martes, 6 de marzo de 2012

Nada fuera de lo normal

-A fin de cuentas siempre hay cosas que vienen a trastocar lo que se considera definitivo, inmutable. Nada fuera de lo normal es un andar sin inmutarse-. Por la vibración podía sentir que el subte pasaba por donde estaba el bar, y el café con leche acompañaba con ondas el sonido. Miraba a las pocas personas que caminaban por la vereda, extrañado, como si el vidrio que los separaba fuera de esos opacos que impiden ver hacia adentro. Muchos caminaban escuchando sus auriculares, otros en pareja caminaban torpemente abrazados con la gracia que solo da el caminar enamorado. Algunos miraban sus propios pies de una forma automática e inconciente, pero era fácilmente advertido por un observador. - Años de practica, de verlos desde el bar.


Casi no pasaban autos, no habrán sido mas de cinco en una hora y eso permitía ver la imponencia de una hilera de robles americanos mostrando sus hojas otoñales, un rojo increíble que de a poco iba pasando su vida a la vereda y la calle. La hojarasca encajaba entre sus partes como un rompecabezas infinito que suponía algo mejor que el asfalto, suponía el recuerdo de los paisajes visitados en algún viaje.


Miró su reloj y revolvió el café depositando su atención en una pareja que estaba sentado dos mesas delante. El debía tener unos veinte años, no más, y ella unos dos o tres menos. Habían pedido dos cafés y dos tostados de jamón y queso que el mozo llevaba tranquilamente a su mesa. Parecían concentrados en mirarse y pensarse pasando días y noches juntos, pensando como serían sus hijos y esas cosas que se  imaginan mirando dentro de los ojos de alguien. Tomaron y comieron casi sin hablarse, acariciándose con las manos y los ojos. - Es el raro placer que tienen los enamorados. Ellos pueden darse el lujo de usar el silencio, los lapsos para pensar, eso que en un levante jugaría en contra. Todo este mundo esta pensado para favorecer a los que ya poseen algo, lo que sea,- pensó y realizo una mueca tanto melancólica como llena de ácido sarcasmo. Volvió a revolver el café con desgano, pasando el tiempo.


Después de perder la vista en nada durante unos diez minutos, alternando entre la joven pareja, los robles y alguna mujer pasajera, volvió a mirar el reloj. Llevaba esperando mas de una hora. 


- Ay si me viera don Scalabrini. Debo ser algo así como el estereotipo del porteño ese, sentado en el bar. Lo único que le discutiría a ese libro es la frase inicial, eso de que en creer está toda la magia de la vida. ¿que es lo que vamos a creer?. Durante mucho tiempo nos decían que habíamos descubierto todo y mientras los pibes se seguían muriendo en la calle. Ahora, nosotros que ya somos viejos seguimos viendo morir a los chicos y encima el posmodernismo nos dice que no hay que creer en nada, que es todo una creencia en una falsa esperanza, que así nos vamos a quedar. Mierda, a  la pochi le hubiera gustado escucharme decir eso, así se saca esa idea de que soy un viejo choto y conservador.


Ella no debía medir mas de un metro y medio. Llevaba puesto un vestido azul con lunares blancos y usaba el pelo atado sobre la nuca. Tenia zapatillas converse rojas gastadas por el uso, una mochila pequeña en la espalada y la llave del candado de la bicicleta en la mano cuando entro al bar. Le dijo hola papá y lo despeinó un poco pasandole la mano por la cabeza. Era bastante linda, no solo por su aspecto si no por ese no se qué, una energia, que las personas que sonrien suelen contagiar. Caminaba a paso seguro mientras el mozo y el chico que estaba con la novia la miraban. 


- Te van a pisar un día. ¿No sabes que las bicicletas son para andar por el campo?
- Ay , pa, no jodas. Contame como estas.


El hombre puso en orden sus ideas y le contó que estaba bien. Que como estaban por venirse los días de frió se iba a vacunar contra la gripe por recomendación de la radio. Anduvo unos dias con la presión alta, pero señaló que no se preocupara, que ya fue al medico y le recetó tomarse una pastilla entera -media a la mañana, y media a la noche. 


- Sabes que hace un rato se me ocurrió algo que te hubiera gustado. Así no me decís que estoy gagá. Hoy ustedes no creen en lo que nosotros creíamos y esta bien. Viste que yo nunca quise que pienses como yo... al contrario. Siempre  traté, de hacerte responsable de vos misma. Y a pesar de que te hiciste esos dibujos en el brazo pienso que saliste bien.


Paula lo miraba sonriendo, haciéndose irresistible para el mozo que pasó a preguntar si quería tomar algo y se retiró rápido para volver a contemplarla desde el mostrador.


.-Vos siempre con lo mismo, no son dibujos. Pero bueno, gracias por decirme a tu manera que me querés. Yo también te quiero viejo. Ah, me olvidaba, tengo algo para contarte que te va a poner re contento. No se si te acordás del chico ese que te conté la otra vez. Bueno, quiere que nos vayamos a vivir juntos. Ya hablamos y a fin de mes se muda para mi departamento. Estoy súper contenta-.


El mozo se sintió algo desilusionado, y le sirvió el café de mala gana, como desencantado. Cosme le decía a la pochi que estaba contento. Que la felicitaba y que le gustaría conocer al chico en persona.


Cuando se fue Paula en el bar solo quedaban su padre y el mozo. Cosme pagó y se puso su boina vasca. Afuera el viento soplaba levantando las hojas de los robles que yacían en el piso. 




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