martes, 3 de junio de 2014

Invierno crudo invierno

Los primeros fríos advierten. Vaticinan la llegada de un invierno cruento, rudo. No bastará solo con abrigarse y quedar oculto bajo capas de ropa que actúen de aislante. No, con eso no alcanzará. Habrá que guarecerse, esconderse y separarse del exterior. 
Tampoco servirá la ingesta de bebida caliente o de alcohol. No bastaran los abrazos, los cuerpos desnudos que dan calor. Serán inútiles los cigarrillos, los besos, las bufandas y los guantes. 
De a poco el invierno avanza. Cubre con fría quietud todo. Espera pacientemente a que pase una temporada más, nada lo apura. Muy pocas cosas tienen la vigencia con la que el frío comprime y atrapa la actividad diaria. La nieve inmoviliza, interrumpe, y finalmente el viento helado deja al descubierto la fragilidad de los breves periodos de calor.
A la mayoría de la gente no le gusta el invierno. Sin embargo, es cuando más expuestos, más humanos quedamos, y nos lanzamos a la búsqueda de un calor que excede lo que nuestro propio cuerpo puede generar. Como animales hambrientos nos miramos los unos a los otros en la tarea de encontrar el paliativo para tanto frío. Finalmente, entrados los primeros calores y el deshielo, la habitualidad vuelve a llevarnos a la vida de antes. Y entonces el ciclo repite la espera hasta el próximo invierno.