domingo, 23 de septiembre de 2012

Cosas de monos


Durante mucho tiempo los simios dominaron la tierra, construyeron una sociedad basada en la meritocracia, el individualismo, la division estamental y magnificaron su falsa conciencia de clase. Creyeron ser los dueños de todo un territorio disponiendo de los medios de producción y de la disponibilidad de fuerza de trabajo. Cuando los medios físicos de coerción dejaron de ser vistos como efectivos, recurrieron a la persuación de los aparatos ideológicos del Estado de la selva que su clase ostentaba.

Recelosos de su condición se volvieron conservadores impidiendo desde dentro las alteridades que podían rivalizar, e incluso mejorar las condiciones en el territorio que dominaban. Tejieron amplias redes con simios de otras latitudes, ideologías y religiones que compartian sus mismas necesidades de status quo, llamados pactos intraoligarquicos, para cimentar su dominación.




Su carencia de sentido histórico los lleva a llamar revanchismo todo intento de reinterpretar la historia. Esto se debe a que las bases de su legitimidad , las de su discurso y sus practicas, están seriamente comprometidas. Concientes de que su poder simbólico está en juego, toda reinterpretacion es revanchismo u odio irracional hacia ellos. Siendo conservadores hacen honor a esta palabra: la historia es una sola y todo intento por repensarla en otros términos es errado. Existe para ellos una sola verdad, ellos simios. Así, lo que no eligen ellos es una dictadura que merece ser reemplazada en un coup d'État legitimo y popular.

Pero su conservadurismo y falta de sentido histórico no solo actúa como se dijo. También les impide ver el bosque del que son dueños. Están sentados sobre las ramas mas frondosas de los mas grandes arboles y nadie salvo ellos mismos van a moverse de ahí. Viendo la situación objetivamente ocupan todas las posiciones de poder que puede llegar a haber, tanto en el Estado de la selva como en el sector privado de la selva. Y sin embargo se sienten recelosos y temeros de perder su estatus. Desde ya que el mismo Estado de la selva es un árbol lleno de estos simios. Es decir, ningún gobierno simio va a cortar la rama del árbol donde se asienta su propio poder. A lo sumo, que es lo que motiva el levantamiento de los gorilas y chimpancés situados en las ramas de la derecha del frondoso árbol general,  se da un ejercicio de cambio de roles. Los monitos que antes tenían privilegios y han engordado fueron desplazados por una camada nueva que, si se quiere, cumple la misma función. Ninguno de la especie piensa cambios profundos, no se dispone una revolución que incluya reforma agraria, poder a los soviets y muerte a la puta oligarquía. Pero la falta de análisis de estos graciosos animales hace que cualquier intento de modificación del sistema del bosque, por inocuo y estéril que signifique para las condiciones estructurales, sea algo malo. 

A partir de cierto momento, las suposiciones históricas, ideales colectivos no siempre verdaderos afloran y un grupo simiesco acusa al otro de clientelismo. Según esta combativa facción el reparto de bananas es el único medio de legitimidad de un gobierno que fue elegido por mayoría absoluta. Este fantasma viene arrastrándose desde la formación del Estado de la selva, cuando los gorilas de sombrero de copa restringían el voto para evitar este tipo de males. Ellos fueron siempre muy activos recurriendo a las brigadas de mandriles golpistas en varios momentos para redirigir el rumbo incorrecto que había tomado la democracia.

Hay cierta condición sospechosamente naive en los petitorios de los simios diestros, o aquellos que adhieren a sus reclamos, lo que para este cuento es lo mismo. Las consignas devienen en un reflorecimiento del pensamiento positivista, aquel del famoso orden y progreso, y son: el ideal de una sociedad armoniosa, donde no hay  conflicto, confrontación, delincuencia; donde todas las personas son libres de hacer lo que quieran; donde todo permanece inmutable y por sobre todo, en la que los bienes y privilegios de una clase no se tocan. Desgraciadamente esto es falso para la ciencia política, la sociología, la filosofía y la historia. Pero se mantiene como una fe que se resigna a perderse en la niebla del tiempo, como los gorilas que aun entre la niebla de la modernidad, agitan sus cacerolas bajo el reclamo de libertad.












1 comentarios:

Anónimo dijo...

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