viernes, 26 de agosto de 2011

Testigo

El camino tenia como cúpula un conjunto de arboles que entrelazaban sus ramas formando una catedral interminable bajo la cual ellos caminaban. Impacientes, rayos se luz atravesaban el follaje y rebotaban en el suelo, dándole un tono blanquecino a esa mañana.
Era el corolario perfecto para una temporada que se terminaba. Había llegado el momento de la devolución de pasados que los encontraba reunidos, caminando de la mano. Decían algo que no llegaba a entenderse. Y , aunque sus gestos y expresiones escondían lo que sentían, se podía ver la verdad flotando tras ellos.
Caminaron despacio, casi como aprovechándose mutuamente, compartiendo los pasos que daban en sincronía mientras inhalaban el aire que exhalaban.
Llegaron a un punto y rieron señalando un árbol, un ombú. Quizás compartiendo algún recuerdo él le soltó la mano y la abrazó. Ella se quedó inmóvil, pensando y devolvió tímidamente el abrazo.

lunes, 22 de agosto de 2011

MPD 1

La presión se podía notar en casi todos los ámbitos. El aparato burocrático estatal que regia la vida unos años antes estaba ya sostenido por los últimos alientos. El nuevo orden se ofrecía como superador, asegurando las libertades, el orden y el progreso del nuevo siglo. Para que la penetración se diera de forma mas eficiente, los defensores del agonizante sistema fueron catalogados como utopistas fanáticos de una época retrasada en las tinieblas de la historia. Miembros de una secta primitiva que levantaba tótems arcaicos en las plazas de la modernidad.

El hombre encendió la luz de la habitación oscura. El cuarto le parecía desconocido, a pesar de haber transcurrido allí buena parte del día que finalizaba. Sombras jugaban con el reflejo de la luz que entraba por la ventana y desfiguraba las formas conocidas. Todas las criaturas deformes desaparecieron al encender la lampara. Buscó confort en un desgastado y ya descolorido sillón, testigo de alguna época de consumo suntuoso. Afuera, en la penumbra, algunos buscaban lugar donde guarecerse del frío. Ellos tenían menos suerte. El invierno se acercaba y las restricciones impuestas, llamadas racionalización amenazaban con dejar aun mas gente en las calles. Ante este panorama, se alertaba de una oleada de saqueos en algunos puntos de las ciudades. Se ofrecían armas al 50 % de descuento y en cómodas cuotas.
Desde la ventana observaba el exterior con recelo. La violencia de lo desconocido que se escondía en cada esquina lo obligaba a volver rápidamente cada vez que salía. El exterior amenazante era un terreno de malicia extrema. Tierra de nadie donde la lucha por los bienes escasos, requisitos para ser, resultaba habitual.
Cansado, encendió el televisor. Cómodos señores vestidos con traje, calvos y con barrigas de satisfechos, debatían sobre economía, modelos y lo que era mas conveniente invertir. Doctores bufonescos que repetían lo que habían aprendido en las universidades del nuevo poder. Siempre recomendaban conformismo y adaptación.
La discusión duro varias horas hasta que la programación cambio hacia el desfile de carnes del mercado humano. Seres objeto que insinuaban el ideal de la belleza inalcanzable, alcanzable mediante el cercenamiento de la condición.
El viento incrementaba su fuerza y los techos de algunas viviendas eran arrancados, dejando a la exposición de la vista el interior de las casas.
El reflejo del televisor, estática sin programación, lo despertó. Había creído muchas veces en soluciones mágicas, en misteriosos castillos de arena que eran emplazados de un día para el otro, que cobraban ofrendas y desaparecían sin volvérselos a ver. Esta vez estaba convencido que con la caída del antiguo modelo las cosas mejorarían. Particularmente algo que escucho en la televisión le llamo la atención. Se hablaba de desmantelar lo que existía antes, de deshacerse de servicios, de empleados, de responsabilidades.
El otro día lo encontró esperanzado. Un nuevo amanecer, un nuevo gobierno, un nuevo modelo. Salio a dar su paseo diurno con su arma preferida. Vio un grupo de militares que avanzaban en un camión por el centro. Escucho gritos de desesperación y el humo de las bombas hizo lagrimear sus ojos. Se sintió emocionado, entendió que eran símbolos de una nueva etapa. Ya no presenciaba la construcción de paredes de arena, sino la demolición de un muro de ladrillos.

jueves, 18 de agosto de 2011

Data

Pudieron comprobar que en otoño, aparte de las hojas, la ropa también se cae. Rueda por el piso, por los costados de la cama y se esconde debajo para que al otro día puedan contemplarse mas tiempo. Todo para que la despedida se atrase unos cuantos eternos segundos.