viernes, 9 de julio de 2010

Historia Bicentenaria

El gaucho perseguido.

El general Vicente Angel Peñaloza , conocido como el “Chacho”, era un importante estanciero de La Rioja , además de general de la Confederación por nombramiento de Urquiza con formal aprobación del Senado . Con el ejercito informal de milicias gauchas convocadas por su carisma, tenían por tarea la custodia del orden militar en La Rioja y en Catamarca.
Las noticias de que la victoria Federal en Pavón se había transformado en derrota, que Urquiza estaba enclaustrado en su palacio de San José y que el presidente Derqui había huido en un barco de bandera inglesa detuvieron su avance sobre Tucuman para cumplir con la orden de deponer al gobernador Taboada, aliado con los liberales autoritarios del puerto. Acampa en las afueras de la ciudad y envía una propuesta de negociación a Taboada, quien acepta solo para dar tiempo de llegar a las tropas del coronel Paunero, a quien escribe Mitre : “ Mejor que entenderse con el animal Peñaloza, es voltearlo. Aprovecharemos la oportunidad de los caudillos que quieren suicidarse para ayudarlos a bien morir ”.
Cuando el gobernador tucumano, sientiendose fuerte, rompe la tregua, Peñaloza le escribe una carta que se haría famosa : “ ¿Por qué una guerra a muerte entre hermanos contra hermanos?”.
Aprovechando la ausencia del Chacho, Paunero avanza sobre La Rioja pero el riojano, regresando a matacaballo, la recupera ante los vítores de la chusma que lo venera como el “padre de los pobres”. El corrido coronel uruguayo escribe a Buenos Aires : “ El negocio de La Rioja se hace cada vez mas una espina en el talón, como decía Luis Felipe a Mackau por la guerra en el rio de la Plata”, identificándose con el invasor extranjero que en los cuarentas fue derrotado por el gauchaje de Rosas.
Dicha espina debía ser extraida por cualquier medio, como lo entendiese el coronel Sandes quien sorprendió en Los Llanos a una desprevenida partida chachista y paso por las armas a todos los apresados. Quien elevaría el parte fue Sarmiento: “ El coronel Sandes llevó orden por escrito del infrascripto de pasar por las armas a todos quienes encontrase con armas en la mano, y lo ha ejecutado en jefes y oficiales”. La vocación militar del sanjuanino se había hecho palpable, desencadenando la burla de sus adversarios, cuando se hizo retratar, luego de Caseros, con gesto fiero y con imaginario uniforme de coronel , grado que el ejercito nunca le reconoció. Años después, ya presidente, fundaría el el Colegio Militar y la Escuela Naval.
La guerra se extiende espontaneamente movida por la indignación de los provincianos, que ven invadido su territorio por quienes les quieren imponer a sangre y fuego sus conveniencias disfrazas de cruzada civilizadora. Se levantan en Arauco Severo Chumbita, en Guadancol Felipe Varela, en el oeste Fructuoso Rivero, tambien Carlos Ángel en Chilecito. Para mayor preocupación de Buenos Aires, aparecen tambien montoneras en Cordoba y San Luis.
Lo que los mueve no es tanto la ideología antiliberal sino la conviccion tantas veces confirmada de que los intereses porteños eran incompatibles con los de las “plebes” provincianas y que su predominio resultaría en mas míseria y mas injusticia. Por eso su guerra era era por la supervivencia y el Chacho, cuyo origen social le huebiera permitido integrar las clases decentes, como se autocalificaban los oligarcas dando por sentado que los humildes eran indecentes, se sentía con la obligacion de conducir la resistencia al frente de los gauchos que lo seguían con la confianza de que nunca los defraudaría.
Los porteñistas intentaron entonces el soborno ante la imposibilidad de cazarlo y derrotarlo, y porque su acción se había extendido a San Luis donde aliado con los levantiscos puntanos puso sitio a la capital provincial.
Pero lo que el caudillo exige es que las tropas nacionales abandonen la provincia, se termine la matanza de riojanos y el secuestro de madres y hermanas de los montoneros. Además de una amnistía “para el señor Peñaloza , sus jefes, oficiales y tropa a fin de que puedan regresar, garantidos, a sus hogares”.
Mientras el riojano espera la respuesta de Mitre, los coroneles uruguayos continuan su guerra de exterminio. En Valle Fertil la guerra favorece a la montenera y el Chacho se limita a requisar los caballos y deja en libertad a los prisioneros con una carta “muy atenta”, como señala extrañado Paunero. En su comunicación a Mitre comenta :” Es tanto mas síngular esa conducta noble de Peñaloza en cuanto Sandes y Rivas le han hecho la guerra a muerte.”
Se llega finalmente a un acuerdo que respeta las demandas del Chacho. Éste promete entregar armas y prisioneros que serían canjeados por los que habían caído en manos del ejercito porteñista. Lo sucedido entonces lo contó José Hernández: “ Se entregan las lanzas y en el momento de devolver los prisioneros : “ustedes dirán si se los ha tratado bien...” , pregunta el Chacho. “¡Viva el general Peñaloza!” fue la unica y entusiasta respuesta. El riojano se dirige a los jefes porteños: “ Y bien, ¿donde están los mios?”... Los jefes de Mitre se mantenían en silencio, humillados; los prisioneros habían sido fusilados sin piedad, como se persigue y se mata a las fieras de los bosques”.
La clase decente de La Rioja esta disconforme con el arreglo. Tambien Mitre desconfía de dejar al Chacho en su provincia a pesar de los argumentos de Paunero de que es el unico capaz de mantener el orden. Pero quien mas dispuesto está a sabotear esa paz es el gobernador de San Juan, Domingo Faustino Sarmiento, inquieto por la proximidad de los aborrecidos gauchos insurrectos, cuyo exterminio, sostenía, era la unica garantía de instalar en suelo argentino la civilización liberal. El 22 de enero de 1863 le reprocha a Mitre que “ La Rioja estuviera barbarizada y aniquilada con el visto bueno del gobierno y del partido liberal” y acusa a Paunero de cobardía. José M. Rosa cita al riojano César Reyes quien contaria que “cuando el Chacho se bajaba solo en una casa nuestra no pasaba una hora cuando esa casa se veía rodeada de gauchada. Eran recelos de que le pasara algo, pues la chusma sospechaba la repugnancia de la clasa distinguida por el caudillo”.
Peñaloza, creyendo en la palabra de los porteños, se retira a su casa en Guaja. También se apaciguan sus jefes Ontiveros, Varela , Ángel, Llanos, Puebla y otros. Pero la tregua no dura porque los gobernaodres liberales y los de la clase alta no cumplen con la amnistía y persiguen , encarcelna y matan a quienes integraron las montoneras chachistas. Los coroneles de Mitre se ponen nuevamente en movimiento con el estímulo de Sarmiento: “Sandes ha marchado a San Luis. Está saltando por llegar a La Rioja y darle una buena tunda al Chacho. ¿Que regla seguir en esta emergencia?. Si va , dejelo ir. Si mata gente, callese la boca. Son anímales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”. (Carta a Bartolomé Mitre, 23 de marzo de 1863).
El sanjuanino será designado una semana mas tarde Director de Guerra y Mitre le informa que se ha dispuesto hacer una guerra de policía contra el riojano y los suyos. Es decir que serán considerados meros delincuentes. Sarmiento cree interpretar los sugerido en cartas a los coroneles: “ Es permitido entonces quitarles la vida donde se los encuentre”. Mitre desmentirá mas tarde que esa fuese su intención.
Desde Guaja, el Chacho, nuevamente en armas, dará una conmovedora proclama: “ Los hombres todos, no teniendo ya mas que perder que la existencia, quieren sacrificarla mas bien en el campo de batalla defiendiendo sus libertades, sus leyes y sus mas caros intereses atropellados vilmente”. Es decir, no se trataba de lograr una victoria imposible sino de vender cara la derrota con coraje y dignidad. Su “grito de Guaja” termina con una consigna de guerra : “¡Viva Urquiza!”, una convocatoria a que el entrerriano saliese de su lujoso palacio y se puesiera al frente de esa nueva insurrección federal que se propagaría por varias provincias. Pero don Justo José se apresura a escribir a Mitre que “su nombre era explotado sin mi conocimiento ni aprobación”. En cambio escribiría a Peñaloza y a otros caudillos como el puntano Juan Saá hipócritas cartas que alimentarían sus esperanzas.
El 28 de junio se producirá la decisiva derrota del Chacho en la batalla de Las Playas contra las tropas armadas con modernisimos fusiles Enfield al mando de Paunero y Sandes, sufriendo enormes perdidas a las que se sumaron las posteriores ejecuciones de oficiales y soldados apresados. Lo que siguió fue una orgía de exterminio de sospechados chachistas que, en la obsesión de imponer la paz de los sepulcros se extenderia a los delicuentes comunes.
Sarmiento se vanagloriaría ante Mitre que un acusado de robo de ganado fue condenado con su firma “ a la pena ordinaria de que se ejecutará a tiro de fusil en la plaza principal de la ciudad, debiendo ser descuartizado su cadaver y puesta su cabeza y cuartos en los diversos caminos públicos”. Era el método del padre de aula para contrarrestar los efectos de la miseria producida por las campañas para reducir a gauchos y federales.
El Chacho es perseguido por toda la provincia y es común el uso de la tortura para arrancar datos de quienes podrían conocer su paradero. Pero el riojano no está escondido, sino que ha formado un nuevo ejercito de un millar de gauchos y arremete contra San Juan gobernada por Sarmiento. Las tropas nacionales vuelven a derrotarlo en Malayán y se retira a Olta. De allí escribe una vez mas a Urquiza exigiendole que tome la jefatura del movimiento contra la preponderancia porteña. Pero el entrerriano está muy orondo en su palacio haciendo pingües negocios con Buenos Aires que han terminado por convertirlo en el hombre mas rico de la Argentina. Además su proyecto politico es entonces explorar en el exterior el apoyo para la independencia de las provincias mesopotamicas constituyendo un nuevo país, idea recurrente en Urquiza en distintos momentos de su vida.
Una partida mitrista al mando de un tal Vera sorprende al riojano en la casa de su amigo Oros. Avisado , el coronel Irrazával irrumpe en la casa preguntando “ quien era el bandido del Chacho”. Éste se adelanto: “ Yo soy el General Peñaloza, pero no soy un bandido”. Como toda respuesta Irrazával le hundió su lanza en el vientre. Luego lo degüella y expone su cabeza hasta la pudrición en el extremo de un palo en la plaza de Olta.

Pacho O'donnell, Historias Argentinas .

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