viernes, 25 de mayo de 2012

Epílogo

Es rara la sensación al terminar de leer un libro. Siempre pensé que los libros nos modifican, cada pagina, cada letra impresa cambia el orden interno de nuestra construcción. Como partes de un rompecabezas que se modifica segundo a segundo, los signos impresos en las hojas nos agregan y sacan partes, alteran el orden de las que permanecen. Lo que amamos nos cambia decía Joseph Brodsky. Querer es un acto de voluntad y la voluntad es transformadora. Un avión pasa muy lejos y un pájaro canta cerca de la puerta.


Dejo el libro sobre el piso y me levanto. Estiro mi espalda y me refriego los ojos cansados por la lectura. Voy  a la cocina a tomar un vaso de agua y me quedo mirando por la ventana. Afuera los arboles parecen tapados por el pasto, el camino desapareció y las nubes se agigantan mientras se acercan a la casa. Puedo verla leyendo, quizás esté miles de kilómetros lejos, no lo sé. Pero la veo. Esta sentada en la cocina, con un libro de poesía. El pelo le cae sobre el flequillo, sobre las sienes, rozándole las orejas hermosas y pequeñas. Está siendo hermosa; hace eso mientras el resto de los habitantes de este mundo hacemos cosas; respira y es hermosa. Lleva unos gruesos anteojos de marco negro ligeramente alargados en la parte superior y sonríe creando su propio mundo mientras llueve y ella se refugia en sus sentimientos. Sonrisa es una palabra interesante. Son Risa. Son risas, muchas, que entran dentro de una. Esa sonrisa es el resumen perfecto de las risas del mundo. Todas en su boca. 


Ella es un personaje de un cuento aun no escrito. Es la sensación de una poesía. Es el recuerdo de un poema del que ya no me acuerdo, una canción que nunca existió, y un lugar al que no creo que haya ido nunca.

Miro alrededor. Salgo de la casa y me siento debajo de un árbol. Una abeja vuela a mi lado y entra en una serie de meditaciones. Escruta cada flor, elige una y se posa sobre ella. Solo hay naturaleza para regar con lluvias de verano y alumbrar las noches con la luz de las estrellas. "Hay mas cosas en el cielo y la tierra que las que son soñadas por la filosofía".

De alguna manera las cosas vuelven a ser parte de eso que han sido,- le digo a la abeja que realiza su vida sin tomarme en cuenta- Es que fuimos pensados ya de antemano y en otra parte. 


Entre un hueco en las nubes asoma el sol. La vida es una metáfora.





domingo, 20 de mayo de 2012

Bosque

Dejo el auto y sigo la marcha a pie. Al llegar al bosque una serie de arboles se levanta delante mio. Son la puerta de entrada, columnas verdes que llegan hasta el cielo impidiendo que caiga sobre mí. De troncos gruesos los primeros arboles abundan en hojas, ramas y pájaros que emiten diferentes cantos y me miran desde lo alto. Advierten la cercanía de un ente que no pertenece a ese lugar. 


Son las 19.15 y el sol empieza a verter los últimos rayos. Sobre el horizonte veo por ultima vez la explosión naranja del atardecer. Me adentro con mi mochila llevando lo imprescindible para un estancia que no sé cuanto tiempo durará. Comida enlatada para varios días, varios litros de agua, una brújula, un pequeño cortaplumas, una linterna y un libro es lo que cargo. No considero útil llevar nada mas.


Una vez inmerso en el espacio que ocupan arboles crecidos sin ninguna organización racional, sin orden ni necesidad de estar dispuestos de esa manera, siento el aire cargado de humedad. Es un aire distinto, pesado para respirar. Lo siento rasgándome la nariz, la traquea, adentrándose en el espacio vacío en mis pulmones. Lo encuentro expandiendo por las arterias, hasta llegar a mis dedos, saltando fuera a través de los poros, volviendo a ingresar en una nueva inspiración. Deus sive natura.


Aunque caminar sin destino siempre me gustó, nunca hasta hoy me animé a adentrarme tanto en un lugar que no conozco. No tengo miedo, aunque intuyo que hacer una excursión a las profundidades de algo implica pasar a ser parte de eso que se invade. Es imposible no salir trasmutado de semejante expedición. Siento que a medida que camino hacia la penumbra del corazón del bosque voy reuniendo piezas complejas en mi interior. El corazón del bosque es en realidad mi corazón. Esta protegido de arboles que impiden que sea fácil llegar hasta el; llegar y llagar.


Paro a secarme la transpiración que cae sobre mi frente, por el cuello y baja por el medio de la espalda. Miro el reloj, 21.45. Caminé mas de dos horas sin darme cuenta que prácticamente no puedo ver mis pasos. La penumbra de la noche golpea con mas fuerza que en lugares abiertos y casi no puedo distinguir el cielo. Me siento en un pequeño claro y tomo agua. Miro la brújula, deduzco que estuve caminando casi en linea recta hacia el este. Si sigo caminando en esa dirección podré tener el sol de frente al amanecer. Saco la linterna y leo algunas paginas del libro que traje conmigo. Me quedo dormido y sueño.


Cuatro jinetes avanzan por un campo de amapolas. El dolor los tranquiliza, apacigua sus corazones. Vientos que refrescan sus interiores colapsan los sólidos. Flotan. Solo queda un mar interno donde el sol refleja su color. Los jinetes que van al mar apuran el paso; el mundo de los sueños los reclama. Camarones amarillos se desprenden desde el fondo del mar. Brillan en la siniestra oscuridad de las cosas mas profundas.


Al despertarme siento el calor del amanecer. Tengo la mitad del cuerpo bajo la luz del día, la otra sigue en la sombras. Estoy entumecido por haber dormido en una mala posición. Me queda el sinsabor de haber tenido un sueño que no puedo comprender. Abro los ojos despacio, veo mi mochila y Walden abierto boca abajo entre las hojas secas del otoño. Escucho con claridad. Por lo menos mucho mas que ayer. Oigo el correr del agua de un río que pasa cerca; el día anterior no me hubiera percatado de la existencia de agua. Camino esquivando la sombra de los arboles, intentando que la luz del sol me caliente un poco. Llego hasta el río y me mojo la cara con el agua helada. Al instante siento el latir de mi corazón en las sienes, el rostro caliente y el martilleo de la sangre pasando por el.


Hormigas rodean mi cuerpo tendido sobre las hojas. Permanezco la mañana acostado mirando la punta de los arboles y, en segundo plano, las nubes que se mueven llevadas por el viento, el sol estático que la rotación de la tierra hace mover. Recuerdo un fragmento de un poema de Pessoa, si cuando yo muera quieren escribir mi biografía, nada hay mas simple, solo tiene dos fechas: la de mi nacimiento y la de mi muerte. Entre una y otra todos los días son míos.


El momento de mayor actividad de los animales es cuando el sol está exactamente sobre la tierra, en nuestro medio día. Me levanto al darme la luz de lleno en los ojos. Abro una lata y como pescado. Luego voy al río, me desnudo y me meto en el agua hasta la cintura. Siento como va subiendo el nivel de agua dentro mio. Lo que era desierto va convirtiéndose en una sabana de pastos amarillentos y pequeños naranjos que el viento mece. Entre los pastos resistentes a la falta de agua, van abriéndose pequeñas flores de color rojo, amarillo y violeta. Tienen el centro amarillo y se alinean en dirección al sol. Solo tendrán un breve existencia; se ahogaran con la primer tormenta o marchitarán en cuanto la humedad vuelva ser inexistente. Lo mismo ocurrirá con los naranjos. Aprovecho y disfruto su aroma, solo el pastó perdurará.


Salgo del agua, me vuelvo a vestir y me siento en unas piedras que sobresalen al costado del río. Uso las raíces de un nogal como almohada. Continúo leyendo Walden:  Antes que amor, o que dinero, o fama, dame verdad. Me senté a una mesa en la que había ricos manjares, vino en abundancia, y obsequiosos ayudantes; pero la sinceridad y la verdad no estaban allí, y me escapé, hambriento, de aquella mesa inhospitalaria. La hospitalidad era tan fría como los helados; pensé que no había necesidad de hielo para prepararlos. Me hablaban de la edad del vino, y de la fama del viñedo; pero yo pensaba en un vino más añejo, más nuevo y más puro, de una vendimia más gloriosa, que ellos no había tenido, ni lo podían comprar. El estilo, la casa y sus terrenos, y los "entretenimientos", nada eran para mí. Fui a visitar al rey, pero me hizo esperar en su hall, y se condujo como un hombre incapacitado para la hospitalidad. Había un hombre en mis vecindades que vivía en un árbol hueco. Sus maneras eran, en verdad, reales. Yo había hecho mejor en visitarlo a él.

La luz que ciega nuestros ojos es oscuridad para nosotros. Sólo puede alborear el día para el cual estamos despiertos. Hay muchos días aún por nacer. El sol no es más que un lucero del alba  



Thoreau escribió en la soledad el bosque nativo de Conrad, Massachussets, donde vivió mas de dos años. Debió sentir mucho de las cosas que pasan por mi en este momento, aunque mi intención no es vivir tanto tiempo. Guardo el libro en la mochila y empiezo a caminar bordeando el río. Miro la brújula, sigo caminando hacia el este. Hay algo que destruye el ego en esto de estar en el medio de la naturaleza. Me veo en perspectiva real. Soy en armonía y al ritmo de lo que me rodea.


El río parece no tener final, el río eterno se desplaza a mi lado. Los animales, pájaros y ardillas, ya no huyen de mí. Llevo menos de un día en el bosque y ya soy parte de él. Comprendo que debo dejar la mochila y mis cosas, incluso la brújula. 


A medida que camino el río y yo llegamos a una bifurcación, no es posible para mi seguir costeandolo. Elijo seguir caminando hacia la izquierda, a través de un pasillo improvisado bajo las ramas de muchos arboles. Noto el cambio de la vegetación. Ya no hay hojarasca, aquí los arboles son de hoja perenne. También el aire es diferente. Puedo ver mi respiración y sentí olor a nieve , a pesar de no verla ni sentir el frío. 


Sigo caminando. Las hojas se revelan como espejos donde puedo verme caminando. Me observo nitidamente mientras me introduzco en una niebla espesa. Llega un momento donde ya no puedo verme. He entrado en la niebla del interior.


lunes, 14 de mayo de 2012

Encontrar

A veces pienso que hundidos en la complejidad de nuestros asuntos diarios  descuidamos prestarle atención a lo que nos rodea. Diría que construimos catedrales de gruesos muros para rendirle culto a la razón. Caminando se me regalan paisajes , no puedo evitar sentir lo errado de esa desmedida referencia.


Me gustaría poder tener palabras, encontrarlas o inventarlas para  decir lo que siento cuando veo el cielo a la noche, cuando los primeros rayos del sol me dan calor, cuando oigo los primeros signos de la naturaleza. 


Quisiera vivir acá, lejos. Me corrijo, no es lejos, es cerca de donde quiero estar. Ser feliz con tan poco es ser libre. Es la libertad para saberme, extrañarte y dejarte.





Coyote Cósmico

domingo, 13 de mayo de 2012

Shine it all around


El mar y el hombre están separados por una milimétrica inmensidad que los define. El hombre contempla el ir y venir melancólico de la noche sentado en la arena. Una brisa suave lo despeina mientras sonríe.

En otra orilla del mismo mar la mujer sonríe, la luz del sol se refleja en su blanco rostro. Respira la misma sal, sonríe igual de feliz. Los une lo que los separa, la milimétrica inmensidad que los define distintos.

Sonríen sin saber que al verlos reír, nosotros somos mas felices. Dos partes separadas por un mar, unidas por el aire que respiran. Sin saberlo, son felices por el viento, son felices por el otro.




jueves, 10 de mayo de 2012

Kafka , el tiempo y el espacio



"Si, te encuentras en una situación muy curiosa. Tú te has enamorado de una muchacha que ya no existe, estás celoso de un muchacho que ya ha muerto. Con todo, estos sentimientos son los mas reales que has experimentado en toda tu vida, y los mas dolorosos. Y no hay salida. No hay posibilidad alguna de hallar una salida. Estas perdido en el laberinto del tiempo. Y el problema mas grave es que tú no tienes ganas en absoluto de encontrar una salida. ¿Me equivoco?"


Kafka en la orilla, Haruki Murakami.

lunes, 7 de mayo de 2012

El escribiente*


Con el paso del dia empezó a confirmar lo peor de sus sospechas. Algo había cambiado unos meses atrás y recién ahora notaba la marca de ese acontecimiento. Un malestar que lo agobiaba hizo que se retirara antes de la redacción. Después de una breve comunicación a sus compañeros salió del diario y cruzó la calle rumbo a donde estaban las paradas de colectivo. Mientras cruzaba por la senda peatonal alzó la vista al cielo, donde las nubes pasaban rápidamente ante la estática presencia de las torres del centro de la ciudad. Busco el sol con la vista, pero las nubes y los edificios conspiraban para que no lo encontrara. A paso displicente y despreocupado cruzó la calle sin importarle la ciudad a su alrededor, no le interesa ya lo que pasaba en el espacio circundante.

Cuando subió al colectivo que lo llevada de regreso a su casa, buscó rápidamente un lugar donde poder sentarse. Ubicado en la ultima fila de asientos, del lado de la ventana, sacó un libro de Dostoievski. Desde hacia ya unos días siempre que viajaba leía de manera mecánica Noches Blancas del autor ruso. Mientras sus ojos recorrían las avejentadas paginas del libro, su mente divagaba por otros rincones. Recuerdos no lejanos bombardeaban desde adentro su cabeza intentando llamarle la atención. Expresaban cosas que quería ignorar, por lo menos hasta llegar a la privacidad de su hogar.

Tiempo atrás, mas o menos unos seis meses, su presente era distinto. Incluso el futuro imaginado en consecuencia era mucho mas brillante. Ahora ya no pensaba en el futuro de la misma manera. El devenir era cuestión desconocida y no le importaba. Sabia que había alguno, pero no le interesaba buscarlo. Todo llegaría en algún momento y si no llegaba, el no se preocupaba.

***

La idea de que el hombre como individuo tiene el control de lo rodea es una invención de la modernidad. Emergida triunfante después de las revoluciones de los siglos XVIII y XIX, la era moderna cambio la concepción de lo que anteriormente se conocía como destino. Previo a esto, la religión había acuñado el concepto de predestinación y deber en la vida mortal. Como consecuencia de dicha predestinación el hombre era un actor que cumplía con un libreto que le era escrito al momento de su nacimiento. La modernidad derrumbo esa concepción e impuso al hombre por encima de la naturaleza. Capaz de modificarla, de obtener los máximos beneficios , de predecirla, la humanidad fue creando un mundo en el cual todo era factible de ser controlado. Incluso el hombre a si mismo y a los demás”...

Puse un fragmento entero de la entrevista con Vladimir Stoivkov a modo de presentación y después resumí algunas ideas centrales antes de mandar la nota a los editores. No me gustaba nada escribir para el suplemento de cultura del diario, pero no me quedaba mas remedio. Después de que Cecilia se fue tuve que hacer horas extras y poner la mejor cara ante los pedidos.Ahora no podía darme el lujo de cambiar de trabajo, de salir a buscar suerte. No me sentía con la fuerza para hacerlo. Sin mas remedio acepté pasar a la sección cultural. Como dije, no me gustaba escribir para ese suplemento. No es que tuviera algo particular con la temática, mas bien era un rechazo a escribir para que los snobs tuvieran de que charlar mientras tomaban un café. No era la idea que yo tenia al empezar a hacer periodismo. Sin embargo, acepté simulando entusiasmo.

Después de tres meses escribiendo las crónicas de las exposiciones que se presentaban en Buenos Aires, el jefe de sección me mando a entrevistar al sociólogo húngaro Stoivkov. De paso por la ciudad para la presentación de un libro, su agente se puso en contacto con el diario para arreglar la entrevista. Me dieron la dirección del café donde seria el encuentro y el horario anotado en un papel amarillo.

Cecilia nunca me amó, me di cuenta poco tiempo después de que me dejara.  


* Bartleby, El Escribiente. Herman Melville

Poesia insomnia

domingo, 6 de mayo de 2012

Rocío

Ayer la luna estuvo en su punto mas cercano en relación a la tierra. Supongo que de alguna manera eso afecta nuestro comportamiento. Después de todo, somos casi 75 % agua y es sabida la atracción que ejerce la luna sobre las mareas.


Fue para mi una noche confusa de sueños extraños, recurrentes, que me dejaban lo tangible del vacío en la piel. Decidí que bajo esas circunstancias dormir no era la mejor opción y salí a caminar por el parque, prendí un cigarrillo y me senté a ver las estrellas. Corría un poco de viento que desplazaba las nubes lentamente. No las podía ver mas que por el detalle de su movimiento al pasar por delante de la luna y las estrellas. Podría decir que la noche estaba gris, pero es en realidad una inexactitud. Mas bien un color celeste cubría el parque y mi figura.


Un sentimiento de soledad se apoderó de mi estando ahí sentado. El sonido de la nada es, de hecho, algo que se puede oír si se da la oportunidad. A pesar de la brisa no sentía frio. Aparte del color azulado y lo desmedido del tamaño de la luna, hasta ese momento no me podía quejar. Solo hubiera pedido tener un libro en mi mano, estaba seguro que la luz hubiera bastado para poder leer a simple vista. Terminé el cigarrillo y permanecí sentado en el pasto. Las gotas invisibles del rocío nocturno chocaban contra mi cara. Cerré un momento los ojos y sentí las minúsculas gotas colisionaban contra mis parpados, pensé en el momento mas intimo que había tenido con la naturaleza hasta el momento, pero ninguno superaba las cosquillas de esa noche. De haber sido religioso hubiera entrado fácilmente en contacto con alguna divinidad, pero como no lo era me limite a tratar de asimilar el placer del momento. Me quedé mirándome las manos, los brazos, cubiertos de finas partículas de agua que brillaban con el celeste de la luz. 


Recordé que Tolstoi dijo una vez que la felicidad es una alegoría y que la tristeza es una historia. Puede ser que sea así, nunca había pensado antes en lo efímero de algunos momentos. Esa azul soledad era las dos cosas. Felicidad por el cosquilleo de las gotas y tristeza por imaginar la escena desde afuera, un hombre sentado en el pasto mirando la luna. Quizás en algún lugar del mundo, aunque debería ser en el hemisferio sur, hubiera otra persona haciendo, pensando, sintiendo exactamente lo mismo. Pensé en las probabilidades matemáticas de que eso fuera así.


Cuando era mas chico, y para eso tengo que retrotraerme a la adolescencia, una mujer con la que dormía ocasionalmente y que era varios años mayor que yo me contó un mito griego que se atribuye a Aristófanes. Según el relato hubo un tiempo en que los hombres eran totalidades. Es decir que eran hombres-hombres o mujeres-mujeres o hombres-mujeres. Por algún motivo los Dioses reaccionaron separando las mitades que constituían al Ser, y a partir de ese momento la vida pasó a ser la búsqueda, o la perdida, de la otra mitad. Una búsqueda por demás desesperada-pensé. No hay nada mas aciago que la búsqueda de algo que no se sabe qué es, y además, que no se sabe que se busca.


No recuerdo cuando fue el momento pero intenté cerrar los ojos y no pude. No desesperé, entendí que hay veces que es imposible cerrarlos. Me quedé sentado dejando que el rocío me cubriera.


La mañana y los rayos de sol me encontraron acurrucado y temblando de frío. Había dormido en el parque: dormimos para que cada nuevo día sea un día nuevo.







Leaves of freedom







Hojas de libertad
Que caen de los arboles
De la necesidad de pensar, 
De sentir, de querer.


Como viento que contempla el mar
Y se carga para ir a otro lugar,
Somos seres de paso
Que quieren afirmarse en algún paisaje.


Miramos la luna sin decir nada
Sentimos el pasto y el sol
Un frío que recorre mi cuerpo
Pregunta desalmado quien soy.