martes, 9 de julio de 2013

La muerte de un enunciante

Liquidar al mensajero no es en forma alguna un acto de desesperación. Todo lo contrario, la muerte del enunciante pone fin al acto discursivo; sin mensajero no hay mensaje. Semejante deducción no puede ser fruto de la casualidad de la desesperación, es hija de la razón, del calculo, de la técnica. Supone el triunfo de la lógica por sobre el sentimiento, la victoria de la modernidad por sobre la utopía. Es el despojo del cuerpo entregado a los chacales de la ciencia o a los santos evangelios del progreso.

Así como el asesinato de la utopía en manos de la razón fue un crimen orquestado y verdaderamente perfecto, una sinfonía de destrucción. La muerte de Funes también lo fue. Su prodigiosa memoria llegó a su fin teniendo como ultimo registro el rostro de sus asesinos, ahora ya perdidos entre las sombras, quizás para siempre. Lo cierto es que a Funes lo están velando en este instante. Funes está muerto, lo que significa que a mi también me queda poco tiempo. Esto no obedece a ninguna sospecha mía, sin embargo, por deducción, muerto Funes el siguiente en la lista soy yo, porque estas cosas funcionan así: siempre hay un siguiente. Contra la certeza de la muerte no puede hacerse mucho, solo esperar.

Si Funes está muerto, la memoria también, perdida en otras dimensiones usando todo lo acumulado en esta para construir maravillas mas allá de nuestra percepción. Por eso paso mis mañanas sentado en los bancos de la estación de tren a la espera de alguna señal, mientras el tiempo que me queda se diluye con el devenir del viento, mientras el sol de la mañana golpea contra mi cara, una sensación por demás agradable y dulce. Espero señales.

Hay momentos en los que el mundo suele brillar con una inusitada y sorprendente belleza, pareciendo que exclama ¡mirenme, esto soy yo!. Son pocos estos momentos mágicos, y muchas menos las veces que nos percatamos que está sucediendo en el mismo instante en que posamos los ojos sobre lo circundante. Sin embargo yo suelo ser bastante receptivo a este tipo de cosas. Recuerdo un hecho de mi infancia, cuando tenia ocho o nueve años. Vivía en ese momento cerca del mar y siempre luego del desayuno salia junto a mi hermana a caminar por la playa. Ese día, una mañana primaveral de octubre, no alteramos nuestra rutina y bajo el brillo de los primeros rayos caminamos bordeando el agua en compañía del pequeño foxterrier blanco y marrón que teníamos. Yo me sentía extraño, como si mi cerebro se hubiera desprendido de lo que lo fija al cráneo por dentro y se moviera libremente dentro mi cabeza. Sofía, mi hermana, iba quedándose atrás y su voluntad adolescente era superada por mi infantil entusiasmo. No supe por qué, ni en ese momento y mucho menos ahora, pero me detuve y empecé a hacer un pozo en la arena mojada, moviendola con mi pie izquierdo. Luego me agaché y empecé a utilizar mis manos, mientras Sofía me miraba desconcertada y el perro olfateaba el aire. A unos pocos centímetros de profundidad había una piedra gris, chata y llena de pequeños lunares de una tonalidad mas oscura, casi negra. Sin esfuerzo la desenterré, no era mas grande que la palma de la mano de un adulto. Mi hermana no decía nada , solamente me miraba; el perro contemplaba el mar. Esa piedra estaba caliente en relación con el ambiente. Si bien sostenerla en mis manos no me quemaba podía sentir su tibieza, y algo mas que no puedo explicar bien, era como si la piedra exhalara, sentía un cosquilleo semejante al producido por una leve respiración en mis manos. La piedra que respiraba tenia forma de corazón. Este recuerdo que al parecer no amerita mucho mas que sentido anécdotico hubiera sido solo eso, un recuerdo de infancia común y corriente, si no fuera por el hecho de que Sofía falleció esa misa noche. Había tenido una falla cardíaca. A partir de ahí, el mundo se cerró para mi. Y para abrirlo, empecé a mirar con mayor atención, a escuchar y a sentir de otra manera.

La noche que apuñalaron violentamente a Funes, yo soñé que participaba de un experimento en el que iban a hacerme adquirir todo el conocimiento que había en el mundo a través de una maquina. Comprendí al despertarme que esa era una forma de comunicación simbólica, como lo fue el encontrar la piedra con forma de corazón, y que todo ese conocimiento que iba a depositarse en mí era la forma de expresar que todo lo que guardaba en su memoria Funes iba a estar disponible. Cuando supe lo ocurrido entendí todo esto, y aunque no puedo asimilar toda su experiencia vital, algo de lo que había guardado, disponible en forma de energía, se había transmutado en mi.

Esta mañana, mientra velan a Funes, estoy esperando que pase el tiempo en la estación de tren. Sobre la torre señalamiento hay una paloma gris, grande, de esas que tienen manchas de color verde sobre los costados del buche. Está en silencio con la mirada clavada en mí desde que me sentí observado y la descubrí en esa tarea de vigilante. Permanece quieta, quietud agigantada por el movimiento de las nubes que pasan en dirección al rio y contrastan con la estaticidad del vigilante emplumado. No está con las otras aves que se amontonan sobre el anden buscando migas y colillas de cigarrillos, me observa. Miro el cielo y veo un pequeño grupo de nubes que se desgarran en una pelea dentro corrientes de aire frío y caliente que se entrecruzan, casi puedo sentir sus átomos separarse con profundo dolor y oir el desgarro del tejido esponjoso. Sigo pensando en otras cosas. Cosas alegres, de la vida y siento que la felicidad crece por los rincones de mi cuerpo. Y siento paz.

La paloma sigue ahi, ya pasaron 20 minutos y no se ha movido. Junto a los galpones, donde las vías hacen un leve giro se ve asomar un tren a lo lejos. También dos hombres vienen caminando entre las siete vías de entrada a la estación, traen algo en las manos y caminan con una fría tranquilidad. Su sombra tiene algo extraño, parece artificial, simulada. Al pasar por debajo de la torre de señalización la paloma, súbitamente recupera el movimiento y vuela hasta perderse de mi vista, posándose mas allá del techo de los galpones.

El silencio reina en el ambiente, ya no se oye nada, solo el golpear de los pasos de esos hombres que ahora corren hacia mi con el cuchillo que brilla entre las manos
.


 

0 comentarios: