viernes, 7 de marzo de 2014

Espectros

Era una noche en la que predecía insomnio. Una de las tantas que últimamente padecía. Sentado en  la cocina dejaba escapar lentamente el tiempo. Un sentimiento parecido a encontrarse en otro lugar, lejos, muy por fuera de sus círculos habituales empezó a notarsele en el cuerpo. La penumbra de la noche solo quedaba apenas alumbrada por la luz de la luna que entraba por el ventanal abierto tras sus espaldas. Tenía un vaso de agua, que sujetaba con ambas manos, y el pijama. El gato dormía, su mujer dormía, todos en su respectivo tiempo y en el espacio que le correspondía a ese devenir temporal; él estaba por fuera de esa correspondencia. Y lo notaba.

No pensaba en algo fijo. Su cerebro hacía desfilar en la memoria hechos cercanos. El recuerdo de las cosas que el lunes debería hacer al llegar al trabajo, algún cumpleaños próximo, el pago de las cuentas pendientes.

Pensó en escuchar algún programa de radio de trasnoche. Era un escape al insomnio que había descubierto en la adolescencia. Sin embargo desistió al pensar en que Clara podría despertarse y luego tendría que soportar el mal humor y las recriminaciones. En ese punto de su matrimonio, los intervalos de comunicación mas largos eran consecuencias de peleas y discusiones.

Para colmo, el gato también dormía. Tomó el vaso de agua, al que le quedaba menos de la mitad, y fue a despertar al gato que dormía arriba de la notebook, sobre el escritorio del living. Lo tocó y llamó por su nombre, Shiro. El gato lo miró y siguió durmiendo.

- Que bien. Ya me vas a pedir que te rasque abajo de la panza.-

Salió. Abrigándose bastante se puso a resguardo de una noche que presentía fresca. Apenas dejó la casa pudo comprobar lo correcto de su juicio, podía ver su propia respiración condensarse en al aire frío.

Caminando fue redescubriendo partes del barrio. El claroscuro nocturno, matizado por esa suave mezcla de penumbra y bañado lunar daba un carácter diferente a las sombras. Estas parecían más espesas y movidas por voluntad propia. Casi podía sentir la textura de las sombras en el roce con el aire nocturno.

- Todos somos criaturas de la noche. De día nos perdemos.-

Caminó sin rumbo, en dirección al puerto, que se encontraba a unas 10 cuadras de su casa. Por la Avenida del Mar no había un alma. Espectros solamente deambulaban, algún que otro gato cuyos ojos reflejaban la luz, y ruidos de la ciudad que sonaban a lo lejos, en otro mundo. Manos en los bolsillos se introdujo dentro de sus propios pensamientos. Pensó en como hubiera sido su vida si hubiera tomado las decisiones opuestas, y se divirtió algún tiempo pensando en eso.

Llegado al puerto se sentó sobre la pared, de unos 60 centímetros, que dividía la vereda del comienzo del malecón. La brisa del mar, fresca y salada le dio en el cuerpo. Se subió el cuello del abrigo negro que llevaba y se frotó las manos en busca de reavivar la circulación. Un carguero de bandera senegalesa, Liberty, estaba dispuesto a partir y varios remolcadores se alistaban para maniobrar el buque a través de la estrecha salida del puerto. Contempló todo el proceso. Cuando finalmente el Liberty era una luz distante, perdiéndose en el mar negro engullido en la oscuridad, se sintió vacío. Experimentó la sensación de que algo suyo partía con el barco.

El tiempo esa noche parecía pasar a menor velocidad y aun las primeras luces del amanecer permanecían ocultas. Sin sentir sueño, caminó bordeando el agua, los barcos amarrados y la oscuridad. Recordó cuando siendo pequeño caminaba con su papá por el puerto, entre la gente, las grúas y el murmullo de una ciudad en desarrollo. Rememoró las historias sobre países distantes que lo maravillaron y gestaron esa curiosidad por el mundo que llevaba. Sintió cercanas las memorias de los colores de las frutas que en esos países colgaban de los arboles de nombres exóticos que le contaba Fidel, su padre. Pudo sentir el aroma y el tacto de la distancia, de otros mundos posibles que convivían con su presente como parte del pasado y extracto del futuro. Varias gotas salieron de sus lacrimales y rodaron por su cara hasta notarlas, saladas, en la comisura de los labios. Eran lágrimas que representaban alegría. Tenia solamente buenos recuerdos. Ni ausencias, ni vacíos, ni malos momentos; solo recuerdos que cargaban de sentido su vida. Sus recuerdos eran su presente.

Pensó en Clara y en que a pesar de que la amaba, nunca podría olvidar a Cristina, su poesía, sus caderas envueltas en sabanas blancas, sus pinturas, la comisura curvada hacía arriba cuando sonreía,  los lunares de su espalda y ese maravilloso territorio entre el cuello y los hombros que tomaba forma de V y que tanto le gustaba besar. Pensó en esa frase que leyó, todos tenemos breves momentos de felicidad. Él sabía que los suyos ya estaban en territorio del pasado, que en su caso lo mejor no estaba por venir, sino que había sido. No se sintió desanimado. Por el contrario, su corazón latía con más fuerza. Había conseguido exorcizar algunos demonios esa noche, idos en un barco llamado Liberty.

Volvió caminando despacio, con la tranquilidad a cuestas y sintiéndose más liviano. Ahora sí la mañana asomaba en el horizonte con los primeros tonos anaranjados del día que se sobreponían al negruzco color de las nubes cargadas de lluvia, desecho de la noche. Cuando llegó a su casa Clara aun dormía. Optó por una ducha y un café, que tomo sentado solo en el comedor. Afuera, las bocinas de los autos anunciaban que la ciudad se despertaba. A pesar de no haber dormido no sentía cansancio en el cuerpo. La mente la tenia despeja, dispuesta a llevar sin mayores dificultades el trajín del día.

Se puso el traje y subió al auto, donde encendió la radio y escuchó los primeros segundos de Save the population de los Red Hot Chilli Peppers. Aspiró aire profusamente, mientras su gato lo miraba a través del vidrio desde el techo de la casa. Le pareció que al aspirar aire, el perfuma de Cristina había llenado sus pulmones. El tacto de su cuerpo le vine a la memoria, pero optó por desechar esos recuerdos, como hacía siempre que afloraban. Ya era demasiado viejo para realizar cambios profundos que no sabía adonde conducían. Ya no era un adolescente que podía realizar actos impulsivos sin que las repercusiones afectasen a nadie. Y sin embargo, la voluntad opinaba diferente.

El cielo fue abriéndose durante el día. Las nubes negras se disiparon completamente y la amenaza de lluvia que el servicio meteorológico había anunciado quedó descartada. Todo era normal. Las personas en la ciudad, en el mundo seguían sus rutinas diarias, las diurnas en el hemisferio sur; las nocturnas en el norte. La normalidad del repetir día tras día los mismos actos llena de sosiego a la mayoría, que luego duermen plácidamente. Sin embargo, al insomne algo lo trastoca. Está despierto cuando debería dormir. Su voluntad no lo obedece. Mas bien le planta batalla a las ganas de dormir, de descansar para afrontar el día siguiente. El que sufre de falta de sueño, individuo cuya voluntad va contra si mismo, tiene una ventaja. Los exorcismos de espectros que merodean por los recuerdos pueden realizarse de una manera concisa, facilitando la tarea, si es que realmente  se está  dispuesto a ello.

Al caer la tarde, nuevamente las nubes fueron cercando la luz. Por la noche, al regresar a su casa, solo un pequeño claro en el cielo dejaba ver la luna. El resto estaba cubierto de espesas nubes negras y el aire frío soplaba desde el mar.

- Son los espectros que quieren volver.

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