Esperá, antes de que te vayas quiero decirte que esto me duele mas a mi que vos, dijo y las palabras retumbaron en el pasillo. Él hizo una pausa y dio vuelta sobre sus pasos. La contempló unos segundos. Las manos de ella estaban temblorosas y se las frotaba mientras agachaba la cabeza al no poder soportar el cruce con la mirada de él. Pensó en decirle algo, pero a esas alturas toda palabra carecía de sentido. Se dió vuelta lentamente y caminó hacia la puerta, al tiempo que buscaba sus auriculares en el bolso.
El pasillo, que era único testigo de aquella ceremonia, se expandió y las paredes se desvanecieron. De pronto la distancia se hizo mas grande al no mediar objetos entre ambos.Las baldosas blancas y negras configuraban el paisaje y todo aparentaba ser un gran tablero de ajedrez. Peones, caballos y reyes habían desaparecido. Solo ellos estaban jugando la partida.
Mientras él se separaba cada vez mas dándole la espalda, ella quedó pensativa. Reflexionando, metió una mano en su pollera. Debajo, tenia escondida un arma. La prenda multicolor, cálida por el roce de su cuerpo contrastaba con el negro y frío acero de la muerte. Bang! Disparó. Bang Bang!otras dos veces. Siguió gatillando pero no había mas balas en la recamara.
Del otro lado, las balas hicieron impacto en la cabeza, el pecho y las piernas. Cuando caía pudo observar el feliz rostro, sombrío y sin culpas, de su asesina. Ella lo disfrutaba y sonreía satisfecha. El mundo comenzó a oscurecerse. La sangre se empezaba a detener en todos los rincones del organismo. La vista se nublaba. Cayó. Primero de rodillas, para después desplomarse. Temblores cada vez mas fuertes empezaron a recorrerle el cuerpo y el gusto metálico de la sangre inundó su boca. Apenas pudo ponerse boca arriba. El disparo en la cabeza no había sido certero, aun podía razonar y moverse. El que lo estaba abandonando era el corazón, fatigado y con un impacto de bala que lo dejó condenado a muerte.
A medida que se desangraba en el piso, ella se acercó jugando con el arma. Se la pasaba de mano a mano y la giraba, como solía ver en las películas de cowboys. Sin rodeos, apoyo el cañón de la pistola en la frente y le dió el tiro de gracia.
Esto me duele mas a mi que vos, dijo, y la metralla rompió el cráneo.
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