosas que no yo no puedo comprender. Siento el ruido de sus engranajes dentro del auto, es un ruido seco y gastado, de un mecanismo que se encendió hace tiempo pero ha dejado de servir. Continuará haciéndolo hasta que el desgaste o la falta de combustible que posibilita el movimiento lo detengan. No controlamos nada, solo la forma en la 
que herimos o nos hieren. Tengo ganas de despertarla y decirle lo que pienso, pero encuentro varios obstáculos -no sabría ciertamente qué es lo que pienso- y desisto. Me concentro en el manejo y miro las estrellas que se abren camino entre un claro de nubes. La lluvia no para, pero ha menguado la intensidad. Vuelvo a tener ganas de hablarle, pero está dormida. Faltando la posibilidad de interacción, enciendo la radio del auto. Un locutor cuenta los detalles del azote de un tifón en algún país que no conozco, donde murieron mas de tres mil personas. Cambio de emisora hasta que encuentro música. Jazz. Reconozco que es una canción de Wynton Marsalis, probablemente de All Rise. All Rise, pienso. La mujer sigue durmiendo mientras entro en trance con la música y se abren nuevas sensaciones dentro mio. Pienso que nuestros momentos como pareja siempre fueron momentos en los que estuvimos separados.

Amanece al otro día. Decidimos tomar unas vacaciones y viajamos quince horas en auto para llegar al mar. La familia de ella tiene una casa en un pueblo casi desconocido, que preserva su pureza aislando sus olas azules, sus casas blancas y sus pinos verdes del resto del mundo. El paraíso debe ser conocido por pocos para ser paraíso. Vuelvo a pensar en que todo se subleva en algún momento. -All Rice-.

Me siento en la playa mientras el mar acompasa mis pensamientos, los pone en sincronía con el mundo exterior. Respiro tranquilidad y sal que flota a mi alrededor, casi puedo sentir las moléculas chocar contra la piel de mi cara. Mi mujer está en la casa, ella odia los días grises y ventosos. Sobre la arena escucho el ruido del mar y del viento que se entremezclan formando un solo arrullo suave, delicado , devastador , sombrío. Y mi mujer está en la casa. Casi que puedo escuchar su ruido, ese cric crac de los mecanismos, engranajes, poleas, liquido hidráulico y bombas que la componen. Cric crac. Entre ella y mi auto ya no hay mucha diferencia.

Me acuerdo de mis años de juventud. De lo lejano y distante que se proyectaba un futuro que prometía superación , revolución, anarquía; pero que nos dejó lo mismo que hubo existido antes nuestro. Cric crac y vacuidad, oigo. Me acuerdo del color de los ojos de la que no es mi mujer, mientras el mar se exalta con mis recuerdos e incrementa su poder de embestida contra la costa. Comprender no nos ayuda en nada cuando el comando lo tiene el sentir.

Cuando vuelvo a la casa, lo hago caminando despacio. En realidad lo que quiero hacer es fumar en la noche mientras contemplo el mar, mientras el viento me mueve como una hoja a la deriva. Al llegar descubro que mi mujer duerme. Se quedó dormida en el sillón de la sala con la televisión prendida y ahora un pastor brasilero que habla en portuñol me ofrece la salvación de mi alma. -Interesante oferta- digo en voz alta. Siento la arena en mi cuerpo, pero no me baño. No quiero desprenderme de esa sensación, así que voy a dormir directamente. Mi mujer sigue en el sillón.

El otro día, extrañamente, amanece soleado y sin viento. Me levanto después de pasar un tiempo con la mente en blanco en la cama. Mi mujer no está, seguramente ha ido a la playa para aprovechar el día. Puede permanecer todo el día tirada en la arena mientras el sol le reseca la piel. Ella es feliz con eso. Yo no salgo, me quedo el día en la casa escuchando algunos discos que llevé imaginando que iba a ocurrir esto. Alterno mi día leyendo y pintando una serie de cuadros de la luna. Hago esto impulsivamente, la retrato sobresaliente en un fondo de estrellas que brillan en un lienzo pintado de negro. Ella es blanca, con lunares, cráteres, e imperfecciones que la embellecen. Su imagen está grabada dentro mio, por eso necesito exteriorizarla pintando. Quizás esto es lo que hace que no oiga los propios ruidos mecanizados que también están activos en mi interior.

***

Años después, cuando me acuerdo de ese viaje, reflexiono sobre como los cambios estacionales nos cambian también No podemos permanecer indiferentes a lo que nos rodea. Ese tiempo pasado con mi mujer en la playa sirvió para acelerar el paso de la temporada de lluvias. El viento que me despojó de la pesada carga de la decisión de alejarme del cric crac, no era otro cosa mas que un soplo de esperanza. Viéndolo en retrospectiva ese viaje fue el mas decisivo de mi vida.

Cuando volvíamos en el auto, desperté a mi mujer y le dije que al llegar iba a irme de casa. Recuerdo que no pareció sorprenderle. Lo comprendió con tristeza, pero sabiendo que era lo mejor para los dos. Lo llamativo del caso, algo que aun hoy me pregunto es qué hubiera sido de esa decisión si no hubiera ido a sentarme frente al mar de noche. No puedo figurarme aún la respuesta.

Cada año vuelvo al lugar donde cambié la forma de ver mi vida y espero a que el viento me indique nuevos lugares donde ir.

lunes, 15 de octubre de 2012

El experimento

Hace varios días que pienso cuestiones referidas a la sincronía. ¿qué pasaría si cada persona deja de cumplir el libreto que le es asignado?. No quiero pensar que somos meros actores de algo que está mas allá de nuestro entendimiento, pero hay días en que siento que no estamos muy lejos de esa afirmación. 

Ni bien me despierto abro las cortinas del ventanal que da una parte de las sierras. Normalmente el sol sale por el medio de dos picos, inicia su periplo por el cielo del lado derecho donde está la montaña mas alta, para acabar luego de hacer una linea recta del otro lado. Suelo tomar té sentado en el piso, leyendo las noticias en mi computadora, hasta que el astro recorre la distancia que separa las dos montañas. Cuando la luz queda eclipsada por el cerro de la izquierda, es momento de comenzar el día. Generalmente salgo a caminar y sobre el mediodía vuelvo a comer y distraerme un rato. Escribo algunas notas para el diario por la tarde y cuando el cielo anaranjado anuncia que el anochecer se acerca despido el día con otra caminata. Eso lo hago cuando estoy en mi casa.

Volver a Buenos Aires me fastidia. La sensación se posa en cada poro de mi cuerpo y forma una capa que me cubre y me aísla  Yo mismo noto la distancia que mi mal humor pone sobre el resto. Con el tiempo aprendí a aceptar esto, y ahora prácticamente lo tomo como una parte importante de mi personalidad. También la ciudad me desconcentra. Cada vez que tengo que venir a realizar algún tramite pierdo por varios días las ganas de escribir. Realmente produce en mí un efecto de cerrazón. Puedo leer una biblioteca entera y no acordarme de los títulos de los libros.

Para evitar este efecto planeé una estrategia. Quiero ver cuan libres pueden ser mis ideas cuando mi cabeza tiene que estar concentrada en un punto fijo. Esa es la idea, el desafío de hoy. Aunque puede parecer fácil concentrarse he llegado a la conclusión de que es una de las cosas mas difíciles, por lo menos de las que mas me cuesta a mí. Quizás por eso valoro desde una curiosidad respetuosa aquellas personas que meditan o son capaces de concentrar su energía mental en un punto y mantenerla a su voluntad. En mi caso el contexto lo dificulta aun mas. Siento que me enfrento en una lucha quijotesca contra factores contextuales que conspiran contra mi autopropuesta de hoy.

Voy a empezar a escribir sobre algo que no es en realidad el argumento central de lo que escribo, pienso esto cuando enciendo la computadora para redactar la ultima crónica que me encargaron. Escribir en ese contexto tan prohibitivo debe ser liberador, o espero que lo sea. Esto es lo mejor que encuentro para hacer después de comer. Escucho en la radio que va a llover, aunque antes de enterarme podía sentir el olor a lluvia flotando en el aire que respiraba. Es inevitable ya, pienso. Aun en Buenos Aires soy receptivo a estas cosas de la naturaleza. De alguna forma me hace feliz mantener esta capacidad incluso con el pasar de los años.

Hay cierta violencia revolucionaria en la lluvia, la misma que a veces encuentro en la mirada de personas que cruzo por la calle. Claro que ellos no pueden verse y no lo distinguen. Afuera llueve y en muchas partes la gente corre a guarecerse del agua. La ciudad se vuelva romántica con la lluvia. El agua que cae nos recuerda lo vulnerables que somos ante la naturaleza. Algo tan simple y bello como las gotas de agua modifican los andares sobre los que construimos nuestras vidas. Eso es una prueba de poder y de simpleza a la vez, y contiene un elemento majestuosamente natural como el batir de las alas de una mariposa en primavera.

Permanezco todo el día haciendo trabajos atrasados, encerrado en una habitación de un hotel céntrico. Sin embargo cierta sincronización con el mundo me llama la atención: hay un libro que se llama como mi abuelo, y un pintor austriaco que lleva su nombre también y nació el mismo día que yo, pero en el siglo dieciocho. Quizás las cosas siempre fueron eso que es distinto a lo que creímos que eran. Y , como en un espejo distorsionado, reflejan deformaciones que llamamos Verdad. 

Extenuado por el encierro, la falta de mi ritual al despertarme y cierto malestar que no sé a que atribuir, la mañana siguiente salgo a caminar. El cielo aún está encapotado, y sigo sintiendo que este no es mi lugar. Camino por Avenida Santa Fe en sentido a Plaza Italia. Hay poca gente en la calle y encuentro eso tranquilizante. He desarrollado una incomodidad molesta frente a las grandes multitudes porteñas, aunque ya no intento combatirla como en visitas anteriores. Después de ver un par de vidrieras vuelvo al hotel.

Ya en mi habitación descubro que no pude concentrarme y evitar verme avasallado por mis no ganas de estar en la ciudad. Pero, y esto es algo extraño, hay un sentimiento reconfortante en mi. Decido no seguir pensando en estos asuntos y me voy a dormir. Extrañamente sueño que voy recorriendo Avenida Santa Fe como el día anterior. Presto mucha atención a las miradas de la gente, formas de observar, ojos , ausentes. 

Soñé lo mismo por siete días. Exactamente la cantidad de días que estuve en Buenos Aires, y también el día y el mes en que cumplo años. Detrás de estos datos hay algo mas que el significado que le doy a los números. Algo habla a través de la realidad. También recuerdo una imagen que me quedó del sueño, la veo mientras el sol hace el recorrido todas las mañanas: dos ojos negros, una mirada distinta que crucé con alguien caminando. Lo desconcertante es que esos ojos siguen la trayectoria del sol, como si ellos me miraran. No puedo evitar pensar en Nietzsche y la metáfora de que cuando alguien contempla algo, ese algo también lo contempla. 

Pero hay algo mas en esos ojos. Hay una sensación de viento y lluvia fría de primavera, quizás también el olor a pasto recién cortado y a frutillas que crecen en algún campo del sur, mientras un tren se desplaza por una pradera verde en Devonshire y ella está en su casa mirando la lluvia que le trae nostalgia.

lunes, 8 de octubre de 2012

El comienzo

Como toda idea se origina en un punto difuso. Es la interconexion de un entramado de recuerdos, sensaciones y estímulos recibidos durante algún periodo de tiempo que de alguna manera se aglutinan creando algo nuevo. En cierta medida para que podamos crear, necesitamos invariablemente estar sumergidos en un mundo de ideas y sensaciones que nos preceden. Cómo funciona esa selección es todavía motivo de desconocimiento. Hay una disputa que los atribuye a factores biológicos, psicológicos y culturales. Sin embargo el punto de vista de cada uno de estos no basta para una explicación. Mucho menos me explico de qué manera puedo pasar esa abstracción teórica a mi experiencia personal.

La pregunta por la creación me invadió ayer en el sueño, por lo que estoy escribiendo sobre esto ahora aunque no recuerde haber soñado. Siempre pensé que somos prisioneros de cosas que están por fuera nuestro, que la vida es una lucha entre la prevalencia de lo interno por sobre lo externo, o viceversa.  Y creo que el hecho de que un sueño me obligue a escribir sobre él viene a confirmar parte de verdad sobre esa afirmación. 

Pienso en que el día anterior no fue atípico en ningún sentido, pero siento lo contrario. Una caminata por las sierras a la tarde junto con mi perro vino a ser lo desestructurante de un día que se me pasó rápido. No se a que se debe que ayer no transcurriera con el pegajoso andar que la rutina le impregna a los días que suelen significar comunes. Un día mas. Otra vuelta de la tierra alrededor del sol. Sin embargo, y por algún motivo que escapa a mi entendimiento, ayer fue distinto.

Mientras intento seguir escribiendo me detengo a contemplar la biblioteca, voy y vengo paseando frente a los libros como si de ellos pudiera salir algún rayo que transmute mi creatividad. Mis ojos se detienen sobre un titulo " La Metamorfosis" de Kafka. Mutatis mutandi era la expresión en latín que llamaba a cambiar solo que aquello que fuera necesario. La metamorfosis, difiero, no es una cuestión de voluntad transformadora especifica. Así como en Volver al Futuro, todo cambio por mas pequeño que sea necesariamente es la parte de un cambio estructural. Me asusta mi tendencia al conservadurismo en estas cuestiones. Aunque para mis interiores me tranquiliza saber que mi deseo por el status quo viene a ser esa sensación que conseguí al dejar el ruido del mar y venir al silencio de la montaña. Y cuando pienso en metamorfosis, recuerdo la metáfora de la chica que luego de hermosa se transformó en un puñal. Lo que dió de comer a muchos novelistas, escritores, dramaturgos, cineastas, gurués de lo emocional y etcs. Es decir que el (des)amor es el motor de la historia, o por lo menos de la economía de buena parte de la gente (¿que hubiera sido del genio de Goethe sin Werther?).

Volviendo a lo sucedido ayer, lo que sería en términos mas concretos volver al pasado, me acuerdo de algo llamativamente extraño. Antes de dormirme, mientas estaba con los ojos cerrados en la penumbra, quizás en esa sensación confusa de duermevela, podía ver colores con los ojos cerrados. Mi lógica de pensamiento, mas cercana a la racionalidad que a la explicación por fenómenos no científicos, atribuyó ese hecho a presión ocular. Ahora descreo de esto, sobre todo por un hecho puntual: los colores estaban sobre mi derecha, como si un algo mágico que yo no pudiera ver si no tenia los ojos cerrados estuviera a mi lado. Algo así como un eclipse en la oscuridad, pero no uno que obstruyera la luz; si no que la magnificara.

Tengo ganas de viajar. Entiendo los viajes como necesidades del alma, sea lo que sea aquello que se entienda como tal. Alma es esas ganas de hacer algo no planeado y necesario que dé verdaderamente gusto hacer. Y aunque sé que tiene mucho mas que ver con lo inconsciente prefiero llamarle alma. O tal vez necesite esa conceptualización para darme cuenta de que la lógica no puede explicar todo. Siguiendo con la necesidad del viaje, pienso en un viaje a Europa, desde Portugal a Siberia en tren. Hay una fuerza muy grande de mi voluntad, entusiasmada solo con el hecho de la planificación del viaje, puesta de manifiesto en esta idea. Mientras lo pienso, un zorzal viene a cantar en mi ventana y la transcendencia del futuro se pierde en la contemplación del presente. Ahora mi mente está concentrada en el animal.

Extrañamente hoy el día comienza distinto, cargado de una niebla verde que ligeramente da un tono fluo a las cosas. Me gusta la supremacía de ese color por sobre los otros. Es lo que tiñe esta etapa del año, que así como parte de la naturaleza nos afecta de alguna forma. Reverdecer debería ser un verbo mucho mas importante. Es un buen día para salir a caminar por los senderos montañosos que rodean la casa. 

Y ahora que releo lo escrito, entiendo que todo esto es una excusa para decir otra cosa. Algo no llega a ser ficción o verdad, si no que comprende parte de cada una. Pensamiento y sensación.

Dejo la maquina de escribir de lado, agarro el abrigo y me golpeo el muslo para llamar a mi perro que corre hacia mi moviendo la cola. Salimos de la casa mientras el sol asoma y el color fluo de la niebla se acentúa. En mis oídos resuenan palabras en francés que no comprendo, quizás alguna reminiscencia del sueño. Lo que me tranquiliza es saber que es su voz, y que ya la conocía de antes incluso de conocerla.

domingo, 7 de octubre de 2012

Berlin - Fragmento

Una mañana calurosa y con una humedad tal que se podían ver las gotas de agua serpentear en al aire, estaba desayunando frente a Alexanderplatz. Ahora la plaza volvía recuperar la calma perdida, Berlín oriental toda lo hacia. Policías con uniforme de la RDA dejaban ver los AK 47 que portaban, cuyo metal emitía brillos fulgurantes. Fuera de ese detalle, la vida iba retornando a su ritmo habitual. Siempre me gustó Berlin, mucho mas ahora que la contemplaba ociosa como despertandose del sueño reparador de la noche previa. Es una de las pocas ciudades que me despierta sentimientos. A pesar de lo tenso del ambiente, el ir y venir de los guardias y la lucha contra las necesidades diarias y la racionalizacion sovietica, la gente se ve tranquila. Va y viene en otro tempo que del lado occidental. Es verdad que aquí las carencias son otras y , quizás al no tener la cultura occidental mediando, son mucho mas notoriamente desesperantes. Pero quienes llevan adelante la vida a conciencia de que las necesidades elementales son pocas parecen vivir a gusto de este lado del muro.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Cuzco

El espacio que queda después de haber amado se convierte en un cascaron hueco, vacío, dispuesto a volver a llenarse. Es fácil llenarlo nuevamente con rencor o alguna otra cosa que tenga que ver con los sentimientos de ese dejar de amar. Pero cuando no los hay, es como arrastrar un carro con un caparazón muerto y pesado tras uno. Por lo menos esta mañana pienso en eso mientras desayuno.

A eso de las 7 cuando voy por el quinto mate de la mañana y la pava en el bracero silva indicándome que estoy calentando mucho el agua, Braulio pasa con su perro detrás. Como todas las mañana va a comprar el pan para el desayuno. Antes solía hacerlo la esposa, Chicha, pero ahora que hay panadería a 50 cuadras suelo verlo pasar todas las mañanas con Mingo, su perro, tras el.  El can es un cuzco sin raza ya entrado en años también. Sin embargo cada día va tras su dueño con, creo yo, la convicción de acompañarlo  no por la recompensa que recibe, ese pedazo de pan que Braulio mastica a la vuelta y del que el can obtiene parte. Veo admiración en los ojos del perro, en faustas miradas de cruzo con el animal parece indicarme que también ellos son capaces de admiración y amor desinteresados. Intercambio saludos desde la calle con Braulio y su perro. Le respondo que se cuide y que le dé saludos a doña Chicha. El hombre y el can prosiguen su viaje. 

A la vuelta pasan otra vez en silencio, hombre y perro, como sumidos en meditaciones trascendentales, quizá alcanzando la solución a esa cuestión que los perturbaba al despertarse. Aparto un poco algunas brazas para darme mas calor en los pies. Permanezco sentado hasta que los primeros rayos de sol alcanzan mi piel. Esta costumbre de levantarme a ver los amaneceres siempre la tuve. Solía acompañar la salida del sol tomando mate con mi mujer. Nos sentábamos en el porsche de la entrada con el fuego y la pava y esperábamos a que saliera el sol. Ella iba poniendo la masa para los bollos en el horno de barro mientras los primeros pájaros del alba surcaban el cielo. Veíamos el paso del cielo oscuro lleno de puntos azulados al cálido rosa y naranja del comienzo del día. Momentos así me hacían el hombre mas feliz. 

Una familia de horneros hizo nido sobre uno de los postes del alambre del campo de enfrente. Hay días que solo el pasar de Braulio y su perro me sacan de la contemplación del nido, puedo decir que soy un fiel observador de esta familia. Atrás de la casa, donde está el molino suelo dejar algunas veces algo de comida para que lleven. No se por qué hago esto, de alguna manera creo que puedo ayudar a estos pájaros cuya vida pasaría igual sin mi existencia. Reflexiono fumando un cigarrillo, siempre hice lo mismo.

Almuerzo temprano, a las 10 de la mañana, una papa con cebolla y huevos revueltos. No tengo necesidad de salir a comprarlas afuera, todo lo que como lo obtengo de mi propio campo. Después de comer, voy a buscar leña a un pequeño bosque que mantengo en uno de los laterales de la casa. A medida que camino, voy dándome vuelta verla. Cada paso que doy, que me aleja, voy viendo la casa mas deteriorada y falta de cuidado. Pienso mientras doy un suspiro que tendré que hacer refacciones antes de que lleguen los vientos y tormentas fuertes del verano.

El pasto está alto pero mi ir y venir de todos los días hizo un sendero de tierra por el cual penetro en el bosque. Debo pedirle el tractor a Braulio, el pasto ya me llega a la cintura. El quebrachal tiene el aroma propio de un bosque cerrado, cuyo ecosistema mantiene a la fuerza a raya todo lo exterior. El aire se respira distinto dentro. Hay veces, cuando no tengo nada para hacer que suelo adentrarme todo un día. Permanezco recorriendolo o sentado. Siempre llevo unas naranjas para saciar hambre y sed. Me es indispensable tener estos momentos de claridad, y , aunque no sea un esclarecido ni mucho menos hay veces que se me ocurren cosas interesantes. Otras , paso el tiempo de recordándome de mi juventud y de mi mujer.

Hoy siento olor a pan casero que el viento trae de algún lado. Mezclado con el olor del quebracho produce una sensación de dulzura y bienestar. La unión del hombre con la naturaleza no puede ser mas armoniosa en este momento. Llego al claro donde está el hacha y me siento sobre la tierra usando un árbol cortado como respaldo. Saco una naranja que llevo en el bolsillo y la pelo con el cortaplumas pacientemente, luego la como. 

Mingo aparece en el claro, el cuzco luce una mirada de sorpresa al verme allí temprano. En su lógica  y quizás al haberme observado ya varias veces, esperaba que me dispusiera a cortar leña por la tarde, después de un paseo mas prolongado por el quebrachal. Lleva un pan en la boca. Se queda mirándome esperando mi reacción. Son unos segundos en donde nos miramos a los ojos y nos comprendemos, donde sentimos ese intercambio que solo se alcanza una vez y por instantes en la mirada del otro. Sus dos ojos negros dejan entrever la espera y la esperanza. Me quedo pensando en lo raro que es sentir tanta identificación en la mirada de un animal. Mingo lleva el pan para una perra que tiene cría, quizás de él. Ella lo espera el otro lado del claro. Al ver esta situación solo puedo reflexionar que la verdad, lo que está tras la sombra de lo cotidiano, solo aflora a nosotros cuando por alguna razón salimos de la rutina, de lo que hacemos a diario y solo puede contemplarse un instante hasta que se convierte en parte de lo ritual. 

Me levanto y emprendo la vuelta a casa. Se que el bosque me abriga del sol del mediodía que caerá sobre mi en cuento salga. Con el hacha al hombro y el andar cansino propio de mi edad, pelo una naranja y la como pacientemente.