miércoles, 9 de marzo de 2011

Animals

Corrieron desesperados sin encontrar algo en que creer. Los Dioses ya no cumplían ese propósito, fueron liquidados en nombre de la libertad. Sus templos ardieron y sus recuerdos fueron aplastados con desesperante paciencia.
La locura estaba cerca de los corredores que huían en todas las direcciones. X, agitado, dio vuelta tras la esquina tomando de la mano a su novia. Al pasar por una ventana, fueron vistos desde el interior de lo que alguna vez fue una tienda de electrodomésticos, abandonada después de la primera guerra. Desde el local les dispararon. X soltó a su novia, que cayo muerta con los ojos fijos en él. El charco de sangre debajo de sus pies confirmaba lo violento y eficaz que fue el tirador. X siguió corriendo. No sintió remordimiento. Él se sabía desde hacia un tiempo, mas muerto que el cadáver que dejaba atrás. Entre los muertos no hay reproches.
X encontró un lugar donde refugiarse tras la perdida. No estaba mal el lugar. Podía observar el exterior y ver lo movimientos en la calle mucho antes de que pudiera ser visto. Era una casa, probablemente construida antes de que estallara el caos. El interior parecía estar esperando que alguien se mudara. X adivinó que nunca habían llegado sus dueños y que permaneció aguardando. Es mas, el era su primer huésped. Se sentía algo contento por encontrar un hogar, por lo menos lo pensaba como tal al descansar en su interior. Durmió algunas horas.
Z despertó al lado de una bella mujer. Pelo marrón, de grandes pechos y cintura pequeña. Charlaron de los movimientos vanguardistas franceses que desataron la primer oleada toda la tarde. Después buscaron un espacio entre los arboles y tuvieron sexo. La mujer, que nunca había dado a conocer a Z su nombre, dormía de costado dándole la espalda. Las ropas de ambos, tendidas desprolijamente servían de apoyo para los pequeños lentes de ella. Z la despertó, era momento de irse. Se despidieron teniendo sexo. Después de acabar, Z la aparto firmemente. Ella se vistió y se fue. Z hizo lo mismo. Se alejaron en direcciones opuestas. Z Atravesó el río cruzando sobre un puente que resaltaba por su fragilidad. El pueblo que tenia 500 metros delante humeaba después de las explosiones y un silencio absoluto demando reinar sobre el entorno. Z dio unos pasos y se detuvo. Lentamente, mientras Z estaba quieto, el mundo alrededor fue retomando su velocidad normal. Prosiguió su marcha. Le importaba muy poco lo que pasara, solamente deseaba no morir en un tiroteo o de manera violenta. Ya había tenido su mujer del dia, estaba satisfecho.
Oyó Z que en el otro lado del pueblo, a dos calles, unos perros ladraban. Conocía la forma de ladrar de los perros cuando avistaban gente, se lo habían explicado en algún momento pero no recordaba quien o en que año. Confundido, en lugar de alejarse y huir como hubiera hecho en una situación normal, pensó que ir a ver a las personas que los perros reconocieron era una buena idea. No cargó las armas, pensó que seria inútiles en caso de llegarle su hora. Ademas los disparos llamarían la atención, haciéndolo mas vulnerable. A buen paso tardo unos minutos en llegar al otro extremo. Los perros, enflaquecidos por el hambre ya habían vuelto a su agonía. No había rastros de personas. Identificó a uno de los perros mas débiles considerando no elegir al mas flaco, que no tendría carne. Con su cuchillo lo degolló tapándole el hocico para minimizar el aullido de dolor. Segundos después del corte el animal yacía sin vida y Z trozó las partes mas sabrosas. Algunas las comió en el momento, pero procuro guardar algo para el resto del camino. No sabia sin encontraría alimento mas adelante.
Un día de marcha hacia el norte, Z se cruzo con una joven hembra. Tenia el doble de edad que ella. La joven le ofreció carne de conejo para tener sexo. Z acepto y recibió la mitad de un conejo que ella hacia cazado y la había dejado exhausta. A pesar del cansancio, se aparearon hasta el otro día.