domingo, 3 de octubre de 2010

Historia de ruta # 1


Paré al costado de la Ruta 7 para estirar un poco las piernas. Venia manejando mas de 500 Kms y los primeros sintomas de cansancio empezaban a aparecer. Dejé el auto a la sombra de unos arboles y bajé a tomar aire. No había nubes, solamente un cielo azul. Era un tipico dia de primavera.
Cerca habia una casa. Estaba sola al costado de la ruta pero en muy buenas condiciones,bien pintada y para nada descuidada. Debia estar a unos 20 metros de donde estacioné. Tuve que cruzar la ruta.
Empece a caminar hacia ahí con la intención de sacar unas fotos, ya que tenia un molino y podia usar la posicion del sol para darle un efecto nostalgico al atardecer. Llegué hasta el portón y saque algunas fotos. Me gustaba la casa. No me pareció raro que estuviera sola al costado de la ruta, de hecho ese dia había visto muchas otras así. Pero me llamaba la atención, si bien estaba distante y alejada, daba la sensacion de tener vida, no ser un recuerdo de lo que alguna vez habia sido un hogar.
Para mi sorpresa, despues de sacar fotos y dar una vueltas, salió de la casa una viejita con su nieto. Seguramente me habían visto y salieron a preguntar que pasaba.
Jacinta me contó que vivía de vender chacinados que le hacia un chacarero de la zona. Tenia cerca de la casa un local donde sobre un mostrador exhibia los productos. No le iba mal , le alcanzaba para poder vivir. A sus 77 años y en medio de un paraje rural, muchas necesidades materiales no tenia. Las que pudiese tener eran cubiertas por la visitas de sus familiares los fines de semana.
Es bajita, de aspecto y trato amable, y como la mayoria de las personas de edad avanzada, disfruta contando anecdotas e historias. Me contó que los arboles que dan sombra a mi auto habian sido plantados por 4 hermanos. Procedentes del Pais Vasco, en la década del 30 vienieron a Argentina escapando de la guerra y trayendo consigo la esperanza de encontrar otro lugar en el mundo. Su papá y tres hermanos fueron los que plantaron esos alámos.
Ella era chica , pero tiene el recuerdo bien fresco de cuando empezaron a hacer la casa y salieron adelante con trabajo y fuerza de voluntad. Me transmite esa añoranza por el pasado que le veo en los ojos a medida que va desenredando la envoltura del recuerdo. Sin embargo en su relato no hay tristeza. Ella es feliz, no hace falta que me lo diga, yo lo veo. Lo noto en la manera de expresarse , en el contorno de su cara , y en unos ojos turquesa como nunca vi. Podrá tener 77 años, pero la vitalidad que tiene en la mirada me es difcil encontrarla en gente de mi edad. Eso si me sorprende.
Charlamos un rato de varias cosas, mas que nada del contraste entre campo y ciudad. Pero tambien de la vida, del tiempo, y de las raices españolas que compartimos. Cuando me despedí le di la mano y ella me devolvió un beso en el cachete adosado a una sonrisa.
Llegué al coche y me quede un rato sonriendo, me trajo felicidad el encuentro. No sabría explicar por qué.
Sigo pensando en qué sentirá cuando al despertarse y abrir la ventana ve el sol salir entre las ramas de los 4 alámos dispuestos en forma de rombo. Seguramente no es tristeza.

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