e todos e todas se van
Galicia sin homes quedas
que te poidan traballar
Tés, en cambio
orfos e orfas
e campos de soledad,
e nais que non teñen filos
e filos que non tén pais.
Rosalia de Castro.
domingo, 24 de abril de 2011
sábado, 23 de abril de 2011
Los colores de una sombra**
...Y cuando las señales de nuestra perdida de control se hicieron mas evidentes, a tal punto que solo nosotros la obviábamos, intentamos culpar a las mismas fuerzas que habíamos desatado, atribuyendoles caracteres ajenos y malévolos. Fuimos tan tontos. Quizás en ese momento se pudo considerar una salida. Nunca sabremos si existió esa posibilidad o solamente era una expresión de esperanza en medio del caos.
Aventura y desamor en la calle Palme ( o las desventuras amorosas de Iñaki Aranzaríbia)
El miedo ante la vuelta a experimentar sentimientos tristemente experimentados nos condena , por lo menos en principio a realizar un loop imaginario. En el vemos el posible desenlace dado que se repiten las condiciones y el dolor ante algo que aun no pasó, aparece.
Este parece ser el mecanismo emocional que rige la vida de Iñaki Aranzaríbia.
Para pasar de los paseos por los parques en primavera, hasta llegar a los inviernos autodestructivos de alcohol y drogas duras, solamente bastó una mujer. Con esto no quiero decir que la culpa de los males de Iñaki, visualizado aquí como muestra del colectivo “hombre común y corriente”, sea de “la mujer” en general o en particular. En todo caso, las condiciones psíquicas de Iñaki conjugan todo el paquete que reacciona ante una mujer que se siente complacida de joderle la vida. No corresponde al narrador juzgar si el incendio fue culpa de lo volátil del ambiente, o de quien arrojó el fósforo. Ni en que proporción se responsabiliza a cada actor.
Iñaki Aranzaríbia, como todo hombre enamorado, encendió la mecha de la bomba que tarde o temprano, dependiendo del largo de la misma , acabaría por explotarle en la cara desparramando los sesos sobre todo testigo que apreciara su lamentable estado emocional. Dicho con otras palabras, engendró un monstruo que no supo controlar: el ego de su pareja. Iñaki le llevaba el desayuno a la cama en una bandeja con forma de corazón, la iba a esperar a la salida del trabajo, la ayudaba con los diagramas que ella, estudiaba arquitectura, debía presentar. Iñaki dejó de ver a sus amigos para que ella no se enojara. Incluso Iñaki , llegando a imaginar los pensamientos de ella, planeaba salidas o encuentros o viajes o cualquier actividad social para luego cancelarla porque ella se podría llegar a molestar.
Con el paso de los meses, Iñaki se alimentaba y respiraba a través del cordón umbilical que lo conectaba a nuestra estudiante de arquitectura.
Ella no tardo en fijarse en otros tipos, cosa que Iñaki sabia en sus mas oscuros interiores. También lo sabia por sus ojos y sus oídos pero, como quien espera el milagro cuando cae un avión en picada, decidía renunciar a la aterradora y deformante realidad e invocar espíritus inexistentes. El espíritu en el caso de nuestro Iñaki era: yo la quiero, nadie la va a querer como yo, ella me dijo que me quería. Argumentos fáciles de rebatir, o inexistentes argumentos para alguien que tuviera los pies en la tierra y pensara con la cabeza. Iñaki pensaba con un órgano que no esta hecho para eso, ademas de que ignoraba lo que los otros sentidos le indicaban. No hay peor ciego que el que se arranca los ojos y se los entrega a su amante para que vea con ellos. Si, la quería, pero eso a ella eso le importaba poco. Ella también sabía que nadie nunca se arrastraría como el pobre Iñaki, cosa que no sumaba puntos para el bueno de Aranzaríbia. Que te guste una bebida, no impide que te emborraches con otra. Iñaki se había convertido en agua mineral ; la verdadera ingesta alcohólica estaba en otro lado.
El inconsciente o Iñaki interno de Iñaki no pudo dejar de emitir señales de alerta. Un día abandonó a su yo y la disfuncion encontró sitio donde cobijarse. A esa altura, ni siquiera representaba para ella algo mas que una galletita Tita entre el almuerzo, la merienda , la cena y el postre.
Para males de Iñaki, el inconsciente de ella la traicionaba cada vez mas seguido. Aunque en algunas oportunidades ella misma dejaba escapar fallidos, como para ir entrando en tema a Iñaki. Pero el se empecinaba cada vez mas en no ver nada. Finalmente, el ahogo y la falta de espacio fueron la causa oficial, se dejaba constancia en la ruptura.
Iñaki se encontró atrapado en el espacio. Peor que Odisea en el Espacio. No había compañeros ni HAL asesino, sino vacío. E Iñaki flotaba en el sin tener punto de referencia y objetos de los que afirmarse. Obviamente, las estructuras mentales se desmoronaron y la autodestrucción apareció como mecanismo que obrase símil a un objetivo. Tenia que hacerse mierda. No sabia porque , pero sentía la necesidad de hacerlo.
Como nadie quería hacerse cargo de un feto de unos 80 kilos, al que recién cortaron el cordón, el submundo de este antiheroe victima se fue reduciendo cada vez mas. Nuevas e ineficaces drogas imposibilitaban que Iñaki la olvidase. Continuaba llamándola y reclamándole que volviera con él.
Iñaki paso años sometido al castigo de las redes sociales que indicaban el alto grado de sociabilidad de su ex y el nivel paupérrimo de adaptación a la sociedad virtual que el llevaba.
Terminaría siendo una historia con final feliz si Iñaki conociera a otra mujer que lo sacará del pozo. Pero eso no sucedería. Conoció otras pero ninguna quiso sacarlo. Siempre es mas conveniente tener un esclavo que levante el ego en caso de necesitarlo. Y así Iñaki se transformó en un objeto de uso y abuso en una sociedad que no comprende a los hombres enamorados, se aprovecha de los tipos de buen corazón que levantan suspiros de idílicas adolescentes o de menopausicas cuarentonas y cree que la música de los 80 merece perdurar en la memoria.
La vida de Iñaki es un loop constante que oscila en volver a cometer los mismos actos con el miedo de saber a donde llevan pero sin la decisión de cambiarlos por miedo a que empeoren el futuro.
Este parece ser el mecanismo emocional que rige la vida de Iñaki Aranzaríbia.
Para pasar de los paseos por los parques en primavera, hasta llegar a los inviernos autodestructivos de alcohol y drogas duras, solamente bastó una mujer. Con esto no quiero decir que la culpa de los males de Iñaki, visualizado aquí como muestra del colectivo “hombre común y corriente”, sea de “la mujer” en general o en particular. En todo caso, las condiciones psíquicas de Iñaki conjugan todo el paquete que reacciona ante una mujer que se siente complacida de joderle la vida. No corresponde al narrador juzgar si el incendio fue culpa de lo volátil del ambiente, o de quien arrojó el fósforo. Ni en que proporción se responsabiliza a cada actor.
Iñaki Aranzaríbia, como todo hombre enamorado, encendió la mecha de la bomba que tarde o temprano, dependiendo del largo de la misma , acabaría por explotarle en la cara desparramando los sesos sobre todo testigo que apreciara su lamentable estado emocional. Dicho con otras palabras, engendró un monstruo que no supo controlar: el ego de su pareja. Iñaki le llevaba el desayuno a la cama en una bandeja con forma de corazón, la iba a esperar a la salida del trabajo, la ayudaba con los diagramas que ella, estudiaba arquitectura, debía presentar. Iñaki dejó de ver a sus amigos para que ella no se enojara. Incluso Iñaki , llegando a imaginar los pensamientos de ella, planeaba salidas o encuentros o viajes o cualquier actividad social para luego cancelarla porque ella se podría llegar a molestar.
Con el paso de los meses, Iñaki se alimentaba y respiraba a través del cordón umbilical que lo conectaba a nuestra estudiante de arquitectura.
Ella no tardo en fijarse en otros tipos, cosa que Iñaki sabia en sus mas oscuros interiores. También lo sabia por sus ojos y sus oídos pero, como quien espera el milagro cuando cae un avión en picada, decidía renunciar a la aterradora y deformante realidad e invocar espíritus inexistentes. El espíritu en el caso de nuestro Iñaki era: yo la quiero, nadie la va a querer como yo, ella me dijo que me quería. Argumentos fáciles de rebatir, o inexistentes argumentos para alguien que tuviera los pies en la tierra y pensara con la cabeza. Iñaki pensaba con un órgano que no esta hecho para eso, ademas de que ignoraba lo que los otros sentidos le indicaban. No hay peor ciego que el que se arranca los ojos y se los entrega a su amante para que vea con ellos. Si, la quería, pero eso a ella eso le importaba poco. Ella también sabía que nadie nunca se arrastraría como el pobre Iñaki, cosa que no sumaba puntos para el bueno de Aranzaríbia. Que te guste una bebida, no impide que te emborraches con otra. Iñaki se había convertido en agua mineral ; la verdadera ingesta alcohólica estaba en otro lado.
El inconsciente o Iñaki interno de Iñaki no pudo dejar de emitir señales de alerta. Un día abandonó a su yo y la disfuncion encontró sitio donde cobijarse. A esa altura, ni siquiera representaba para ella algo mas que una galletita Tita entre el almuerzo, la merienda , la cena y el postre.
Para males de Iñaki, el inconsciente de ella la traicionaba cada vez mas seguido. Aunque en algunas oportunidades ella misma dejaba escapar fallidos, como para ir entrando en tema a Iñaki. Pero el se empecinaba cada vez mas en no ver nada. Finalmente, el ahogo y la falta de espacio fueron la causa oficial, se dejaba constancia en la ruptura.
Iñaki se encontró atrapado en el espacio. Peor que Odisea en el Espacio. No había compañeros ni HAL asesino, sino vacío. E Iñaki flotaba en el sin tener punto de referencia y objetos de los que afirmarse. Obviamente, las estructuras mentales se desmoronaron y la autodestrucción apareció como mecanismo que obrase símil a un objetivo. Tenia que hacerse mierda. No sabia porque , pero sentía la necesidad de hacerlo.
Como nadie quería hacerse cargo de un feto de unos 80 kilos, al que recién cortaron el cordón, el submundo de este antiheroe victima se fue reduciendo cada vez mas. Nuevas e ineficaces drogas imposibilitaban que Iñaki la olvidase. Continuaba llamándola y reclamándole que volviera con él.
Iñaki paso años sometido al castigo de las redes sociales que indicaban el alto grado de sociabilidad de su ex y el nivel paupérrimo de adaptación a la sociedad virtual que el llevaba.
Terminaría siendo una historia con final feliz si Iñaki conociera a otra mujer que lo sacará del pozo. Pero eso no sucedería. Conoció otras pero ninguna quiso sacarlo. Siempre es mas conveniente tener un esclavo que levante el ego en caso de necesitarlo. Y así Iñaki se transformó en un objeto de uso y abuso en una sociedad que no comprende a los hombres enamorados, se aprovecha de los tipos de buen corazón que levantan suspiros de idílicas adolescentes o de menopausicas cuarentonas y cree que la música de los 80 merece perdurar en la memoria.
La vida de Iñaki es un loop constante que oscila en volver a cometer los mismos actos con el miedo de saber a donde llevan pero sin la decisión de cambiarlos por miedo a que empeoren el futuro.
martes, 19 de abril de 2011
Las ventanas que dan al fondo
Al despertarse, miró por la ventana. Aun no había amanecido. Se levantó y preparó una taza de té que disfrutó sentado en el escritorio que tenía vista al parque. En los charcos de agua se veía el reflejo de la luna. Mientras se calentaba las manos con la taza, pensó en lo mucho que le gustaba quedarse despierto viendo la luna, y que sin embargo, nunca lo había hecho.
Antes de volver al sueño, miró hacía el interior de su cuarto. Después recorrió las demás habitaciones. Sentía la casa despojada, y un sentimiento que se podría interpretar como soledad hizo palpitar de ansiedad su pecho. Buscó el celular dispuesto a llamar a alguien. Sostuvo el aparato mientras daba un repaso a sus contactos: gente. Del otro lado de esos números telefónicos había personas que dormían o estaban sumidos en algún momento ajeno al que experimentaba. No valía la pena llamarlos. No quería molestar a nadie. Además, tampoco sabría que decir. Después de repasar varias veces sus contactos y de descartar a cada uno de ellos, guardo el teléfono.
De regreso en su cuarto, volvió a acostarse. En sueños se vio a si mismo sentado en la cama, de espaladas a una mujer desnuda que dormía. En la ventana se imponía, magnifica, la visión de la luna. Algo le llamaba la atención de la imagen lunar. De pronto, se dio cuenta que los cráteres eran enormes, de tamaño desproporcionado y de un color verde claro. A pesar de esto, brillaba mas que nunca, era mas hermosa que antes.
La mujer a su lado despertó y casi sin dirigirle la mirada, se levantó y fue hasta el baño. Regresó vestida. Le dijo unas palabras que no supo comprender, al parecer se despedía de una manera terminante. Decidió no preguntarle que le había dicho y dio por terminado el acto expresivo de ella al voltear la cara y mirar nuevamente a través de la ventana. La mujer se quedó parada al lado. Esperaba algún tipo de respuesta. Finalmente dejó la casa llevándose algunos objetos con ella. El dejó que se fuera sin siquiera mirarla. Extrañamente no sentía nada.
Despertó ya cuando el sol le daba en la cara. Se había hecho tarde y no fue a trabajar. A juzgar por la cantidad de llamadas perdidas que tenia en el teléfono, lo estuvieron buscando desesperadamente. El ultimo de los mensajes decía que si no se presentaba antes de las 11.30, lo iban a echar. Eran las 12.40.
Después de almorzar, pensó en salir a recorrer el pueblo en bicicleta, pero la persistente llovizna lo obligó a reconsiderar el plan. La tarde la pasó leyendo a Ballard mientras Otis le susurraba algo del viento. Se volvió a sentir solo. Envidió a los que están tan ocupados que no tienen tiempo de darse cuenta de la soledad en la que viven. Esos que no advierten la fragilidad de los lazos humanos, inclusive del sentimiento mas fuerte, llamando amor. Meditó sobre la posibilidad de que el odio sea el sentimiento mas fuerte, pero nunca odio a nadie, así que no tenia fundamentos para decirlo.
Esa noche no soñó con la mujer. En su sueño no había ninguna persona, solo una pequeña estación de tren de madera. Solo en un sentido había andén. Del otro lado , los pasajeros debían descender al costado de las vías. A pesar de no encontrar signos de abandono, parecía que el tren había dejado de pasar. Detrás de la estación, una pequeña colina dejaba ver el movimiento del pasto que se ondulaba con el viento. No había accesos a la estación, prácticamente no daba señales de estar en uso. A pesar de eso, se sentó en una duna frente a la estación y la contemplo largo tiempo. Solo el pasto se contorneaba al compás del viento. Por lo demás, todo era estático. Permaneció todo el sueño sentado mirando la estación, imperturbable.
Antes de volver al sueño, miró hacía el interior de su cuarto. Después recorrió las demás habitaciones. Sentía la casa despojada, y un sentimiento que se podría interpretar como soledad hizo palpitar de ansiedad su pecho. Buscó el celular dispuesto a llamar a alguien. Sostuvo el aparato mientras daba un repaso a sus contactos: gente. Del otro lado de esos números telefónicos había personas que dormían o estaban sumidos en algún momento ajeno al que experimentaba. No valía la pena llamarlos. No quería molestar a nadie. Además, tampoco sabría que decir. Después de repasar varias veces sus contactos y de descartar a cada uno de ellos, guardo el teléfono.
De regreso en su cuarto, volvió a acostarse. En sueños se vio a si mismo sentado en la cama, de espaladas a una mujer desnuda que dormía. En la ventana se imponía, magnifica, la visión de la luna. Algo le llamaba la atención de la imagen lunar. De pronto, se dio cuenta que los cráteres eran enormes, de tamaño desproporcionado y de un color verde claro. A pesar de esto, brillaba mas que nunca, era mas hermosa que antes.
La mujer a su lado despertó y casi sin dirigirle la mirada, se levantó y fue hasta el baño. Regresó vestida. Le dijo unas palabras que no supo comprender, al parecer se despedía de una manera terminante. Decidió no preguntarle que le había dicho y dio por terminado el acto expresivo de ella al voltear la cara y mirar nuevamente a través de la ventana. La mujer se quedó parada al lado. Esperaba algún tipo de respuesta. Finalmente dejó la casa llevándose algunos objetos con ella. El dejó que se fuera sin siquiera mirarla. Extrañamente no sentía nada.
Despertó ya cuando el sol le daba en la cara. Se había hecho tarde y no fue a trabajar. A juzgar por la cantidad de llamadas perdidas que tenia en el teléfono, lo estuvieron buscando desesperadamente. El ultimo de los mensajes decía que si no se presentaba antes de las 11.30, lo iban a echar. Eran las 12.40.
Después de almorzar, pensó en salir a recorrer el pueblo en bicicleta, pero la persistente llovizna lo obligó a reconsiderar el plan. La tarde la pasó leyendo a Ballard mientras Otis le susurraba algo del viento. Se volvió a sentir solo. Envidió a los que están tan ocupados que no tienen tiempo de darse cuenta de la soledad en la que viven. Esos que no advierten la fragilidad de los lazos humanos, inclusive del sentimiento mas fuerte, llamando amor. Meditó sobre la posibilidad de que el odio sea el sentimiento mas fuerte, pero nunca odio a nadie, así que no tenia fundamentos para decirlo.
Esa noche no soñó con la mujer. En su sueño no había ninguna persona, solo una pequeña estación de tren de madera. Solo en un sentido había andén. Del otro lado , los pasajeros debían descender al costado de las vías. A pesar de no encontrar signos de abandono, parecía que el tren había dejado de pasar. Detrás de la estación, una pequeña colina dejaba ver el movimiento del pasto que se ondulaba con el viento. No había accesos a la estación, prácticamente no daba señales de estar en uso. A pesar de eso, se sentó en una duna frente a la estación y la contemplo largo tiempo. Solo el pasto se contorneaba al compás del viento. Por lo demás, todo era estático. Permaneció todo el sueño sentado mirando la estación, imperturbable.
domingo, 17 de abril de 2011
Catulo
Los Poemas de Amor de Catulo
leía sus poemas
se los leía a los hombres que esperaban en su cama
luego los rompía
entre risas
y se tumbaba en la cama
abiertas las piernas ante la polla
que tuviera mas a mano.
pero Catulo siguió escribiendole
poemas de amor
y ella se follaba esclavos en
callejones, y
cuendo estaban juntos
le robaba mientras estaba
borracho, se reía de sus versos y su
amor,
se meaba en su suelo.
Catulo, quien,
por lo demás,
escribia poemas
maravillosos
cayó en el hechizo de
esa zorra
que,
según se dice,
cuendo empezó a envejecer
huyó de su lado
y comenzó una nueva vida en una isla lejana
donde acabó
suicidándose.
Catulo era como
la mayoría de los poetas:
entiendo
y perdono a medida que
lo releo:
era consciente,
ante la proximidad de la muerte,
de que es
mejor empezar con una
ramera que acabar
con ella.
Charles Bukowski
leía sus poemas
se los leía a los hombres que esperaban en su cama
luego los rompía
entre risas
y se tumbaba en la cama
abiertas las piernas ante la polla
que tuviera mas a mano.
pero Catulo siguió escribiendole
poemas de amor
y ella se follaba esclavos en
callejones, y
cuendo estaban juntos
le robaba mientras estaba
borracho, se reía de sus versos y su
amor,
se meaba en su suelo.
Catulo, quien,
por lo demás,
escribia poemas
maravillosos
cayó en el hechizo de
esa zorra
que,
según se dice,
cuendo empezó a envejecer
huyó de su lado
y comenzó una nueva vida en una isla lejana
donde acabó
suicidándose.
Catulo era como
la mayoría de los poetas:
entiendo
y perdono a medida que
lo releo:
era consciente,
ante la proximidad de la muerte,
de que es
mejor empezar con una
ramera que acabar
con ella.
Charles Bukowski
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