Estoy
sentado en un parque y el frío viento otoñal mueve las hojas sin
sentido. La naturaleza es eso, la belleza de lo incomprensible. Y pienso
en ella, que es lo mismo, la misma belleza que emana, lo desahuciada
que deja la comprensión. Dejo de pensar, y escribo lo que puedo. Es
difícil concentrarse cuando el cuerpo quiere estar en otro lado. Y sueño
mientras las hojas caen a mi alrededor.
Sueño un acercamiento
violento pero tierno que invade la privacidad de tu cuerpo. Acercamiento
desigual a las letras de tu pequeño cuerpo que tan bien lleva todo tu
ser; acercamiento tan marcado por la contradicción de lo que no podemos
entender sin repasarlo juntos en silencio, mientras la luz da en tu
cara; mientras te toco y hago figuras en tu cara y en tu pelo.
La
distancia antes inexplorada entre nuestros dedos acaba por acercarnos
un nuevo mundo, donde los pensamientos flotan a cada paso que damos por
las calles cubiertas de otoño. Entonces te miro, y tu cuerpo ya no es
físico. Es de colores vivos que se fusionan, se mezclan para crear
nuevas variedades. Pero también tu cuerpo es olor a fragancias no
comerciales, inexploradas conexiones que huelen a vida salvaje,
incontrolada, fresca; imagino ese olor en la visión de la naturaleza,
del recorrido de las nubes a través del cielo, del ruido del agua al
moverse por su lecho.
Y aunque yo suelo volar dentro y fuera de
mi imaginación, el tacto de tus labios me tiene atrapado en la dulce
contemplación; una lectura que me concentra en tus ojos. Vuelve a mí la
certeza de que los eventos significativos de la vida son los que
involucran dos cuerpos, dos bocas, y los dedos tocándose, buscando al
otro con vida propia, incontrolables ya para nuestra razón. Momentos en
que la maquina de pensar se apaga, y se enciende la maquina de crear
desde lo nuevo, eso no pensado antes; creaciones a base de sentidos,
sentir y sensaciones.
Lo que escribo un ensayo sobre tu cuerpo
vasto y cautivante; diminuto y suave al tacto. Pero escribo desde un
ensueño despierto a la distancia de varios kilómetros, some kind of
hapinnes is measure out un miles. Plasmo la letras en una fría pantalla
recordando las sensaciones al vernos. Y un dejo de tristeza, un
fragmento de realidad gotea sobre mi desde el techo, recordando lo que
realmente me gustaría estar haciendo; escribir con mi ser sobre tu
cuerpo.
Guardo la computadora y emito un ruido similar a un
suspiro. Las hojas caen y el viento sigue soplando, aun sigo sentado y
el mundo gira, pasa, mientras los transeúntes andan cargados de rutina.
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