sábado, 21 de septiembre de 2013

Un 1984 feliz.

La literatura distópica tiene dos grandes referentes Aldous Huxley y George Orwell. No quiere decir esto que no haya otros grandes escritores que pensaron  futuros negros. Los hay: Ballard, Dick, Bradbury, y muchos otros lo hicieron y llegaron a ser incluso masivos en cuanto a ventas y conocidos por los lectores. Sin embargo, la importancia de Orwell y Huxley radica en que los dos escribieron prácticamente en el mismo contexto, imaginando futuros parecidos pero totalmente opuestos por matices. Un Mundo Feliz y 1984 son obras que pueden ser analizadas desde diferentes veredas.

Orwell, quien escribe pensando que el futuro va a ser como el presente del Estado Soviético de su época, imagina la pérdida total de las libertades en manos de un Estado omnipotente. De hecho, Orwell expresó más de una vez que la imagen que deparaba el futuro era la de un rostro humano siendo aplastado por una bota militar. 1984 indaga el futuro donde la censura estatal impide el acceso a la información y donde ésta se fabrica para acompañar las decisiones del gobierno. El estado es el de miedo constante, censura, opresión. Se plantea la pérdida total del individuo en manos de una colectivización masiva. Hay que tener en cuenta que Orwell, socialista que había combatido para el bando republicano en la guerra civil española, utilizó para la novela el fantasma de su critica al stalinisimo. El futuro orwelliano tiene a un Hombre sometido, siendo víctima de la mentira estatal, de la censura, del estado de guerra permanente, donde incluso la cultura es transformada en monocultura. Cada aspecto de la vida privada estaba bajo control estatal. Como Estado, el gobierno disponía de la fuerza para someter y corregir, vigilar y castigar. 

Huxley también imagina un futuro perverso. Pero a diferencia de 1984 no hay un totalitarismo asfixiante, sino un individualismo atroz. Ahí donde Orwell veía censura instala que no es necesario, ya que la sociedad del entretenimiento y el bienestar iba a atrapar a los individuos. Huxley anticipó a su forma el advenimiento de la sociedad de consumo y entretenimiento que explotaría en la posguerra. Según Un Mundo Feliz, la información sería libre, al alcance de todos, a la medida de cualquiera, tanta y tan al alcance que nadie realmente se interesaría. El reino de la apatía, la pasividad y el egoísmo. En esta distopía ya no existiría el problema de la verdad, sino que la multiplicidad la condenaría al desierto de la irrelevancia. El mundo de Huxley es un mundo de drogas y orgías, donde todos son felices dentro de los estamentos a los que están destinados desde el nacimiento. En 1984 la sexualidad es vivida como aventura, escape y liberación, como la transgresión a lo impuesto. En Un Mundo Feliz el sexo ata al conformismo y perpetúa el placer hedonista: sexo masivo o sexo virtual. Este futuro es el de una vida trivial, individualista, dedicada al consumo y ver "pelota centrífuga" por televisión. Nueva Roma. La idea central es que la vida, lo que amamos, aburre; el placer lleva al conformismo. Huxley era un convencido de una supuesta tendencia natural hacia el entretenimiento, hacia la distracción que había sido pasada por alto por los que preponderaban las libertades civiles y  los que alertaban contra las tiranías.

En un ejemplo el cambio es impedido por el Estado; en el otro no hay necesidad ya que todos están conformes. En ambos el futuro es negro.

Zigmunt Bauman, en su ensayo La Libertad, plantea una idea por demás interesante para hacer un análisis de estos textos. Dice que la libertad es una construcción histórica y por lo tanto cambiante en el tiempo. Siguiendo a Bauman, el siglo xx nace acompañado de los conceptos de la uniformidad y la corrección. Estado y sociedad "obligaban" al individuo a seguir una línea. La  modernidad en cambio inicia la tapa de la "elección". Ahora el individuo libre elige lo que tiene por delante, consume, disfruta como en ningún periodo histórico anterior. Ya no existe la falta de libertad que impedía ese Estado corrector, sino que son tiempos de la multiplicidad, de la elección y por ende, de supuesta libertad.

Herbert Marcuse, decía que el gran problema de la sociedad de consumo era que ante la necesidad de la liberación cada vez existían menos individuos dispuestos a renunciar a las comodidades que ésta les daba. Bajo ésta perspectiva, sin dudas, Huxley tenía razón.-

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