domingo, 1 de septiembre de 2013

Habla

Llegado el momento todos se preguntan si vale la pena, si la pena vale algo. Por lo menos eso dicen sus caras, que miro impaciente, abrumado por un humo denso invisible que flota por entre las mesas del bar donde estoy esperándola. Y no viene. Afuera pasan los colectivos atestados, una llovizna tenue cae en diagonal y aquellos que andan por la calle caminan apresurados, muchos sin paraguas, para llegar a su destino. Yo vuelvo a mirar el reloj, está media hora atrasada. Hago un firulete en la hoja del cuaderno para pasar el tiempo. La conmoción helada del no paso de los segundos me cala en lo profundo de los huesos: suspiro mirando lo que ocurre fuera del vidrio que tengo a mi lado. No sé que oscura motivación dentro mio hace que la espere. Pero la espero. Pienso en el amor pasado.
 

Siento que el mozo me mira con impaciencia. En todas las mesas hay mas de dos personas que ya han ordenado algo. Yo aun no. Debe ser por eso que me mira. No se atreve a acercarse quizás por mi cara de estar absorto en otras cosas que exceden la importancia y la necesidad de comer una medialuna acompañada por un café. El lo debe notar. Los mozos desarrollan ese poder de entender lo que piensa la gente a fuerza de repetición de hábitos. Tampoco creo que las personas que a esta hora estamos solos sentados en los bares pensemos cosas muy distintas, y eso facilita la tarea de los mozos. Antes de que se acerque, notando su impaciencia, pido un café cortado y dos medialunas de grasa. Tengo Los Lanzallamas de Arlt sobre la mesa pero no lo leo.
 

Se me ocurre algo curioso, que aparece ante mí a modo de revelación: siempre estuve enamorado de mujeres con nombres que tienen seis letras. Circunstancias. Apunto esa idea en mi libreta, tal vez la pueda usar para algo en algún momento. La lluvia cae ahora mas fuerte. Ella no viene. Un escalofrío recorre mi cuerpo y noto que mis pies están fríos. Todo adquiere un tinte de extrañeza y soledad como en un cuadro de Hopper. Miro la hora, ya pasaron quince minutos desde la ultima vez que me fijé.

Hay una frase de Cortázar al comenzar el cuento Todos los fuegos el fuego, donde el preconsul advierte que hasta lo inesperado acaba en costumbre cuando se ha aprendido a soportar. Esa es la clave de la vida; y de la no vida. Esa es la enseñanza mas importante de la relación que tuve con X, y es una imagen, la imagen del hombre que espera en un bar a su antigua pareja, el ultimo de sus amores. 


Sobre el amor hay mucho que decir. Teorizar sobre los sentimientos es en extremo difícil, mas cuando el enunciante siempre es parte. Sin embargo, el amor es una apertura, un descubrimiento del mundo. Esto es porque cuando estamos enamorados, predisponemos nuestros sentidos de otra manera frente al mundo; lo percibimos con un vibrar diferente que conlleva lo extraordinario de una experiencia no habitual. Los médicos deberían recetar periódicamente un acto de enamoramiento. Está claro que tiene contraindicaciones y efectos secundarios negativos ( y en este lugar no puedo no pensar en mi caso, y en la espera de X). 

De X tengo alucinaciones ocasionales. Hoy la descubrí en la novia de un conocido que me presentaron en una fiesta. Apenas la vi pensé que era ella. El grupo en el que me encontraba era como el que ella frecuentaba, incluso los temas de conversación, el nivel socioeconomico, esa aura extraña mezcla de hembra que se lleva el mundo por delante que parece decir por favor abrazame que tengo miedo, y la forma de hablar. Eso es una mala señal. Significa que aun hoy, pasados tantos años, algo de ella sigue presente. Si fuéramos algo así como un Leviatán compuesto de millones de partes pequeñas, cada una de un recuerdo amoroso, está claro que X ocuparía algún lugar destacado. Tal vez la metáfora no esté tan alejada de una realidad: estamos armados de pequeños fragmentos de otras personas.

Baudrillard dice que somos presos del lenguaje, que incluso al decir te amo estamos siendo tan presos que ya somos infieles porque el enunciado es un acto de habla, no de amor: comunicamos nuestro amor mediatizado, infiel, sucio, lleno de cucarachas. Nunca lo hacemos de la forma mas directa posible, siempre mediada, siempre intercedida por algo ajeno a nosotros. Muchas veces incluso lo que media es la ausencia. Melancolía por la presencia del ausente.

X no vino. Yo me fui del bar luego de un tiempo.


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