domingo, 10 de julio de 2011

África Robada 1

Cuando bajaron del tren vieron que el cielo nocturno les daba una imagen esplendida. La abundancia de estrellas superaba en numero a las vistas en Londres u otra ciudad europea. Una luz azul oscuro se desprendía de ellas e irradiaba los arboles, la tierra y sus caras. Mas allá de donde llegaba el fuego que usaban como iluminación, un azul marino era perceptible unos metros, y luego desaparecía bajo la espesa negrura de la selva detrás de los arboles.
Había sido levantada una empalizada rodeando el campamento para protegerse los peligros de la selva. Nunca habían encontrado nativos hostiles, pero los ingleses no querían arriesgarse a recibir un ataque en la oscuridad. A simple vista, un muro de madera de metro y medio de alto era lo que protegía la civilización de la penumbra oscura de la barbarie.
Sorprendidos, conteplababan con admiración todo aquello que venían a destruir. Un grupo de nativos atados con cadenas dormía en el piso con el fuego como única compañía, y el reflejo de las llamas que alumbraban artificialmente sus ojos, que habían perdido el suyo al ser capturados, iluminaba los rostros despojados de expresividad. Los ingleses sostenían que era una reacción natural al perder el salvajismo propio de las razas inferiores.
Rostros salvajes, con ojos inyectados de sangre y profunda desconfianza aparecieron a la hora de la estimación de ganancias. Rituales a dioses como el Mercado, la Oferta y la Demanda, necesitaban de la aprobación de la corona, que daba el visto bueno considerando la cuantiosa satisfacción que los sacrificios otorgados a estos daban. La ley del mas fuerte, la ley de la selva, hacia que estos salvajes se mataran entre ellos. El grupo recién llegado era el reemplazo de los primeros que se sacrificaron en la división de riquezas.

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